La tecnología médica permite precisar y acelerar el diagnóstico de numerosas enfermedades, además de tratarlas con éxito, pero también conlleva riesgos para los pacientes que se someten a ella. Algunos hospitales están tan tecnificados, que Jesús Lucinio Manzanares Pedroche, presidente de la Sociedad Española de Electromedicina e Ingeniería Clínica (SEEIC) y jefe del Servicio de Electromedicina del Hospital Virgen de La Luz, de Cuenca, compara la complejidad de este mantenimiento al de una central nuclear. En esta entrevista detalla los resultados de un estudio que ha identificado cuáles son los principales peligros de los aparatos médicos y llama la atención sobre la necesidad de formar a buenos profesionales en su mantenimiento.
Sí. Hay un gran equipo de profesionales en el ámbito nacional y determinados centros con una base tecnológica muy buena. En los últimos 10 o 15 años se ha registrado una auténtica revolución tecnológica y, hoy en día, tenemos una buena calidad asistencial. En un hospital de 600 camas es frecuente que haya 7.000 equipos de electromedicina con subsistemas, que son instrumentos y avances específicos que han experimentado una mejora en la atención al paciente.
Los hay, aunque están controlados, porque son muchos profesionales, sumados a mucha tecnología, los que se encargan de llevarlos a buen puerto. Como presidente nacional del sector, puedo decir que hay hospitales muy tecnificados y que pueden ser tan complicados como una central nuclear. Tanta tecnología requiere muchos medios profesionales y técnicos para afinarla y que esté a punto, para que los usuarios tengan el menor número de problemas posibles y se utilice con eficiencia. De lo contrario, puede haber peligros.
“Algunos hospitales tecnificados pueden ser tan complicados como una central nuclear”
Pueden entrañar cierto peligro desde un tensiómetro hasta un acelerador lineal (un equipo de emisión de radioterapia para tratar a personas con cáncer terminal o benigno que se puede corregir). Hay una gran variedad de riesgos. En cualquier centro especializado, los pacientes pasan por una media de 6 o 7 equipos antes de recibir un diagnóstico rutinario: por un dolor abdominal o una lesión traumatológica, entre otros. Las pruebas se han tecnificado para llegar al diagnóstico o para tener una curación en el menor tiempo posible. Si un centro hospitalario no tiene suficiente tecnología, no consigue una curación rápida. Pero, en ocasiones, su abuso crea problemas. En España, ha crecido muchísimo a raíz de las transferencias sanitarias, pero hay un gran déficit de profesionales formados en ella.
Hasta hace cinco años, el Estado no ha reconocido al sector de profesionales en tecnología sanitaria y, por ello, no se ha generado una base formativa para éste, con sus correspondientes cualificaciones profesionales y títulos académicos. Nuestra Sociedad ha dado pasos agigantados en este campo, pero se requiere un tejido de recursos humanos para mantenerla.
La plataforma Fenin (Federación Española de Empresas de Tecnología Sanitaria), que representa a 1.200 empresas que venden tecnología médica. A pesar de que las empresas asociadas a esta federación forman a sus usuarios, vendedores de tecnología y mantenedores de sus propias marcas, la formación de los mantenedores de tecnología sanitaria flaquea a nivel educativo.
“La tecnología requiere profesionales y técnicos para su mantenimiento, para evitar problemas y para que se utilice con eficiencia”
Extrapolamos información y datos de los diez riesgos principales identificados por el Instituto ECRI, en Pensilvania (EE.UU.), de prestigio mundial. Sabemos que son problemas que afectan a Estados Unidos, por lo que no comparamos si tenemos más o menos accidentes adversos, sino que hacemos un examen de conciencia de nuestro sistema sanitario, para saber si podemos mejorar algún aspecto. Coincidimos en algunas cosas y analizamos cuáles son las más significativas de este informe.
La ausencia de mantenimiento se sitúa entre sus principales peligros. El abanico es muy grande. Hay pruebas especiales que se hacen con equipos complicados. En ocasiones, con los radioisótopos radioactivos no se realiza un buen cálculo o mantenimiento y los pacientes sufren por un exceso de tecnificación en estas áreas. Hay un dato que lo ilustra. En 2007, en Estados Unidos, se registraron cerca de 29.000 casos de cáncer que podrían estar relacionados con las pruebas de TAC realizadas, que es una cifra muy alta. Si en España no hay tantos casos es porque radiofísicos, técnicos, radioterapeutas y otros profesionales sanitarios trabajan para no ocurra. Y, como resultado, su incidencia no es apreciable.
