Una de las reflexiones más generalizadas que se hacen los españoles, en los últimos meses, es la referente a la conveniencia o no de salir del euro. El efecto de las políticas económicas llevadas a cabo por la UE, que han generado dudas sobre su capacidad para afrontar la crisis, y la difícil situación por la que atraviesan los países periféricos, como Chipre, Grecia, Italia, Eslovenia y la propia España, a lo que se une la debilidad del sistema financiero español (con la excepción de los grandes bancos Santander y BBVA), han propiciado el debate. Sin embargo, tal y como se detalla en el siguiente reportaje, la inflación, la subida de los tipos de interés, la bajada de los salarios y el aumento del paro, además de otras consecuencias funestas para la economía, son los primeros efectos que se dejarían notar, si España sale del euro en un momento como el actual.
Qué efectos tendría para España la salida del euro
Pese a los problemas financieros que afectan a la Unión Europea, la mayor parte de los analistas económicos y políticos coinciden al argumentar que salir del euro sería muy perjudicial tanto para España como para el resto de la UE. Estas serían algunas de las repercusiones más directas y devastadoras:
Devaluación de la nueva moneda nacional
La subida de precios reduciría el consumo y el aumento de los tipos de interés disminuiría la inversión
Salir del euro supondría que nuestro país volvería a dirigir su política monetaria, al retomar el control sobre su moneda. La devaluación de la propia moneda es la principal ventaja que se esgrime ante una hipotética salida del euro, ya que, en principio, España sería más competitiva frente a sus vecinos, porque podría exportar más y a precios más baratos. Asimismo, el sector turístico se vería favorecido, puesto que a los extranjeros les resultaría más económico viajar a nuestro país.
Sin embargo, la devaluación implica una pérdida progresiva del valor de la moneda nacional, una mayor inflación y unos altos tipos de interés. A la larga, las devaluaciones sucesivas suponen el deterioro de las economías, porque se exporta más barato, pero no se puede importar, pues los precios exteriores resultan muy caros. Algunos analistas estiman que la nueva moneda se depreciaría una media del 50%, con lo que las familias y las empresas serían un 50% más pobres. Así, la devaluación monetaria traería consigo un empobrecimiento generalizado de todo el país.
Crisis bancaria
La salida del euro puede desencadenar una grave crisis bancaria, ya que habría agitación, retiradas masivas de fondos de los bancos y una huida de capitales hacia otras economías más estables. Los ciudadanos sacarían de los bancos sus capitales en euros antes de que se produjera la conversión a la nueva moneda, que surgiría ya muy depreciada. Para frenar esta evasión, las autoridades gubernamentales impondrían limitaciones a las retiradas de los depósitos, es decir, se produciría un «corralito» financiero.
Estas medidas, unidas a la disminución del crédito por parte de las entidades en apuros, restringirían el consumo y la inversión, con la consecuente contracción de la producción y el empleo. Además, muchos españoles perderían sus ahorros, al colapsarse la banca, y el Estado ya no tendría capacidad económica para rescatarla.
Aumento de la deuda
La deuda, tanto pública como privada, se emite en euros desde 1999 y España habría de pagar en esta moneda. Tanto el Estado como las empresas tendrían que hacer frente a sus obligaciones con terceros en euros o hacer un «default» (una suspensión de pagos). Esta última opción cerraría para nuestro país y sus compañías los mercados internacionales de capitales.
Una economía como la española, que necesita de flujos de capital extranjero para mantenerse, se vería abocada al descalabro. Tras la devaluación de la nueva moneda, el Gobierno no podría abonar sus deudas, pues estas se habrían duplicado, lo que llevaría al país, irremediablemente, al impago.
Quiebra de numerosas empresas
Si una nación no consigue pagar sus deudas, no puede seguir financiándose en el exterior. A las grandes empresas españolas que buscan financiación en los mercados internacionales les ocurriría lo mismo. Si no se realiza el «default», muchas compañías tendrían que cerrar o encarecer sus precios, con lo que aumentaría la inflación.
Al igual que sucedería con el Gobierno, las empresas tendrían que renegociar su deuda y verían cortado el grifo del crédito. A ello hay que añadir que pocos países prestarían o invertirían en España.
