Las elevadas temperaturas del verano hacen que durante esta estación se consuma más agua y que la factura se eleve muy por encima de la media anual. El ocio se concentra en las piscinas, hay que regar los jardines más a menudo y el calor estival hace necesario refrescarse y beber con más frecuencia. Pero conviene utilizar el agua de forma racional. Aunque este año los pantanos no estén a niveles muy bajos, siempre es importante hacer un uso controlado de los recursos hídricos. Hay gestos que no requieren ningún esfuerzo y otros que cuestan algo más, pero a la larga compensan. Con una serie de prácticas en casa, el jardín y las piscinas, como se apunta en este artículo, a la vez que se preserva un bien escaso, se consigue llegar al final del verano con algo más de dinero en el bolsillo.
1. Ahorrar agua en casa
Ducha mejor que baño. En verano, el calor hace que la ducha y la bañera se utilicen más que el resto del año: por la mañana antes de ir a trabajar, por la tarde después de la piscina o para quitarse los restos de arena de la playa. Por cada ducha de cinco minutos se consumen unos 100 litros de agua, mientras que en llenar la bañera se gastan en torno a 300 litros.
Enjabonarse con el grifo cerrado. En invierno puede ser desagradable cortar el agua mientras se utiliza el jabón, debido al frío. Pero en verano esta práctica se puede llevar a cabo. Si una persona se moja, cierra el grifo, se enjabona y después se aclara, puede ahorrar más 50 litros en cada ducha.
Poner un atomizador en la ducha. Son artículos que se venden en cualquier ferretería y reducen el caudal. Agregan aire y dan la sensación de que el chorro es mayor cuando en realidad se utilizan menos litros. Es posible ahorrar un 50% con estos aparatos sin que quien se ducha se dé cuenta. Se pueden poner también en el resto de los grifos de la vivienda.
Los atomizadores permiten ahorrar el 50% del consumo sin que el usuario lo perciba
Aprovechar el agua que se pierde hasta que sale caliente. En algunas casas, pasa más de medio minuto desde que se abre el grifo hasta que el agua sale caliente; mientras, muchos litros se van por el desagüe. Si se usa un cubo grande, la cantidad que se aprovecha se puede reutilizar para regar las plantas o fregar el suelo.
Utilizar la doble descarga. Cada vez más inodoros vienen con doble descarga: uno de los botones solo emplea la mitad de la cisterna y el otro toda su capacidad. En función de las necesidades de cada momento, se puede usar una u otra opción.
Reducir la capacidad de la cisterna. Quien no tenga un inodoro de doble capacidad puede introducir una botella en la cisterna para utilizar menos agua.
No tirar de forma innecesaria de la cadena. Muchas veces en el váter solo hay un papel que se ha utilizado para limpiar algo o un algodón que ha servido para curar una pequeña herida. En estos casos sería mejor esperar a que hubiera algo más en el inodoro para usar la cisterna.
El váter no es una papelera. Los restos de pelos que quedan en la bañera tras la ducha o los aceites sobrantes de la comida a veces se tiran al inodoro. Lo adecuado sería dejarlos en la basura, así se gasta menos agua y no se contaminan los ríos.
Cerrar el grifo al afeitarse o lavarse los dientes. Cada vez se reduce más la costumbre de lavarse los dientes o afeitarse mientras corre el agua; pero se sigue haciendo. En tres minutos se pueden perder decenas de litros. Lo correcto sería utilizar el agua al principio, para mojar el cepillo o enjabonarse la cara, y cerrar el grifo hasta el momento de enjuagarse o quitar el vello de la cuchilla. De esta forma, en gestos cotidianos, se ahorran muchos litros al día.
Llenar la lavadora y el lavavajillas. Cada vez que se utiliza la lavadora se pueden gastar en torno a 100 litros de agua, por lo que es recomendable que esté llena de ropa cuando se quiera poner en marcha. Lo mismo ocurre con el lavavajillas. También hay programas de media carga que se deben utilizar si hay que lavar con el electrodoméstico a la mitad de su capacidad.
Cortar el agua mientras se friegan los platos. Si la vajilla se lava a mano, se debe mantener el grifo cerrado cuando se está enjabonando y abrirlo después en el aclarado.
Llenar menos el cubo para fregar. En algunos casos se utiliza más agua de la necesaria para limpiar los suelos y después se tira. Con un tercio del cubo o menos sería suficiente.
Arreglar las fugas que puedan tener los grifos. Los escapes de agua y los goteos pueden suponer perder hasta 100 litros de agua al mes, por lo que conviene cerrar bien los grifos y arreglar las fugas aunque parezcan pequeñas.
2. Ahorrar agua al regar el jardín
Regar en las horas más frescas. Para evitar que el agua se evapore con rapidez, lo mejor es regar el jardín a primera hora de la mañana o a última hora de la tarde. Así el agua utilizada actuará de manera más eficaz sobre las plantas y se gastarán menos litros.
Poner sistemas de riego por goteo. Es de los que menos agua gasta y actúa de forma más eficiente. Si se tiene intención de poner un jardín nuevo o es el momento de cambiar las instalaciones de riego existentes, se puede elegir esta opción.
