Cuando llega un momento en el que los ahorros no dan más de si, hay que encontrar alguna solución puntual y excepcional para conseguir ingresos adicionales en la cuenta corriente, por mucho que cueste tomar la decisión. Entre otras opciones, quien tenga bienes, puede alquilar los que no utiliza con frecuencia o no le son necesarios. Como se indica a continuación, entre las propiedades puede haber alguna que cumpla con estos requisitos y sea sensible a un traspaso momentáneo. El trastero, la plaza de garaje e incluso la segunda vivienda pueden ser objeto de estas operaciones.
¿Qué bienes puedo alquilar?
Hay bienes que no se utilizan demasiado, o que se tienen y podrían dar una bonita suma a sus propietarios si los arrendaran. No se trata de desprenderse de ellos, sino de darles una viabilidad que hasta el momento no tienen. Y como, además, su mantenimiento exigirá unos costes económicos que perjudicarán aún más el estado de cuentas, alquilarlos es una estupenda opción para obtener liquidez.
Ancianos o enfermos que no pueden volver a conducir pueden alquilar su vehículo y así mejorar sus cuentas personales
Para desarrollar esta operación, lo primero que debe hacerse es un diagnóstico real y preciso de las necesidades, y comprobar qué bienes se requieren y cuáles no. En función de estas variables, se puede implantar un modelo de prioridades para desprenderse de alguno de ellos, de forma momentánea, aunque sin descartar una venta si la situación así lo exigiese. A partir de esta premisa se puede elaborar una lista con los principales bienes que podrían cambiar de manos durante un tiempo:
Segunda residencia:
Es frecuente que los propietarios de estas viviendas (en destinos de sol y playa o montaña, sobre todo) las tengan desocupadas durante gran parte del año, inutilizadas pero teniendo que afrontar sus principales gastos (comunidad, impuestos, recibos…). En estos casos, la solución puede residir en alquilarlos por un periodo no muy largo (en otoño o primavera, que es cuando menos se usan), y así obtener una rentabilidad que compense el esfuerzo realizado para su adquisición. Además, al no desprenderse de ellos, será una fuente más de riqueza patrimonial.
Habitaciones:
En la vivienda habitual se pueden alquilar habitaciones a otras personas (estudiantes, trabajadores con movilidad social, etc.) que aporten una renta por el empleo de los servicios.
Plaza de garaje:
Cuando apremia la necesidad de tener liquidez en la cuenta, no está de más alquilar la plaza de garaje a algún vecino o conocido que necesite este servicio. Incluso se puede compartir con otras personas que requieran un pequeño espacio para aparcar su motocicleta u otra clase de vehículos de pequeña cilindrada.
Trasteros:
Es otra de las zonas que puede alquilarse a personas que precisen de un pequeño lugar para alojar sus pertenencias. Es una operación muy efectiva en los casos en que los propietarios no utilicen de forma habitual estas estancias del inmueble.
Vehículos:
Puede que por fuerza mayor (ancianos, haber sufrido alguna enfermedad…), algunas personas se vean en la necesidad de dejar de conducir. Pueden vender o alquilar su vehículo, y así tener una oportunidad para mejorar sus cuentas personales.
Segunda mano:
En casos excepcionales, se pueden alquilar o vender instrumentos o artículos que no sean necesarios. Para formalizar esta operación, se puede acudir a las cada vez más numerosas tiendas de segunda mano que se reparten por toda la geografía nacional.
En los casos más urgentes, y si se tienen joyas u otros artículos de valor, siempre queda el recurso de empeñarlos. Aunque esta opción solo es recomendable en caso de total necesidad para disponer de liquidez en la cuenta corriente.
Estas operaciones se formalizan a través de casas de empeño, donde los clientes dejan la prenda como garantía y, a cambio, reciben dinero. Cuando pagan el préstamo, les devuelven sus mercancías.
Las casas de empeño prestan dinero, sobre todo, por artículos de valor (desde joyas de oro y diamante, instrumentos musicales, televisores, electrónica, antigüedades, etc.). No obstante, en la mayoría de los casos, las valoraciones de estos artículos están por debajo de su coste real, aunque cuando son objetos de oro o plata, siempre se basan en los precios del mercado de metales preciosos, con tarifas objetivas.