Restricciones en los créditos de los bancos
La imposibilidad de financiarse provocaría que las entidades restringieran aún más sus condiciones para conceder préstamos y créditos a los ciudadanos. Se generaría un efecto dominó de quiebra de algunos bancos europeos (que fueron prestamistas de España) y nacionales, con el consiguiente contagio a Europa y Latinoamérica.
Subida de los tipos de interés
El Banco de España podría subir los tipos de interés hasta el 15% y sus efectos sobre el consumo y el empleo serían devastadores. Con los tipos de interés disparados, acceder a una hipoteca o a un préstamo sería muy costoso para los clientes, pues tendrían que hacer un mayor desembolso económico para dotarse de liquidez, las cuotas mensuales registrarían subidas vertiginosas y el riesgo de endeudarse sería más elevado. Por su parte, las hipotecas dejarían de estar referenciadas al euríbor.
Incremento de la inflación
Ante la falta de liquidez, el Banco de España tendría que imprimir moneda para abonar sus deudas, con lo que se produciría un proceso inflacionista y los mercados de divisas reaccionarían depreciando de nuevo la moneda, al encarecerse aún más las importaciones.
España, como importadora neta de productos básicos, incluidos los agrícolas, sufriría la hiperinflación de dichos artículos. Además, su dependencia energética, que es el doble de la media europea, haría que una mejora de la competitividad, debida a la depreciación, quedara anulada por los mayores costes.
Aumento del paro
Las subidas de precios reducirían el consumo y el aumento de los tipos de interés reduciría la inversión, con la consecuente contracción de la producción. Estos datos, unidos al cierre de las empresas, incrementarían los niveles de desempleo.
Bajada de los salarios
Si la producción se ha contraído, los salarios tendrían que disminuir para mantener la competitividad y desaparecería la clase media.
Altos costes de adaptación a la nueva moneda
A todo lo anterior hay que añadir los costes derivados de la adaptación de la contabilidad, los sistemas informáticos y los cajeros. Además, se tendrían que emitir las nuevas monedas y billetes y acostumbrarse a realizar los cálculos en la nueva unidad monetaria. Se llevarían a cabo los mismos costes que se produjeron al introducir el euro pero, en esta ocasión, sin el plazo de tres años de que se dispuso entonces para asimilarlos.
Por todas estas razones, la salida de España del euro traería consecuencias nefastas. Asimismo, no se puede garantizar que, de producirse la salida de un país de la zona del euro, no se produzca un efecto contagio a otros miembros de la UE como Chipre, Grecia, Portugal e, incluso, Italia.
La amenaza de la Comisión Europea de expedientar a España, si no realiza las reformas necesarias para recuperar el crecimiento, ha vuelto a suscitar el debate sobre la conveniencia o no de salir del euro. Pese a las altas tasas de paro, las reformas que ya se han hecho en materia laboral y las subidas de impuestos que se han llevado a cabo, la Comisión Europea, aún reconociendo los esfuerzos de España, insiste en que debe continuar con sus políticas de ajuste si no quiere permanecer en recesión hasta bien entrado 2014.
La caída de los precios de la vivienda en casi un 31%, el desempleo, que subirá con probabilidad hasta el 27% este año, y el aumento de la morosidad de los créditos han llevado al Ejecutivo comunitario a solicitar a España unas reformas que neutralicen sus desequilibrios. Así, Bruselas examinará las medidas correctivas que presente el Gobierno y el próximo 29 de mayo decidirá si es necesario emprender un procedimiento sancionador por los desequilibrios excesivos, que prevé sanciones de hasta el 0,1% del PIB (unos 1.000 millones de euros).
Esta amarga tesitura ha reavivado el debate que se suscita con cierta frecuencia desde el estallido de la crisis, en 2007, aunque en los últimos meses ha cobrado un mayor protagonismo. Los rescates a Irlanda, Grecia y Chipre, las dudas sobre la capacidad de la Unión Europea para salir de este escenario de crisis, la débil situación del sistema financiero español (exceptuando las dos mayores entidades, Santander y BBVA) y las altas tasas de paro no han hecho sino alentar la idea de la salida del euro. Sin embargo, el periodo de inestabilidad que se generaría en España, además de otros muchos efectos negativos, pondría a prueba la resistencia de los ciudadanos y supondría un importante deterioro de la economía del país.