Comprobar que no hay fugas. Conviene revisar al menos una vez cada verano los sistemas de riego para evitar que gota a gota se pierdan miles de litros de agua a lo largo del año. También hay que limpiar los filtros porque la suciedad hace que el riego sea menos eficaz.
Usar regaderas. No siempre es necesario usar mangueras o riego por aspersión. Con las regaderas u otros recipientes tradicionales es posible mantener el jardín, o al menos algún grupo de plantas, en perfectas condiciones.
Colocar depósitos para aprovechar la lluvia. Se puede reutilizar el agua que cae, que de otra manera se desperdiciaría, para regar, limpiar o cualquier otro uso.
Optar por especies autóctonas. Sus necesidades hídricas son mínimas y están totalmente adaptadas al suelo y al clima. Pueden vivir solo con el agua de la lluvia sin necesidad de que se las riegue con frecuencia. A la hora de diseñar el jardín, se puede tener en cuenta.
Dividir el jardín en hidrozonas. Unas plantas necesitan más agua que otras. Si se agrupan aquellas que requieren recursos hídricos superiores y, por otra parte, las que tienen una necesidad intermedia y las que no tienen por qué ser regadas, el ahorro y la eficacia son mayores.
Evitar la evaporación con cortezas o mantillo. Si se ponen en la base de las plantas, el riego que necesitan es menor, pues conservan bastante el agua.
Instalar césped de bajo consumo. Algunos tipos de césped son resistentes a la sequía y necesitan menos agua. Si se opta por este tipo de hierba, a la larga el ahorro será notable. Si el jardín aún no está diseñado, es acertado prescindir de la hierba o utilizarla en pequeñas extensiones porque es necesario regarla con mucha frecuencia.
Emplear sensores de lluvia y humedad de la tierra. Los sistemas de riego se pueden programar en función de la humedad detectada. Hay sensores que hacen que el riego se detenga cuando detectan que llueve. Es frecuente observar que la aspersión está programada a ciertas horas del día y se enciende a pesar de que esté lloviendo, lo cual parece bastante contraproducente. Otros sensores ven si el suelo tiene humedad y no empiezan a regar hasta que consideren que las plantas lo necesitan.
Ajustar los aspersores. También se suele ver cómo las aceras o los caminos están mojados porque al moverse el aspersor, el agua se sale de los jardines. Si se colocan de manera que el agua solo caiga sobre la zona de riego, este será mucho más eficiente y se ahorrarán muchos litros. Además de colocarlos bien, hay que regular la cantidad de agua que despiden para evitar que algunas plantas queden encharcadas.
Eliminar las malas hierbas. Se llevan mucha agua del suelo que debería estar destinada al césped o al resto de plantas, por lo que de forma periódica hay que arrancarlas.
3. Ahorrar agua en la piscina
En España hay más de medio millón de piscinas particulares. Cada año sus propietarios gastan millones de litros de agua en llenarlas, renovarlas o mantenerlas. Con unos sencillos pasos, y sin dejar de disfrutar del baño, se pueden ahorrar muchos metros cúbicos de agua.
Tapar la piscina con una lona mientras no se usa. Ayuda a que no se forme verdín y así dura más tiempo limpia, se puede reciclar con más facilidad y menos agentes químicos. Además de ser una medida de seguridad para niños, que pueden caerse a la piscina en un descuido, la cubierta también evita la evaporación y la pérdida de agua. En una piscina de 40 metros cúbicos, la evaporación sin lona es de unos 24.000 litros al año, pero si se utiliza un cobertor, desciende hasta los 7.000 litros.
Comprobar la estanqueidad. Muchas veces, el agua se pierde porque el circuito hidráulico no está colocado de manera correcta y se producen pequeños goteos que, a lo largo del año, suponen miles de litros perdidos.
Conservar el agua de un año a otro. Las piscinas pueden pasar varios años sin llenarse. Si durante el invierno se ha cuidado, se ha tapado y se ha mantenido en correcto estado, no será necesario vaciarla y llenarla de nuevo. De cara al fin del verano, cuando no se vaya a utilizar, se puede depurar de forma periódica y echar un par de veces durante el invierno y la primavera productos para limpiarla.
Utilizar oxígeno activo en vez de cloro. La utilización de cloro para desinfectar las piscinas hace aconsejable vaciar el agua cada tres años. Esto supone gastar miles de litros. Si se utiliza el oxígeno activo, ya no será necesario cambiar íntegramente el agua de la piscina con tanta frecuencia.
- Establecimientos hoteleros
Además de seguir las mismas pautas de ahorro que en cualquier casa, en los hoteles durante el varano -y ya también en el resto de estaciones- intentan lavar menos las toallas. Durante el verano, los hoteles del litoral y del interior se llenan de personas dispuestas a disfrutar de la playa o la montaña. Muchos hospedajes piden a sus clientes por medio de carteles que no dejen la ropa de baño para lavar si no es necesario.
Hay quien tiene por costumbre pedir que le cambien las toallas todos los días, aunque solo las haya utilizado una vez. Si se reduce este ritmo y se limpian solo cuando es necesario, se ahorra agua y se contamina menos, pues también disminuye el uso de detergentes y lejías.