La primera reacción ante la falta de trabajo, las deudas contraídas y la dificultad para llegar a fin de mes es el agobio y el abatimiento. La segunda, dar paso al ingenio para protegerse de esa lluvia de problemas. A la sombra de una recesión, sin nómina, certezas ni créditos, muchos ciudadanos han comenzado a apelar a su creatividad para hacerle frente a la crisis. Así, en una mezcla de innovación y de rescate de los modelos de antaño, convertir las posesiones en dinero empieza a perfilarse como una vía habitual para obtener liquidez. El método es bien simple: en lugar de pedir préstamos, vender lo que se tiene. Deshacerse de lo prescindible para mantener lo irrenunciable, como la vivienda o la alimentación.
Dar paso al ingenio
El auge de los comercios de compraventa, los mercadillos de segunda mano, las casas de empeño y las tiendas que compran oro al peso no es casual. Al contrario. Refleja perfectamente que “crisis” significa “cambio” y, para algunos sectores, oportunidad. La reactivación de estos negocios en la España del siglo XXI -la octava potencia económica mundial- no ha pasado desapercibida y hasta ha sido noticia. Sin embargo, que el modelo se haya vuelto más visible no significa que no existiera, tanto en décadas anteriores como en los sectores más vulnerables de la población. Cualquier persona mayor que haya vivido la posguerra o quien haya padecido los efectos de la economía sumergida sabe de la existencia de estos comercios y, básicamente, conoce cómo funcionan. Dicho esto, ¿dónde está la novedad?, ¿qué es lo que diferencia a las ventas de 2009 de las de 1950? Ambas preguntas pueden responderse de este modo: muchos ciudadanos han encontrado en la venta de sus posesiones un método eficaz para conseguir dinero, pero el comercio no se agota en los objetos. Cada vez con más frecuencia, las personas venden partes de sí mismas para luchar contra la crisis. Del cabello a los óvulos y del esperma a los implantes dentales, todo lo que sea legal está en venta. Y cotiza.
El pelo, un tema de peso
La venta de cabello natural es quizá el mejor ejemplo de cómo las modas regresan. En Justino Delgado -el único almacén de cabello humano de España, y el mayor del mundo- señalan que, a cuenta de la crisis, la cantidad de ofrecimientos se ha disparado. No sólo eso, la situación actual ha hecho que la empresa retomara el método de trabajo de sus comienzos; es decir, comprar el pelo directamente a los particulares, algo que no ocurría desde hace 15 años.
Por un kilo de pelo pueden pagarse entre 150 y 500 euros
El negocio empezó hace medio siglo, cuando había una posguerra y hambre en España -relatan sus responsables-. En aquellos tiempos, la gente lo guardaba todo, incluso el pelo, que muchas veces se conservaba en un cajón por cuestiones afectivas. El fundador de la firma recorría entonces las casas y los pueblos para comprar trenzas de pelo natural. La dinámica fue cambiando conforme crecía la empresa, aunque en la década de los 90 dejó de comprar pelo a particulares y empezó a trabajar con otras empresas o, directamente, con peluquerías. Hace pocos meses -a finales de 2008, precisan fuentes de la compañía-, volvieron a recibir cabello directamente de las personas. Y, como confirman, la idea ha tenido gran éxito.
Ahora bien, ¿cuánto se puede ganar vendiendo el pelo? Como en todo, depende. En principio, se valora según la longitud, el peso y la uniformidad del volumen desde la raíz a las puntas. El rango de precios varía, pues no es lo mismo una coleta de 40 a 50 centímetros de largo, que otra de más de medio metro; ni es lo mismo un pelo grueso, pesado, que otro más débil. Así, dependiendo del largo y la calidad, por un kilo de pelo puede pagarse entre 150 y 500 euros. Como orientación, una coleta pesa entre 30 y 100 gramos, de modo que la ganancia estándar va de 20 a 40 euros. Puede parecer poco, pero como puntualizan desde el almacén, “siempre es mejor ganar algo a dejarlo en el suelo para que lo barran con la escoba”.
Otros mercados: oro, células reproductivas…
Por mucha sofisticación tecnológica, bolsa de inversión y banca electrónica que exista, el oro continúa siendo la base de la economía. Este elemento es el que respalda el valor del dinero, que sólo sería papel si en los países no existieran reservas. Pero, además de este hecho, de su significación histórica, y de todo lo que simboliza socialmente este metal, los objetos realizados en oro tienen la particularidad de que no se devalúan con el paso del tiempo. Más aún: algunos de ellos, como las joyas, se revalorizan al convertirse en antigüedades o almonedas. Dejando a un lado su valor afectivo, las joyas de oro han sido (y son) una pequeña reserva de seguridad familiar; un recurso. Y su venta o empeño ha servido muchas veces de escape a las dificultades financieras.
