Entrevista

Miquel Vilardell, jefe del servicio de medicina interna del Hospital Vall d’Hebron, de Barcelona

A los médicos nos resulta imprescindible merecer la confianza de los pacientes
Por Jordi Montaner 5 de mayo de 2009
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Imagen: CONSUMER EROSKI

Tras desempeñar durante 40 años ininterrumpidos la profesión médica, Miquel Vilardell, jefe del servicio de medicina interna del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona, ha creído oportuno explicar a los nuevos médicos muchos de los secretos y vicisitudes de este antiguo oficio. El resultado es el libro “Ser médico (el arte y el oficio de curar)”, un aviso para navegantes a la vez que un tratado de navegación, un testimonio del valor humano de una profesión tan cercana al arte como a la pura ciencia.

¿A quién se le ocurre ser médico?

A quien ha respirado este oficio en la familia (mi padre ejercía la medicina en el pueblo donde nací), también a quien aspira a investigar soluciones científicas para algunos de los problemas más graves que tiene hoy planteados la humanidad. El mundo necesita médicos y la medicina es una labor ardua, pero también agradecida.

Algunos médicos se jubilan muy tarde. ¿Será que eso de tratar engancha?

“Vivimos más, pero a costa de problemas que antes no tenían solución y que ahora se curan”

Es una profesión que cala hondo en la forma de ser, pero también hay que saber poner límites. Cuando no somos capaces de hacer lo que más conviene al paciente, debemos dejar que médicos más jóvenes o mejor formados cumplan con su cometido… Lo que no significa que aparquemos para siempre la profesión. Nuestra experiencia, nuestro “ojo clínico”, puede ser de ayuda.

¿Qué es eso del “ojo clínico”? ¿Magia? ¿Talento personal?

Me inclino más por lo segundo. El médico bien formado y experimentado tiene, por así decirlo, un cierto “sexto sentido” que le hace “adivinar” enfermedades.

Como el doctor House…

Sí, pero en escenarios reales, con pacientes de carne y hueso a quienes hace falta escuchar y entender para poder curar.

Pero hoy la medicina se ha vuelto demasiado técnica.

La relación del médico con el paciente sigue presidiendo el ejercicio de la profesión. Investigamos, formamos a nuevos profesionales; la investigación y la docencia siguen siendo facetas muy importantes del quehacer médico. Pero hay que disfrutar tratando a pacientes, como disfrutó también mi padre en su momento.

¿Y qué hay de la excelencia?

Eso es algo personal, de cada uno. Quien quiera ser médico para apuntarse medallas, títulos, escalar puestos organizativos o disputar una cátedra, se equivoca. Ser un buen médico significa simplemente hacer bien tu trabajo, algo que incumbe sólo al paciente y a ti. He escrito “Ser médico” en la recta final de mi carrera; sólo pretendo suscitar nuevas vocaciones médicas, no aparecer en las pantallas ni protagonizar grandes debates.

En el Reino Unido, la Seguridad Social es la institución que goza del mayor respeto de los ciudadanos, tras la Corona. ¿Cree que en España se quiere tanto a los médicos?

Me consta que sí, y que ha sido así siempre. Nuestro oficio comporta estar cerca del ciudadano y de sus preocupaciones. Nos resulta imprescindible merecer la confianza de los pacientes. Tradicionalmente, los médicos nos formamos en las universidades para atender lo psíquico y lo físico del ser humano, pero cada vez inciden nuevos factores que hay que tener en cuenta: violencia de género, cuestiones bioéticas, inmigración, y aspectos biopsicosociales, que nos obligan a un nuevo esquema de formación.

¿Hay ahora menos médicos, o es que hay muchos más pacientes que tratar?

El número de médicos en España se corresponde con el del resto de países de la Unión Europea. Sin embargo, el modelo asistencial español tiene una red de centros y hospitales mucho más nutrida, por lo que nunca sobran las plazas. Posiblemente haya que unificar servicios, hacer centros de referencia, adecuar el modelo a una nueva realidad. En cuanto a los pacientes, no hay más, pero se tratan más y mejor.

Si se tratan más, será porque están más enfermos…

En tiempos de mi padre cada paciente tenía una dolencia característica, hoy abundan pacientes en quienes concurren hasta seis enfermedades graves. La gran revolución de la higiene pública de principios de siglo ha permitido alargar en más de dos décadas nuestra esperanza de vida. Vivimos más, pero es a costa de problemas que antes no tenían solución y que ahora se curan. Por otra parte, las políticas de prevención nos llevan a mantenernos activos en la identificación de riesgos y evitar siempre lo peor antes que ocurra… Mucho trabajo. Hacer de médico siempre ha requerido mucho trabajo. El médico, subrayo una vez más, es un trabajador infatigable.

VOCACIÓN ANCIANA
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Imagen: Pedro Simões

Ser médico es una vieja vocación, pero también una vocación que tiene muy en cuenta a los más mayores. Los ancianos han ocupado las mayores preocupaciones extraasistenciales de Miquel Vilardell, ya sea en su faceta administrativa y profesional, asesorando a la Administración catalana en temas geriátricos o propiciando iniciativas para la tercera edad en el Colegio Oficial de Médicos de Barcelona (COMB). “Haríamos un flaco favor a los ancianos si alargáramos su vida sin garantizar una calidad de vida aceptable en sus últimos años; lo que no siempre es fácil”.

El patrón que predomina, explica este experimentado internista, es el de un anciano con varias patologías crónicas simultáneas, que consume gran cantidad de fármacos, que ha de ser hospitalizado con frecuencia y que, además, tiene problemas psicosociales de consideración. “Muchas camas de los hospitales las ocupan pacientes a los que es difícil dar el alta porque no pueden ser atendidos en casa ni tampoco se dispone de suficientes centros sociosanitarios a los que derivar a estas personas”.

Vilardell insta a tomar muy en serio el envejecimiento poblacional y lo que esto comporta en términos de atención médica. “Conforme aumente la esperanza de vida, aparecerán más casos de enfermedades neurodegenerativas como las demencias, y también más casos de cáncer, porque muchos tumores están relacionados con mutaciones genéticas que se producen a lo largo de los años”. Añade que los ancianos consumen la mayor parte de los recursos sanitarios y alude a varios estudios llevados a cabo en nuestro país que demuestran que son también los principales consumidores de medicamentos. “El uso irracional de medicamentos está reconocido como un problema sanitario importante, pero el asunto es especialmente grave cuando los afectados son ancianos expuestos a efectos secundarios graves tanto orgánicos como mentales”.

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