Los materiales de agarre son sustancias maleables que se endurecen cuando se secan, lo que permite la unión de distintos materiales y proporciona solidez y consistencia a la obra. El cemento, la cal y el yeso forman el grupo de conglomerantes básicos. Estos ligantes se mezclan con materiales áridos para obtener nuevos materiales de agarre como el hormigón y el mortero.
Los conglomerantes: cal, yeso y cemento
La cal es una mezcla de roca caliza y arcilla cocidas a alta temperatura, que al mezclarse con agua se convierte en una pasta untuosa que se endurece al secar. Se puede usar para fabricar morteros, aunque si se compara con el cemento, es poco resistente. De la mezcla de estos dos conglomerantes, cal y cemento, se obtiene el llamado «mortero bastardo», un producto de gran plasticidad e impermeabilización.
Se puede dividir en cal viva o en polvo y en cal hidráulica. Esta última es la de uso más corriente y se emplea para revestir exteriores.
Al contrario de lo que ocurre con la cal y el cemento, el yeso es un ligante por sí mismo, aunque su poder de adherencia es menor que el del cemento. No obstante, tiene la ventaja de que apenas pierde volumen, es incombustible y buen aislante térmico. Se puede utilizar solo, como conglomerante o como material de revestimiento o sellado.
El yeso es un ligante por sí mismo, aunque su poder de adherencia es menor que el del cemento
A grandes rasgos, los yesos se pueden dividir en dos grupos: el de albañil y el de yesero. El primero es de color grisáceo, consistencia granulada y fraguado rápido. Se utiliza para levantar tabiques o fijar otros materiales. El yeso de yesero es apto para enyesar paredes y techo. Es de color blanco y granulado fino y, al igual que el anterior, de fraguado rápido.
Por lo que respecta al cemento, éste se mezcla con agua y arena, y en ocasiones con cal, para obtener mortero. Si la mezcla se realiza con agua, arena y grava, el resultado será hormigón. Fabricado a base de arcilla, hierro, piedra caliza y magnesio, es un material impermeable, que fragua con rapidez y proporciona una excelente cohesión y una gran resistencia química y mecánica.
Los cementos de uso más habitual son los de tipo Portland. Estos cementos se dividen a su vez en grises y blancos. Los primeros son los más resistentes, por lo que se usan para obtener morteros y hormigones para construir vigas, columnas y demás soportes. Los blancos, por su parte, son menos resistentes y se utilizan sobre todo como material de acabado.
Otro tipo de cemento es el rápido. Su principal característica es que fragua de forma casi instantánea, aunque no tiene la misma resistencia que los anteriores. Por último, los cementos-cola se componen de cemento Portland, arenas y colas sintéticas. Se utilizan para fijar piezas pequeñas, como gres o azulejos.
La labor de los áridos es dar consistencia a morteros y hormigones. Los más comunes son la arena y la grava, aunque también se utilizan piedras y guijarros. Para un óptimo resultado, esos materiales deben proceder del lecho de un río y han de estar bien calibrados y limpios. Además, deben ser impermeables y resistentes a las heladas y a la abrasión.
La arena es el material árido por excelencia. Puede ser gruesa o fina. Esta última se emplea en trabajos de mampostería, mientras que la gruesa, mezclada con gravilla, se utiliza para fabricar hormigón. La función de la grava es dar consistencia y resistencia al hormigón.