De hecho, la situación en EE.UU. no siempre es aplicable a España, donde se goza de uno de los mejores sistemas de salud del mundo, por lo que no siempre se deben extrapolar los informes. No obstante, esta información advierte de que hay que avanzar en la calidad prestada a los pacientes. Además, estos cuentan con los canales adecuados para elevar sus quejas a través de los servicios de atención al paciente.
El TAC ha pasado de ser una prueba que se realizaba en una hora a hacerse en 20 segundos, en los que se efectúan de 50 a 80 disparos. La relación de procesado de los servicios de radiodiagnóstico incide en la cantidad de cortes, de manera que, a más resolución, más disparos. Y aunque las radiaciones están más controladas, no todos los equipos emiten de forma adecuada las mismas radiaciones, sino que deben estar sujetos a revisiones periódicas y ajustes. Las lesiones que causan dependen del organismo de cada persona. La tecnología se aplica tanto para tratar un cáncer o una lesión interna, como para un catarro o dolor abdominal, un análisis de sangre, etc.
“El principal reto es mantener los equipos y formar y dotar de profesionales a los centros para el mantenimiento de toda la tecnología”
Desde la radiaciones ionizantes y de radioterapia, con isótopos radiactivos, hasta los respiradores que se utilizan en asistencia y trabajan con gases anestésicos; los de alarma y monitorización de las unidades de cuidados intensivos y de las urgencias hospitalarias; y las bombas de perfusión, con las cuales se perfunden fármacos. Otro aparataje que puede provocar efectos adversos son los desfibriladores semiautomáticos, que casi funcionan de forma automática. Si las baterías y sensores no son objeto de un mantenimiento rutinario trimestral o semestral, puede ser que no funcionen el día que se van a utilizar. En muchos casos, no se han mantenido debidamente y son un peligro. Puede ocurrir lo mismo cuando un coche no se lleva al taller para hacer mantenimiento: al cabo de un tiempo, le falla el motor y puede sufrir un accidente.
A raíz de la entrada en vigor en marzo de 2010 de la nueva regulación de productos sanitarios, tanto de tecnología de gestión de imágenes como de los propios equipos, otro tema preocupante es la digitalización de imágenes e informes. En ocasiones, ha habido problemas de comunicación con los datos de los informes de los pacientes, pruebas que se han tenido que repetir (un TAC que se realiza hasta cuatro veces), datos erróneos e, incluso, se han llegado a realizar pruebas cuando no era preciso, además de detectarse algún otro error en la transmisión de información estándar.
La tecnología médica salva infinidad de vidas. No obstante, la mayoría de las veces los pacientes no son conscientes de un posible fallo, ya que no tienen claro si un determinado síntoma es atribuible a ésta y no lo denuncian, según Jesús L. Manzanares. En EE.UU., en cambio, el escenario es muy diferente y hay bufetes de abogados a los que recurrir cuando se sospecha que detrás del resultado de un tratamiento o cirugía ha habido una mala praxis. Es frecuente que se interpongan denuncias y se acuda a segundas consultas cuando ha habido un mal tratamiento.
En España, los pacientes pueden dirigirse a los servicios de atención al usuario y, si lo consideran necesario, elevar sus quejas a los servicios sanitarios de salud o a los juzgados para que emprendan acciones contra los servicios de salud. “Los pacientes tienen que empezar a hablar en los sistemas de salud de estos problemas, que tienen solución, aunque quizá sea demasiado pronto para reclamar, los usuarios finales de la tecnología médica podemos ser todos. Mañana puedo ser yo mismo, aunque trabaje en un hospital”, asegura Manzanares.
La SEEIC se fundó hace 20 años (la ECRI estadounidense hace 40), durante los cuales ha tratado de perfeccionar la sociedad del bienestar y la calidad asistencial. En opinión de este experto, la tecnología es fundamental para ello. Sin embargo, aunque los enfermos tienen a su disposición numerosos dispositivos a los cuales se presta un cuidado especial en cuestión de venta y marketing, “luego se quedan ahí, en los hospitales, y se cuidan poco”. “El principal reto es mantener estos equipos y formar y dotar de profesionales a los centros sanitarios para desarrollar su mantenimiento en el Sistema Nacional de Salud”, insiste Manzanares.