Las casas de empeño y de compraventa de oro no son negocios nuevos. Sin embargo, con la crisis, su protagonismo ha aumentado en el mercado. Lógicamente, para muchas personas no es fácil desprenderse de algunos objetos, ya que suelen representar momentos importantes de sus vidas o las de sus afectos. Sortijas de compromiso, alianzas matrimoniales, medallas de los antepasados y relojes de otros tiempos son sólo algunos ejemplos de lo que suele llevarse a una tienda de empeños u ofrecerse a algún comprador. Como fragmentos de la historia personal de cada uno, despojarse de ellos es también una forma de “venderse”; pero no la única. Existe otra menos romántica y más orgánica: vender los implantes dentales de oro.
Las prótesis dentales son de oro de 14 ó 22 quilates, y se puede obtener por ellas entre 10 y 20 euros
¿Se trata de arrancarse los dientes para hacer frente a la crisis? No necesariamente, pues tampoco es frecuente llevar esta clase de piezas. Los materiales odontológicos han cambiado y, en lugar del oro, hay otras alternativas más estéticas y menos costosas para reparar una dentadura. Si bien hoy día se emplea en ciertas ocasiones (para la joyería dental, por ejemplo), este metal sí fue muy utilizado en otras épocas y es bastante común que, al fallecer una persona con este tipo de implantes, la familia los haga extraer y los conserve. Las tiendas que compran oro se dedican, sobre todo, a la joyería; pero eso no impide que acepten piezas sueltas, incluidas muelas y dientes de oro. Al igual que ocurre con el cabello, el precio del oro dependerá de su calidad y peso, así como de lo que esté dispuesto a pagar el comprador. La calidad de este metal se mide en quilates (k), unidad que designa su pureza, y en el mercado se suelen encontrar piezas de entre nueve y 24. En términos generales, por 10 g de oro pueden obtenerse entre 55 euros (si la pieza es de 9 k) y 180 (si es de oro puro, es decir, de 24 k). Las prótesis dentales (sean un diente completo, un empaste o una cobertura estética) se realizan generalmente con oro de 14 ó 22 quilates y no son muy pesadas, de modo que se puede obtener por ellas entre 10 y 20 euros.
Donar células reproductivas
En diciembre del año pasado se dio a conocer la nueva tendencia norteamericana: vender sangre o pelo para pagar la hipoteca o las compras del supermercado. La venta de tejidos y fluidos corporales al otro lado del Atlántico se disparó en 2008, originando un buen número de debates éticos y sanitarios. Aunque pueda sorprender, España no es ajena a este mercado. Eso sí, tiene algunas limitaciones legales. La venta de sangre, por ejemplo, está prohibida por ley desde hace 25 años (no es así en otros países, donde se paga hasta 100 euros por una bolsa de plasma). Y en lo que tiene que ver con la donación de óvulos y espermatozoides, la Ley de Reproducción Asistida establece que nunca ha de tener carácter lucrativo o comercial.
En cambio, sí es posible que el donante reciba una contraprestación económica por el tiempo que dedica a su colaboración y por las molestias que el procedimiento pueda ocasionarle, ya que debe someterse a varios análisis y estudios de sanidad, aptitud y viabilidad. La cuantía de esa compensación varía según la clínica y, también, la ciudad, aunque hay cifras estándar. En los bancos de semen, la donación ronda los 50 euros, y en el caso de los óvulos, oscila entre los 900 y los 1.000. La diferencia entre un precio y otro radica en que el método para obtener los gametos, en el segundo caso, es más complejo. Requiere un tratamiento hormonal diario (mediante inyección) para desarrollar varios óvulos en un mismo ciclo. Se realizan controles mediante ecografías y análisis de sangre, y la recuperación de los óvulos se hace mediante punción y aspiración a través de vagina, en quirófano y bajo anestesia. De todos modos, para la donación de espermatozoides se realizan unas 25 sesiones, lo que se traduce, al final del proceso, en unos 1.200 euros para el donante.
Sin embargo, y más allá de los distintos valores, sí hay algo en lo que coinciden casi todas las clínicas de fertilidad: la oferta de donantes ha aumentado en el último año. Aunque sigue habiendo personas que donan óvulos por solidaridad, se ha constatado un mayor interés que en años anteriores, como explican desde FIV Recoletos. Por supuesto, hay límites para el número de donaciones por cada persona (según la ley, hasta que haya dado lugar a un máximo de seis hijos) y no todas las candidatas son aptas, pero lo significativo del asunto es que, con la crisis, cada vez hay más mujeres que se atreven a dar este paso. ¿Y los hombres? También. No sólo hay más interesados que antes, el perfil de los donantes ha cambiado. Si hasta hace unos pocos años los que solicitaban una cita eran chicos jóvenes, generalmente estudiantes universitarios, ahora la horquilla de edades se amplía, abarca a personas mayores de 30 y, también, a padres de familia. De los distintos centros consultados para el reportaje, sólo uno -el Instituto Valenciano de Fertilidad (IVI)- ha señalado que el número de donantes e interesados se ha mantenido invariable con respecto a 2007. Aun así, en el IVI matizan que eso no significa nada, ya que al ser una clínica conocida, hacer mucha publicidad y campañas activas, siempre han tenido un gran número de donantes, incluso en época de bonanza económica.