El medio ambiente sufre ahora en España un retroceso por la crisis económica, pero cuando haya dinero para invertir estará incluso peor. Así lo ve Fernando Valladares, presidente de la Asociación Española de Ecología Terrestre (AEET), doctor en Ciencias Biológicas por la Universidad Complutense de Madrid y profesor en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y en la Universidad Rey Juan Carlos, en Madrid. Según este científico, las leyes ambientales se están relajando para permitir inversiones que producirán daños irreversibles en ecosistemas que nos perjudicarán a todos. Valladares cree que los ciudadanos deben concienciarse y exigir políticas sostenibles a largo plazo que cuiden el medio ambiente y, con ello, beneficien a toda la sociedad.
Sí, y es algo que se evidencia con muchos datos. Hemos ido para atrás completamente. Lo único que protege un poco al medio ambiente ahora es que no hay dinero para construir. La relajación de las leyes de protección ambiental que se está produciendo supondrá que cuando haya dinero, habrá inversiones a costa de los servicios de los ecosistemas, un bien de todos que lo malvenderemos. Se hace con una visión cortoplacista de hacer caja vendiendo lo que es de todos y nos afectará a todos. Además, se une la idea de poner lo público en manos privadas. La mala suerte del medio ambiente es que es de todos y no es de nadie.
“En España el medio ambiente ha ido para atrás completamente”Amortiguadas porque no hay mucho dinero para invertir, por suerte para los ecosistemas y para mala suerte de los políticos que no les está saliendo la jugada. Ellos habían calculado que relajar las leyes supondría un desarrollo fantástico. Los parques nacionales, las costas, traerían inversión. Las leyes ambientales se relajan para que los inversores puedan hacer lo que les dé la gana. La conservación pasa a un plano muy secundario. Más vale que cambiemos las leyes, porque cuando venga el dinero se harán cosas irreversibles. La artificialización del suelo, convertir un espacio natural en cemento, no tiene marcha atrás en la práctica.
Sí, tenemos que prepararnos para cuando empiece a haber inversión. La reforma de las leyes se lo pone en bandeja. Lo vemos con la reforma laboral, y lo mismo ocurre con el medio ambiente. Una empresa que quiere poner una actividad de deporte aventura en la reserva integral de un parque nacional persigue ganar dinero. Si pone quads, motos, etc. o cualquier otra cosa que tenga efectos en el medio ambiente, dirá que lo regule la Administración. Si las leyes se relajan, no queda mucho margen para el optimismo.
Se han recortado muchas líneas de investigación. Con la crisis se recorta lo que no da rentabilidad a muy corto plazo, como el medio ambiente. En un tema emblemático como el cambio climático, se han producido unos recortes impresionantes. Se han hecho reajustes en la Oficina Española de Cambio Climático, los Planes de Investigación Nacional se han derivado a cuestiones muy aplicadas, no tanto a entender la ciencia básica del clima y sus impactos.
No tanto como se debería. Los científicos que tocan temas ambientales juegan un papel más discreto que los grupos ecologistas, que saben conectar con la sociedad. Tenemos que trabajar en eso.
Los temas globales en los que se combina más de una cosa, como el clima o la alteración del paisaje o el territorio, que hace que los ríos no drenen bien, o que suba el nivel del mar. Lo más sencillo es gestionar un problema concreto, pero la realidad es a partir de interacciones que confluyen.
“La solución a la crisis es huir para caer en los mismos problemas que la han producido”Es algo crónico en todos los países, pero en especial en España. El Ministerio de Medio Ambiente, que ha cambiado de nombre varias veces, ha sido relegado. El medio ambiente se ve como un obstáculo al desarrollo. La solución a la crisis es huir para caer en los mismos problemas que la han producido, en lugar de buscar alternativas sostenibles. Los servicios de los ecosistemas nos dan de comer, la calidad de nuestra vida depende del medio ambiente, pero como no se ve su valor, nadie lo ve como preocupante. Los políticos deberían tener visión para contrarrestarlo.
Es un tema polémico. Desde el punto de vista científico se han hecho muchos ejercicios de valoración de los ecosistemas, tanto teóricos como prácticos. Ha habido grandes problemas y equivocaciones. Se han valorado algunos ecosistemas pensando que nadie lo compraría. Cuando una petrolera o un gran grupo lo ha comprado y ha hecho lo que le daba la gana, ha resultado muy contraproducente. Me recuerda mucho al mercado de emisiones de CO2, con el protocolo de Kioto. Ha sido muy controvertido, no estoy seguro si ha sido bueno o malo, aunque sí ha servido para demostrar que es un tema complejo, que no vale solo criticar, sino que hay que dar soluciones.
La divulgación e información son básicas. La sociedad debe comprender que su vida está más conectada con el medio ambiente de lo que cree. Vivir en las ciudades nos desconecta y nos hace pensar que no dependemos del medio ambiente, que no lo necesitamos para vivir. Asumir unos hábitos de vida sostenibles es una labor a largo plazo, pero es la única salida. Si la sociedad lo asume y lo pide, los políticos tendrán que hacerlo, como ocurrió por ejemplo en Alemania. No podemos esperar que las empresas o los políticos tengan esa visión.
Está sobrepasada por la crisis, con un cóctel muy tóxico entre asustada, enfadada y aburrida por la política. No ve que haya líderes capaces de sacarnos de este problema.
“La sociedad debe comprender que su vida está más conectada con el medio ambiente de lo que cree”Es un claro ejemplo del retroceso. España ha sido un referente mundial en renovables y, a pesar del parón, todavía vienen de otros países a comprar materiales y tecnología desarrollada hace cinco años. Por otra parte, se plantea extraer petróleo en zonas marinas próximas a Baleares y Canarias, con el peligro para el medio ambiente y el modo de vida de sus habitantes. Es la visión a muy corto plazo, sin una base científica ni tecnológica.
No hay que desanimarse. Los cambios empiezan desde abajo con personas concienciadas que impulsan al resto. Alejarse de hábitos como utilizar bolsas de plástico de usar y tirar, de las modas de los campos de golf, los coches 4×4 o ver como símbolo de éxito social ir en bicicleta al trabajo, e incluso premiarlo como hacen en otros países, tienen mucho impacto cuando lo hacen millones de personas. Si asumimos estos cambios, también podremos exigirles a los políticos que tomen medidas más responsables con el medio ambiente.
Europa está ahí, nos mira y nos dice que hay cosas que no se hacen bien, pero le hacemos muy poco caso. Pero está bien que haya un organismo supranacional que vigile, que sea consciente de la importancia del medio ambiente y que no tenga las presiones de los intereses locales.