En las páginas de las revistas es frecuente encontrar los efectos estéticos del bótox en los rostros famosos del cine, de la música o, en general, del ámbito de las llamadas celebrities. Pero mucho menos conocidas son las aplicaciones que la toxina botulínica tiene en el ámbito de la salud. Desde la primera que se halló -para mejorar el estrabismo infantil-, se ha evolucionado mucho y en la actualidad se utiliza en casos de distonía, tics, temblores, migrañas, vejiga hiperactiva, hiperdrosis… A continuación conoceremos, de la mano de los expertos, estos tratamientos que han supuesto, en muchos casos, una revolución.
Al hablar de bótox lo primero que viene a la cabeza es el uso estético de este producto y el «adiós» a las arrugas que han dicho muchas caras conocidas del celuloide. Pero la toxina botulínica tiene muchas aplicaciones más allá, que están directamente relacionadas con la salud. Porque su efecto, que es la parálisis muscular, supone un paso adelante como tratamiento de múltiples patologías.
Los primeros usos clínicos del botox, en niños
«Su primera indicación clínica, en los años 80, fue para el estrabismo infantil, porque un oftalmólogo ‘avispado’ pensó que esta sustancia, que es la toxina biológica más potente que hay, en dosis muy bajas podría conseguir paralizar músculos que estuviesen contrayéndose en exceso. Y funcionó». Así lo explica el vocal del Grupo de Estudio de Trastornos del Movimiento de la Sociedad Española de Neurología (SEN), Gurutz Linazasoro.
A partir de entonces «empezó a utilizarse en trastornos del movimiento, sobre todo en formas de distonía, una enfermedad que provoca espasmos musculares y que puede ser de la mano, del pie, del tronco, de la boca… para paralizar aquellos músculos que se están contrayendo en exceso«, añade. Ya luego «se abrió la indicación a cualquier situación que tuviera un exceso de movimiento, por ejemplo los tics, las formas de temblor, la espasticidad, etc.».
En definitiva, «las indicaciones son para todo aquello que está contraído en exceso»; y, por tanto, está contraindicado «en aquellas enfermedades con debilidad muscular, como la miastenia gravis, por el riesgo de empeorarlas». Eso sí, advierte que «siempre tiene que ser un neurólogo el que tiene que dar la orden de aplicar la toxina botulínica y quien lo haga efectivo».
Bótox, un calmante contra el dolor de cabeza
El tratamiento de la migraña es otra de las aplicaciones del bótox. «Es relativamente novedoso y ayuda bastante», apunta la coordinadora del Grupo de Cefaleas de la SEN, Patricia Pozo, quien añade que «en vez de por vía oral, se inyecta de forma subcutánea pericranealmente». La experta informa de que «si el neurólogo lo decide y es adecuado para el caso concreto, la inyección se pone cada tres meses, cuatro veces al año». En este sentido subraya que «lo que hay que tener claro es que es el médico el que lo receta y lo administra«.
Aliviar la vejiga hiperactiva con bótox
Sufrir de vejiga hiperactiva supone una serie de problemas para el paciente que también pueden encontrar su solución en el bótox. Según señala el coordinador del Grupo de Urología Funcional de la Asociación Española de Urología (AEU), José María Adot Zurbano, «este problema es provocado porque la vejiga se contrae sola, sin que la persona lo desee, lo que conlleva la incontinencia urinaria», de modo que lo pueden padecer personas con párkinson, esclerosis múltiple o paraplejia, por ejemplo.
En estos casos, «la toxina botulínica es un fármaco que da muy buenos resultados, por su efecto paralizante». Además, «entre un seis y un diez por ciento de estos pacientes no responde a otros medicamentos, por lo que puede ser aconsejable para ellos», dice a la vez que destaca también que «es el urólogo quien lo tiene que determinar».
Limitar el exceso de sudoración, otra aplicación del bótox
Entre los casos más conocidos está también la hiperdrosis, una patología cuyo efecto es una sudoración excesiva y que, por ello, tiene un gran impacto en la calidad de vida de las personas que la padecen. El dermatólogo y profesor en la Universidad Rey Juan Carlos, José Luis López Estebaranz, indica que «la toxina botulínica tipo A aplicada de forma local intradérmica ha revolucionado el manejo de estos pacientes». En este caso «el tratamiento se realiza de forma ambulatoria y dura entre 15 y 30 minutos, pudiendo durar sus efectos en torno a siete meses».
La lista de enfermedades sobre las que el bótox puede actuar no se acaba aquí. Su empleo se da también en casos de ictus acompañados de espasticidad, fascitis plantar, artritis reumatoide… En definitiva, un abanico de ejemplos de enfermedades que ponen de manifiesto que esta toxina es, sin duda alguna, mucho más que un remedio estético contra las señales de la vejez.