La deflación, olvidada durante unos años, parece que puede instalarse en la economía española. Así se constata en un reciente informe del Fondo Monetario Internacional (FMI) que señala a España como el país de la Unión Europea con mayor riesgo de caer en ella. Pero, ¿sabemos lo que significa? La deflación es una bajada generalizada y prolongada, durante al menos dos semestres, del nivel de precios de bienes y servicios, y se desarrolla ante una caída de la demanda. Pero, como se señala en el siguiente artículo, buena parte de los economistas admiten que sus efectos pueden ser incluso más perjudiciales para la economía que la propia inflación.
Repercusión de la deflación entre los consumidores
A pesar de los datos del FMI, desde el Instituto Nacional de Estadística (INE) aseguran que técnicamente no se puede hablar de deflación hasta que no se registren «seis meses consecutivos con tasas negativas de la inflación subyacente». La economía española ha desarrollado dos meses consecutivos sin que crezcan los precios, con una bajada del 0,1% en el mes de marzo y un estancamiento en febrero (0,0%). Pero el indicador adelantado del Índice de Precios al Consumo (IPC) de abril parece que es menos inquietante, al situarse ya en terreno positivo (+0,4%), pero como consecuencia del efecto revitalizador de la Semana Santa, que puede haber ayudado a esta aceleración de los importes.
En deflación, las empresas, para cubrir sus costes, tienen que abaratar sus precios, lo que provoca una bajada de salarios de sus trabajadores
Ante esta coyuntura que puede instalarse en el escenario económico nacional, ¿cómo se verían afectados los consumidores?
Sus primeros efectos se generan con una caída generalizada del nivel de los precios de bienes y servicios. Desde este prisma, hay ventajas para el consumidor, ya que casi todo será más barato: desde la cesta de la compra a la adquisición de material para el colegio.
Pero esta situación detecta una caída general de toda la economía, y las empresas, para cubrir sus costes de producción, tienen que abaratar sus precios, con una contención (si no regresión) en el nivel de salarios de sus trabajadores.
Para determinados bienes (inmuebles, coches, electrodomésticos…), y al generalizarse las bajadas de costes, se crea una sensación entre los consumidores de que los precios pueden seguir cayendo y tendrán oportunidad para comprarlos a mejor importe después. Esto retrae el consumo ante la falta de circulación del dinero entre los sectores productivos.
Al descender la demanda de bienes y servicios se genera un exceso de la oferta, lo que conlleva una nueva disminución de los precios.
De ser prolongada la deflación, los hipotecados podrían verse perjudicados al subir los intereses de estos productos de financiación.
Los datos ofrecidos por el indicador adelantado del Índice de Precios al Consumo detienen, por el momento, la espiral bajista en los precios de los meses precedentes: en abril ha llegado al 0,4%, y supondría un aumento de cinco décimas en su tasa anual. En este comportamiento destaca la subida de los importes de los servicios turísticos, por la Semana Santa. También influye la estabilidad de los costes de la electricidad y de los carburantes y lubricantes, frente a la bajada experimentada el año pasado.
Por su parte, la variación anual del indicador adelantado del Índice de Precios de Consumo Armonizado se sitúa en abril en el 0,3%, con lo que la tasa anual aumentaría cinco décimas respecto al mes anterior. Por lo que respecta a la evolución de la tasa mensual, los precios de consumo registran en abril un aumento del 0,9% respecto al mes de marzo, según el indicador adelantado del IPC.