El ictus es una enfermedad cerebrovascular de aparición brusca o súbita, que en el 80%-85% de los casos se produce cuando un coágulo tapona una arteria (isquémico) y en el resto, cuando se rompe una arteria (hemorrágico). Hoy se celebra el Día Mundial del Ictus con el mismo lema que el año anterior, “1 de cada 6”, para llamar la atención sobre el hecho de que afecta a una de cada seis personas a lo largo de su vida. El ictus es un golpe en la salud y la vida de los afectados, pero se puede prevenir con hábitos saludables y tratar de manera efectiva si la actuación es inmediata. Para ello, es crucial que la población aprenda a reconocer sus síntomas. De todo ello habla en esta entrevista Jaime Gállego, coordinador de la Unidad de Ictus del Servicio de Neurología del Complejo Hospitalario de Navarra y del Grupo de Estudio de Enfermedades Cerebrovasculares de la Sociedad Española de Neurología (SEN), que hoy desarrolla una jornada de puertas abiertas en más de 40 hospitales para informar de sus factores de riesgo y cómo prevenirlo.
El motivo fundamental está en que es una enfermedad muy frecuente y que tiene un impacto en la población muy importante. También es una dolencia que se puede prevenir y, cuando ocurre, se puede tratar. Un aspecto esencial de este día es hacer difusión para que la población conozca el ictus, sus síntomas, cómo se puede evitar y tratar en la fase aguda y que hay tratamiento de rehabilitación.
“El ictus puede ser de origen isquémico, cuando una arteria del cerebro se tapa o se ocluye”
Tiene una relación clara con los factores de riesgo cardiovascular: para prevenir tanto las enfermedades cardiovasculares como el ictus, hay que actuar sobre determinados factores modificables, es decir, ciertas condiciones que se pueden modificar. Entre estas figuran la hipertensión arterial o tener la presión arterial elevada; una arritmia cardiaca, la fibrilación auricular, que es muy frecuente en población aparentemente sana y que requiere tratamiento; la diabetes; la alteración de las grasas o trastornos de los lípidos, entre ellos tener el colesterol elevado; así como el sobrepeso, al no seguir una alimentación natural baja en grasas; y también el sedentarismo, el tabaquismo, abusar de las bebidas alcohólicas y padecer apnea del sueño. Además, hay otros factores de riesgo no modificables.
La edad y determinados factores genéticos en la historia de una persona que hacen que tenga antecedentes familiares y más predisposición a sufrirlo.
El ictus es una palabra que se refiere a un ataque o golpe súbito, es una enfermedad vascular cerebral aguda, súbita. Puede ser de origen isquémico, cuando una arteria del cerebro se tapa o se ocluye (debido a un coágulo o trombo que se desprende del corazón y que llega hasta el cerebro), lo que ocurre en el 80%-85% de los casos. Pero también, a veces, en lugar de taponarse, la arteria se rompe y, por lo tanto, provoca una hemorragia; entre un 10% y un 25% de los ictus son hemorrágicos, por hipertensión arterial, una malformación o aneurisma.
Por lo que tengo entendido, el caso de Cristina Fernández de Kirchner es distinto. Un traumatismo puede producir consecuencias importantes, entre ellas un coágulo, pero no dentro del cerebro, sino en un espacio dentro del cráneo, donde se acumula y forma un hematoma. Esto es un hematoma subdural, que ocurre por un traumatismo que provoca una colección de sangre, debido al golpe, en la convexidad del cerebro, por encima de este, es decir, entre el cerebro y el cráneo. Y esto es diferente.
“Ante un ictus hay que llamar al 112, que es el sistema de alerta más arraigado en nuestro país”
El objetivo ha sido dar información sobre la dolencia, ya que es muy importante dar a conocer cómo se puede prevenir, aprender a identificar cuándo una persona lo está sufriendo, cuáles son las señales de alarma y saber cómo actuar en estos casos. La campaña ha tenido una función preventiva, divulgativa, informativa y formativa, para explicar cómo actuar antes de que ocurra y la importancia de corregir hábitos de vida para que no suceda, así como de tomarse en serio el control de factores de riesgo como la hipertensión arterial que pueden llevar a la enfermedad años después del diagnóstico o, incluso, poco después.
