Dar un valor económico a los ecosistemas y la biodiversidad, de manera que quien los proteja se beneficie. Es uno de los principales objetivos de las herramientas de mercado para la conservación de la naturaleza. Diversas instituciones y empresas de todo el mundo las utilizan con buenos resultados económicos y ecológicos. David Álvarez es el director ejecutivo de Ecoacsa, una empresa que ha desarrollado “Mercados de Medio Ambiente“, la primera plataforma web en España especializada en divulgar las ventajas de dichas herramientas. Este ingeniero de montes recuerda que no son la panacea para todos los problemas ambientales, pero pueden ser de gran ayuda para la conservación de la naturaleza. Álvarez destaca también la importancia de los consumidores, que pueden exigir productos sostenibles sin que tengan que ser más caros.
La sociedad actual, netamente capitalista, no le otorga importancia a lo que carece de valor económico. Los aspectos que no se rigen por ese modelo generan desequilibrios e ineficiencias del sistema. Estas herramientas, que en parte otorgan valor económico a los ecosistemas, sirven para corregir estos desequilibrios. La sociedad se beneficia gratis de los servicios de estas acciones de conservación. ¿No sería justo incentivar de forma económica a quien nos provee de esos servicios? Si el que contamina paga, ¿por qué no el que preserva cobra? Otorgarle valor a las acciones de protección permite fijar un tejido social en el medio rural, para que siga con la conservación del medio natural. Y permite medir: solo somos capaces de gestionar lo que somos capaces de medir. Lamentablemente, la métrica que mejor conoce la sociedad actual es el dinero.
“Si el que contamina paga, ¿por qué no el que conserva cobra?”Infinito. España posee el bien natural más preciado de toda la Unión Europea en biodiversidad. Tenemos que ser capaces de ponerlo en valor. Debemos ser conscientes de la riqueza de nuestro territorio y de que no podemos desaprovecharla. Hablar de la biodiversidad debe convertirse en un acto de generar sinergias y oportunidades, más allá de los clásicos mensajes derrotistas acerca de la destrucción de hábitats. España es una potencia mundial en biodiversidad. Pertenece a unos de los 25 puntos calientes de biodiversidad, objetivos prioritarios de conservación. Un 30% de su territorio es Red Natura 2000, y tiene 118 de los 231 tipos de hábitat naturales de interés comunitario catalogados por la Directiva Hábitat.
En términos generales se ha visto más afectada en tiempos de bonanza, con graves cambios de usos del suelo, que en épocas de vacas flacas, con afecciones territoriales más restringidas. Debemos aprovechar el momento actual para establecer mecanismos correctos de planificación territorial, que ayuden a no cometer de nuevo los errores del pasado.
La valoración de los servicios ambientales no es la panacea a todos los problemas del medio natural. Es una herramienta más que ayuda a corregir, pero no puede utilizarse de forma universal. Hay que seleccionar y obrar con cautela y diligencia. Si somos conscientes del valor de nuestros ecosistemas, lo seremos más aún de lo que supondría su desaparición. “La Economía de los Ecosistemas y la Biodiversidad” (TEEB) es una iniciativa internacional para potenciar estos valores. Además, no implica que se conviertan en mercancías que se compren y vendan. Al valorar la biodiversidad, entra en el juego de mercado en el sentido de que se considera en los procesos económicos. Esto ahora no ocurre y es una de las principales causas de su degradación.
Creemos con firmeza en ello. Además de la plataforma, Ecoacsa organiza acciones formativas en cursos, seminarios o jornadas y proyectos, para poner en marcha experiencias que acrediten la utilidad de estos mecanismos innovadores basados en el mercado para la conservación de la naturaleza.
Una de nuestras tareas es sensibilizar a las empresas sobre la importancia de integrar la biodiversidad y los servicios que los ecosistemas proporcionan en los modelos de negocio. La conservación de la biodiversidad no es un coste, como se ha visto de forma tradicional, sino una oportunidad de negocio que la sociedad no puede dejar escapar.
“La naturaleza no se considera en los procesos económicos, y es una de las principales causas de su degradación”La biodiversidad es un bien tan preciado que debemos poner todos los medios a nuestro alcance para evitar su deterioro. Tenerla en cuenta permite ser más ágiles en adaptarse al cambio climático, asegurar su cadena de suministro, minimizar los riesgos derivados de malas prácticas o facilitar el cumplimiento de la legislación ambiental. La prestigiosa consultora Deloitte describe estos riesgos asociados al entorno como los más representativos para las grandes corporaciones en los próximos tres años.
Grandes multinacionales ya lo incorporan en su modelo de negocio. Gracias a ello, desarrollan modelos de éxito que les posicionan en el mercado de forma claramente superior a la competencia. Puma ha lanzado una nueva línea de productos basada en los preceptos de la economía circular o el “Cradle to Cradle“. Los acuerdos que Unilever firma con sus proveedores señalan que si los productos no se obtienen de forma sostenible con el entorno, pueden dejar de formar parte de la cadena de suministro.
Hay pocas relacionadas con los mercados ambientales. El “Ecosystem Marketplace” es el líder mundial. Su impulsor es Forest Trends, una importante organización sin ánimo de lucro que como parte de sus objetivos difunde nuevos valores para la conservación de los bosques. Es una iniciativa orientada hacia un público más especializado. Su web tiene una versión en español dirigida sobre todo al público latinoamericano. Con ambos colaboramos de forma activa.
Su objetivo principal es modificar pautas de los diferentes actores del mercado, para penalizar o desincentivar acciones negativas para el entorno, o para fomentar el uso de otras. Otorgan valor a los beneficios que nos aporta la naturaleza y que la sociedad, en general y de forma habitual, no valora aunque son imprescindibles.
El programa para la lucha contra la lluvia ácida en los años noventa en Estados Unidos (EE.UU.) acabó con esta contaminación y logró sorprendentes ahorros económicos. Otros ejemplos son los mercados de carbono para la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, o los bancos de hábitat para compensar daños a la biodiversidad también en el mismo país norteamericano.
Destaco tres. Uno, el desconocimiento, una de las razones por las que creamos “Mercados de Medio Ambiente”. Dos, la falta de concienciación social, porque, aunque hemos evolucionado de forma notable en los últimos años, todavía hay amplios sectores sociales que no ven que los recursos naturales son limitados e, incluso, en ocasiones, no los valoran como es necesario. Ese es un papel importante que tienen que jugar los consumidores. Y tres, la dificultad: los ecosistemas son posiblemente los sistemas más complejos del mundo. Es difícil identificar a todas las especies, caracterizar las relaciones entre ellas, la conectividad, cómo afecta la variación de una al resto de poblaciones, etc. Aunque hemos avanzado mucho, queda un largo camino por recorrer. Estos nuevos mecanismos pueden ser el inicio, al menos, de un consenso para valorar en cierta medida nuestro capital natural.
Debemos ser más exigentes. Dejar de ser conniventes con malas prácticas de algunas empresas y premiar a las que presentan productos más sostenibles y respetuosos con el medio ambiente. En la mente del consumidor se asocia, por lo general, que un producto respetuoso con la naturaleza es caro, pero no siempre tiene que ser así.