Antibióticos para el síndrome del intestino irritable

Los últimos estudios sugieren el uso de un antibiótico como tratamiento para mitigar los síntomas
Por Teresa Romanillos 4 de febrero de 2011
Img antibioticos

El síndrome del intestino irritable (SII) es una enfermedad cuya causa exacta todavía se desconoce. Una de las hipótesis sugiere que es un desorden en el crecimiento de algunas especies de bacterias propias y simbióticas intestinales. Un trabajo publicado recientemente propone el uso de rifaximina, un antibiótico de baja absorción, que podría suponer un gran avance en el tratamiento de la enfermedad.

Tratamiento controvertido

Dos estudios realizados por el mismo grupo de investigadores analizan la rifaximina, un antibiótico de baja absorción y amplio espectro, como posible tratamiento para el síndrome del intestino irritable. Los factores que pueden favorecer al desarrollo de este trastorno, benigno pero que interfiere en la calida de vida de los afectados, son heterogéneos. Sin embargo, se ha detectado que el crecimiento excesivo de algunas especies comensales de bacteria (que viven y se multiplican en organismos vivos sin causarles perjuicio) en el intestino delgado podría ser una de las principales causas de la patología. Por este motivo, se ha propuesto la utilización de antibióticos como posible tratamiento, con el objetivo de controlar el crecimiento de las bacterias simbióticas del intestino.

Los dos estudios incluyeron a 1.260 pacientes diagnosticados de SII, que se dividieron en dos grupos. Uno de ellos recibió tratamiento con tres dosis diarias de 550 mg de rifaximina durante dos semanas, mientras que el segundo recibió placebo. Para evaluar los resultados, se les realizó una encuesta que interrogaba a los pacientes sobre la mejoría de los síntomas.

El trabajo, publicado en el «New England Journal of Medicine», concluye que después de cuatro semanas, el 40% de los pacientes tratados con el antibiótico superaron los síntomas, frente al 30% del grupo placebo. Ante signos como hinchazón abdominal, una de las principales molestias de este trastorno, los porcentajes de ambos grupos fueron muy parecidos.

Los médicos aconsejan un uso restringido, ya que los resultados no aclaran todas las dudas y hay distintas opiniones frente al uso de antibióticos

Los efectos del antibiótico eran patentes diez semanas después del tratamiento. A pesar de que este factor es positivo, si se tiene en cuenta la efectividad del medicamento, a su vez, puede provocar que su uso incontrolado sea peligroso, sobre todo en una enfermedad crónica, ya que puede inducir de manera fácil al desarrollo de resistencias. Por suerte, la rifaximina no acostumbra a causar cepas resistentes.

A partir de los porcentajes obtenidos, los resultados del estudio son controvertidos. Uno de los autores, Yehuda Ringel, profesor de la Universidad de California en Chapel Hill (EE.UU.), explica que «estos datos apoyan la idea de que la microbiota intestinal puede ser una causa del colon irritable y que la alteración de estas bacterias mediante el tratamiento con rifaximina parece ser una forma efectiva de aliviar los síntomas». No obstante, Jan Tack, especialista en enfermedades gastrointestinales de la Universidad de Lovaina (Bélgica), comenta que la diferencia entre los dos grupos estudiados (antibiótico y placebo) es muy baja, motivo por el cual no se consideran clínicamente relevantes.

A modo de conclusión, los especialistas señalan que la rifaximina es de difícil absorción, de modo que actuará solo sobre el intestino. Además, es de amplio espectro y no tiene tendencia a producir cepas resistentes, con lo cual, es un buen candidato para el tratamiento. No obstante, dado que los resultados no aclaran todas las dudas y hay diferentes opiniones frente al uso de antibióticos, los médicos aconsejan un uso restringido.

Dolor, diarreas y estreñimiento

El síndrome del intestino irritable, más conocido como síndrome del colon irritable, es un trastorno crónico que afecta al 15% de la población, sobre todo a mujeres jóvenes. La sintomatología más común es el dolor abdominal leve y no irradiado, que se supera antes de dos horas o tras una deposición y que rara vez se siente durante el sueño. El cuadro se completa con trastornos del ritmo deposicional, con diarrea que se alterna con periodos de estreñimiento.

También es habitual una sensación de hinchazón en el abdomen que, a menudo, el paciente describe como un «exceso de gases». El SII puede acompañarse de otras alteraciones gastrointestinales, ginecológicas y psiquiátricas.

No se ha establecido aún un claro factor como causa de la enfermedad, pero se han constatado alteraciones de la motilidad intestinal, factores psicológicos, intolerancias alimentarias, cambios hormonales y factores genéticos comunes entre los afectados. Recientemente se ha propuesto que el origen de este síndrome intestinal sean alteraciones en el crecimiento de las bacterias simbióticas propias del intestino y se ha confirmado que el uso de determinados medicamentos, como los inhibidores de bombas de protones, podría agravar esta situación.

La relación simbiótica entre las bacterias del intestino y el propio organismo es delicada, por lo que alteraciones en el crecimiento de las poblaciones microbianas propias podrían inducir al desarrollo de enfermedades como el SII. El diagnóstico se realiza con una detallada historia clínica y un examen físico completo. Las exploraciones complementarias resultan útiles para descartar otras patologías de carácter orgánico, como tumores o problemas de malabsorción, entre otros. De esta manera, se lleva a cabo un diagnóstico por exclusión.

MEDIDAS TERAPÉUTICAS

Entre las medidas terapéuticas, los especialistas aportan recomendaciones dietéticas, como moderarse en la ingesta de determinados alimentos como café, chocolate, alcohol, derivados lácteos, bollería y helados. También hay que evitar alimentos que causen o contengan gas, tales como col, legumbres y bebidas gaseosas. Las comidas copiosas no son beneficiosas y, ante situaciones de estreñimiento o diarrea, se deberá controlar la ingesta de alimentos con fibra. Por último, en algunos casos se ha propuesto el uso de probióticos.

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