La primera comunión es una de las celebraciones familiares más importantes, pero también más caras. Algunas familias se aprovechan de las propuestas de financiación de los comerciantes y solicitan un préstamo para abonar el importe de la celebración, que oscila entre 3.000 y 4.000 euros. Aunque el sacramento no tiene coste como tal, la organización supone un esfuerzo económico notable y, junto con las bodas, encabeza la lista de los eventos más costosos para cualquier familia de clase media. El mejor traje, los zapatos más bonitos, la merienda más sabrosa y un regalo para recordar se suman a los complementos, el fotógrafo profesional y un encuentro numeroso. Un desembolso de esta magnitud se nota en casi todos los hogares y resiente de modo muy serio la economía doméstica.
Los préstamos, protagonistas
La mayoría de familias que se endeudan para celebrar una comunión recurren al camino clásico: los préstamos personales. El coste de una comunión es inferior al de una boda, ronda 3.000 euros, por lo que se dedica poco tiempo a buscar alternativas o se opta por un préstamo exprés.
No obstante, este comportamiento poco meditado de los consumidores supone, en general, problemas. El inconveniente más serio es verse envuelto en un compromiso con el que no se puede cumplir. Hay que leer siempre la “letra pequeña” porque en ocasiones las condiciones son muy estrictas, hay intereses y comisiones “sorpresa” o penalizaciones demasiado duras para el supuesto de que el cliente se atrase en un pago mensual. El índice de morosidad se ha disparado en apenas dos años. Si en 2007 no llegaba al 0,75%, hoy supera el 5%. En el caso de las financieras, la deuda de los clientes representa casi el 10% del total del crédito.
La mayoría de las familias que se endeudan para celebrar una comunión recurre al camino clásico: los préstamos personales
Otro inconveniente que ocasionan las prisas impide acceder a algunos beneficios puntuales. Dejar a un lado los préstamos específicos equivale a cerrar la puerta a algunas ventajas que las entidades proponen como parte de sus promociones. Entre otras, pactar un interés fijo que rija durante toda la vida del préstamo, tener la posibilidad de reducir ese plazo (o el importe de las cuotas) mediante amortizaciones anticipadas u obtener unas mejores condiciones para familias numerosas.
España ha vivido una década de bonanza económica que, hasta hace un par de años, permitía afrontar los costes de una primera comunión en metálico o utilizar las tarjetas sin miedo. Al amparo de ese contexto de tranquilidad, los préstamos y los créditos para este tipo de celebraciones crecieron sin medida. Quien no podía pagar el convite en efectivo, lo hacía a plazos “con intereses”. El mercado financiero alcanzó tal nivel de refinamiento, que creó productos específicos para costear bodas y comuniones. Sin embargo, la situación ha cambiado y hay que estudiar muy bien todas las opciones.
Los vendedores
A los créditos y préstamos concedidos por las entidades financieras se suman otras iniciativas que permiten a los consumidores aplazar el pago de algunos gastos. En los dos últimos años, sobre todo en 2009, han aumentado los clientes que solicitan aplazar el pago o hacerlo en cuotas. Los propios comerciantes brindan esta posibilidad para asegurarse las ventas y mantener el volumen, aunque haya un mayor margen de riesgo. En algunos casos, es posible comprar un vestido y pagarlo en seis plazos o al cabo de tres meses.
Austeridad, gangas y cuotas
En un contexto económico que no invita demasiado al festejo, priman el ahorro, la moderación y la austeridad. Si bien se utiliza la tarjeta de crédito y se acude a los establecimientos financieros en busca de un préstamo, la consigna fundamental es reducir el monto que se pide y endeudarse lo mínimo posible. Para lograrlo no hay fórmulas mágicas: es necesario economizar, renunciar a algunas compras o abaratar sus costes, y negociar cierta flexibilidad en los pagos a los proveedores.
La consigna hoy es reducir el monto que se pide y endeudarse lo mínimo posible
Este giro se nota, en especial, en el sector comercial y el de servicios. Los dependientes de las tiendas, los propietarios de los establecimientos hosteleros y otros profesionales (como los fotógrafos) son quienes más perciben este cambio, una transformación cuyo punto de origen está en la crisis económica. Eso sí, la manera de manifestarla tiene matices. Incluso hay perfiles, ya que no todo el mundo reacciona igual:
La austeridad no tiene precio.
En un buen número de casos, el talante fastuoso de las primeras comuniones ha desaparecido casi por completo. Se conserva lo esencial de la celebración, pero se prescinde de todo lo accesorio. Para muchas familias “menos es más” y encaran la organización de la ceremonia con el convencimiento de que cuanto más sencilla sea, mejor resultará. En estos casos, se llega hasta donde se puede pagar. La ropa es más simple, la celebración se festeja en casa y las fotos corren a cargo de algún pariente o amigo.
El gasto selectivo.
Otra solución es gastar el dinero de manera selectiva. Para ello, hay que hacer un listado de los elementos necesarios (como el traje, las flores, los complementos, la comida o el regalo), ordenarlos por prioridades, adjuntar su precio estimativo y tener claro con qué presupuesto se cuenta. Lo más difícil es elegir. Para algunas familias, lo fundamental será la ropa y los complementos de los pequeños. Otras pondrán el acento en el obsequio o en la reunión familiar.
Parecido por menos.
Las familias que se preocupan más por no excederse en los gastos, pero consideran que una comunión sin todos los elementos tradicionales no es lo mismo, adquieren ropa o servicios más económicos, contratan un reportaje fotográfico más sencillo o reducen el número de invitados.
Celebración sin recortes.
Para algunas familias, las primeras comuniones son acontecimientos únicos e irrepetibles y hay que celebrarlas sin escatimar gastos. Este grupo es el más vulnerable a solicitar un préstamo o un crédito.