En su interior, las paredes de una vivienda albergan un buen número de canalizaciones. Tuberías de agua y cables eléctricos son los principales “habitantes” de la estructura de un inmueble. Su función es esencial en el hogar. Transportan el agua y la electricidad, dos recursos básicos. En el caso de los cables, su escaso grosor permite que se oculten con mayor facilidad e, incluso, que en ocasiones queden a la vista. Pero se debe cuidar un aspecto importante: el número de conductores. La electricidad implica ciertos riesgos y cada vivienda debe tener los cables justos, es decir, tantos conductores como el número de fases necesarias para el suministro, siempre en función de la intensidad contratada y los aparatos eléctricos que se utilicen.
Los conductores activos que transportan energía son los cables fase y neutro. Cada circuito tiene su propio conductor neutro, mientras que los fase se utilizan, sobre todo, en instalaciones de alumbrado para conectar las tomas de luz a los interruptores. Los enchufes, por su parte, tienen tres cables: neutro, fase y de tierra. Estas particularidades condicionan la instalación eléctrica de una vivienda y determinan el número de cables en la misma.
Cada línea tiene un conductor neutro y otro de protección, sin que ambos puedan compartirse con otras líneas
La cifra se concreta por el número de fases que se necesitan para los aparatos receptores y su potencia. Cada una de estas líneas tiene un conductor neutro y otro de protección. No es posible utilizar un mismo conductor neutro y de protección para diferentes suministros. Las luces, los enchufes y los interruptores son los tres puntos fundamentales en que fijarse para conocer el número de cables que esconden las cajas de conexión de una vivienda.
La función de éstas es asegurar la continuidad de la corriente, pero también facilitan las reparaciones. En su interior se localizan todas las conexiones (empalmes y derivaciones) mediante bornes o regletas, de manera que si se registra una avería, es posible desmontar la tapa y tratar de localizarla desde ahí. Cuando el número de cables es excesivo o su grosor (sección) reduce el espacio disponible, se habilitan dos cajas, siempre situadas en la parte alta de la pared, cerca del techo, por motivos de seguridad.
El tipo de cable marca la sección del mismo. La mínima es de 6 mm2 para el cable neutro y el de protección y de 1,5 mm2 para el hilo de mando, de color rojo. Este último se instala en la derivación individual para que se puedan aplicar tarifas diferentes. Cuando se decida aumentar la intensidad, con respecto a la fijada en el Reglamento Electrotécnico para Baja Tensión (REBT), la nueva sección se calcula en función de la demanda prevista.
Cuando se quieren fijar cables eléctricos, de cualquier grosor -algunos, como el cable de la antena de televisión, tienen un grosor mayor-, es preferible ocultarlos en cajas eléctricas o de conexión. Sin embargo, esto no siempre es posible, por lo que la instalación debe quedar a la vista, sobre las paredes o los rodapiés.
Para fijar los cables, lo más práctico es emplear grapas para cables o una brida
Para fijarlos, lo más práctico es emplear grapas para cables. Se caracterizan por diferentes grosores y materiales, para adaptarse a las características de los conductores. Pueden ser de latón, cobre, aluminio, acero inoxidable, bronce e, incluso, plástico o polipropileno. También varía el color, para que pasen desapercibidas en la pared.
Otra opción son los tacos para bridas, que permiten variar la apertura de la brida para poder fijar varios cables a la vez o de un grosor mayor que el soportado por las grapas. El sistema de sujeción es similar en ambos casos, incluso las bridas se fabrican con materiales tan variados como el plástico o el acero, para utilizarlas en función de las características del cable o de su número.