Los sujetalibros facilitan la organización de los libros en las estanterías. Según el modelo que se elija, también aportan un detalle decorativo en el mobiliario. Algunos modelos son discretos, que resultan casi invisibles, y otros más llamativos, de diseño, se integran en la biblioteca como un adorno más. Este artículo reseña las ventajas del uso de sujetalibros y describe modelos funcionales, decorativos y artesanales.
Ventajas del uso de sujetalibros
El empleo de sujetalibros en la biblioteca permite que los volúmenes se mantengan en posición vertical, sin necesidad de que la balda esté completamente ocupada. Sirven además para que no se caigan los libros de un estante que carezca de topes en sus extremos. Por otra parte, ofrecen una opción decorativa: agrupar los libros y dejar espacios vacíos en ellos, en los cuales es posible colocar fotos o cualquier adorno.
A menudo los sujetalibros se venden por pares y forman un conjunto: las letras A y Z ya son un clásico
Existen muchos modelos de sujetalibros, fabricados con formas y materiales diversos e innovadores. Pero hay que recordar que, más que un diseño atractivo, lo principal en el momento de elegir un sujetalibros debe ser que su estilo resulte adecuado en relación con la decoración general de la estancia que ocupe. También habrá que tener en cuenta la cantidad de estas piezas que resulten necesarias y cómo se pueden combinar para lograr un conjunto armónico y equilibrado.
Sujetalibros funcionales y decorativos
Los sujetalibros se pueden clasificar en dos grupos. Por un lado, los diseños simples, que se centran en la funcionalidad y cuyo objetivo es pasar inadvertidos, ya que quedan ocultos entre los libros. Algunos modelos incluyen una discreta pestaña que cuelga sobre el borde del estante, en la cual se pueden introducir tarjetas con información sobre la temática o el autor de los libros de ese sector, o cualquier otro dato relacionado con ellos.
Por otra parte, existen sujetalibros cuyo diseño los convierte en objetos decorativos en sí mismos. Muchos de ellos incorporan elementos que establecen una relación con los libros, como figuras humanas que parecen sostener con esfuerzo el peso de los volúmenes. A menudo, se venden por pares y forman un conjunto entre ambas partes: la parte delantera de un coche en un lado y la parte trasera en el otro, dos flechas, animales, letras del alfabeto (por lo general la A y la Z, para representar la idea de que abarcan la totalidad del abecedario), palabras alusivas, etc.
Cualquier objeto más o menos grande y pesado (un adorno, una escultura, una maceta, una piedra, etc.) sirve para ser utilizado como sujetalibros. Lo más adecuado es que el lado que sostenga los volúmenes sea lo más plano posible, aunque si estos son de tapas lo bastante duras, tampoco este es un requisito indispensable. Basta colocarlo junto al último volumen de una fila y que evite que este se caiga. Desde luego, no siempre cualquier cosa quedará bien: el ingenio y la creatividad de quien asuma la tarea de organizar y decorar la librería ejercerán un papel central.
También existe la posibilidad de elaborar sujetalibros de forma artesanal. Para ello, lo recomendable es utilizar una pieza metálica de poco espesor, doblada de tal manera que forme un ángulo recto (es decir, que quede con forma de L). Los últimos libros de la hilera deben colocarse encima del lado horizontal de dicha L, de manera que el propio peso de estos volúmenes garantice la estabilidad del conjunto. La pieza metálica se puede decorar de diversas maneras: pintarla, pegarle papel y formar un collage o bien adherirla a alguna figura, como las clásicas para sujetalibros ya citadas.