Las pinturas no sólo cambian el color de paredes y techos, sino que además es posible crear efectos y dotar de textura a las superficies. Su aplicación requiere cierta destreza ya que para crear los relieves se precisa emplear herramientas como espátulas y brochas de vetear. Por este motivo, para evitar errores o resultados poco satisfactorios, antes de pintar la estancia es fundamental practicar.
Productos texturizados
Las pinturas texturizadas están compuestas por una mezcla de productos al agua y tintes brutos que, al superponerse, imitan acabados naturales como la piedra, la tierra, la roca o, incluso, el cuero. Son productos inodoros con un aspecto aterciopelado mate y un tiempo de secado corto.
Para su aplicación, hay que empastar la pared con un rodillo de cubierta texturizada impregnado en el producto. En general, con
Estuco veneciano
Otra de las técnicas que se emplea para crear texturas en las superficies es el estuco, apropiado para paredes en mal estado o con imperfecciones, puesto que esconde y disimula los defectos gracias a una consistencia gruesa, en general, de entre 2 y 3 mm.
Hay productos especiales ya mezclados, listos para utilizar, que ahorran tiempo y resisten la suciedad
La forma tradicional de realizar un estuco sobre una pared requería mezclar varios productos: pintura plástica, que se aplicaba como capa de fondo, y una veladura al aceite mezclada con óleo de color. En la actualidad, esta técnica emplea productos preparados, listos para aplicar, que ahorran tiempo, son fáciles de usar y muy resistentes a la suciedad.
Se extiende una capa de este producto con un rodillo texturizado y se alisa la superficie con una espátula de plástico. Es conveniente cambiar la dirección de los trazos con frecuencia para que la pared quede rugosa e irregular. Estas pastas especiales tienen un tiempo de secado mayor que las pinturas con texturas, por lo que no es necesario trabajar con premura en este segundo paso.
A continuación, hay que aplicar una segunda capa de producto. Para hacerlo, se debe distribuir por la superficie en pequeños montones, de tamaño similar a una nuez, y repartirlo con trazos cortos y de diferente orientación.
Cuando la superficie esté seca hay que bruñirla. Esta técnica consiste en frotar la pintura con una espátula limpia y seca hasta conseguir el brillo sedoso propio de este acabado. Un truco para saber si el trabajo se ha realizado bien consiste en encender un mechero a un metro de distancia de la pared. Si la llama se refleja con nitidez, el nivel de brillo es suficiente y se puede dar el trabajo por concluido.
Es aconsejable realizar pruebas en pliegos grandes de papel o en paredes que no queden a la vista, antes de aplicar este tipo de pintura. De esta forma, es posible familiarizarse con el producto y con las herramientas.
Hay que realizar pruebas en pliegos grandes de papel o en paredes que no queden a la vista
La mayor dificultad de trabajar con pinturas que crean texturas es conseguir una densidad de tono idéntico en toda la superficie. Para lograrlo, se debe ganar pericia con la brocha y la espátula. También es preciso vigilar el tiempo de secado del producto. Algunas pinturas texturizadas se secan en pocos minutos e impiden que se retoquen o se corrijan los puntos en los que se ha concentrado una mayor cantidad de pintura.
Una vez que se domine la técnica, es aconsejable comenzar a pintar la superficie en pequeñas proporciones, entre 2 y 3 m2, pero siempre hay que planificar el trabajo para pintar toda la superficie a la vez y mantener un tono homogéneo.