Los síntomas son variables, pero entre los más importantes figuran un trastorno de la movilidad, de un lado del cuerpo, de un brazo, y de aparición brusca; trastorno sensitivo de una parte del cuerpo, también repentino; alteración súbita en la visión de un ojo; la imposibilidad o tener dificultades para hablar o pronunciar bien las palabas, con o sin desviación de la boca; vértigo brusco; o dolor de cabeza explosivo que puede provocar la pérdida de conciencia inmediata. Ante uno de estos signos, hay que actuar con la mayor rapidez posible. El paciente necesita que le evalúen de forma urgente en el medio hospitalario, donde se activa el Código Ictus, que significa que se pone en marcha todo un sistema de alarma para que sea trasladado de inmediato a un hospital adecuado para que sea diagnosticado y tratado de ese episodio.
“Es importante que las personas que vivan solas tengan algún sistema de teleasistencia o un tutelaje, porque también pueden sufrir un ictus”
Muchas personas pueden estar solas en casa y sufrir un ictus: se caen al suelo o, si les sucede mientras duermen, se puede perder un tiempo muy importante para atenderlas. Ante un ictus hay que llamar al 112, que es el sistema de alerta más arraigado en nuestro país. Le puede ocurrir a cualquiera durmiendo, en casa, perder el habla, caerse al suelo, sufrir una parálisis de la mitad del cuerpo, y hasta que lo percibe un familiar o alguien próximo puede pasar tiempo. Además, la posibilidad de recuperación tiene diferencias notables según el caso. Es importante que las personas mayores sean objeto de un control a distancia o de un tutelaje.
Sí, es importante que las personas que vivan solas tengan algún sistema de teleasistencia o un tutelaje, porque también pueden sufrir un ictus. Y es de sobra conocido que, si se retrasa mucho el diagnóstico y el tratamiento, las posibilidades de recuperación disminuyen.
Debe llamar con rapidez al 112 o al 061, cuando piense que pueda ser un ictus. Desde el Servicio de Emergencias le harán unas preguntas para confirmarlo o descartarlo y activar el protocolo para que el paciente sea trasladado de forma inmediata a un centro hospitalario.
Un ictus es una emergencia de primer orden, y el paciente debe ser trasladado de inmediato a un medio hospitalario, donde será evaluado en urgencias. La ventana terapéutica es el tiempo que transcurre desde que el paciente sufre un ictus isquémico hasta que el tratamiento ya no sería efectivo. En este espacio de tiempo se le puede tratar con fármacos por vía venosa (tratamiento trombolítico) o someterse a un tratamiento endovascular, por un cateterismo para desocluir la arteria. Para la vía venosa, la ventana terapéutica es de cuatro horas y media desde el inicio de los síntomas. En el caso del cateterismo, hay hasta ocho horas para actuar, en casos bien seleccionados. Pero hay que tener en cuenta que cuanto más tiempo pasa, hay más posibilidades de que se produzcan daños cerebrales irreversibles. Cuanto antes se actúe mejor. Pero a veces no se puede precisar la hora exacta porque la persona estaba sola, durmiendo o le ha pasado en la calle. Entonces hay que emplear otras tecnologías. El neurólogo y el neurorradiólogo evalúan las lesiones que se han producido, el tejido salvable y el tratamiento que se puede aplicar.
“Se debe recibir tratamiento en unidades del ictus especializadas, por parte de neurólogos y otros especialistas en esta enfermedad”
Hay novedades para prevenir cada vez mejor esta enfermedad, ya que permiten controlar mejor la hipertensión arterial, uno de sus factores de riesgo, y nuevos anticoagulantes orales para tratar mejor la fibrilación auricular. También se están desarrollando medicamentos para tratar el ictus en la fase aguda. Pero es fundamental recordar que, además del factor tiempo (que el paciente llegue lo antes posible al hospital), se debe recibir tratamiento en unidades del ictus especializadas, por parte de neurólogos y otros especialistas en esta enfermedad. Se dispondrár de nuevos agentes trombolíticos más seguros y eficaces y se aumentará el espacio o margen de tiempo de la ventana terapéutica. Y junto a los nuevos fármacos de reperfusión (capaces de abrir las arterias tapadas), tendremos cada vez más y mejores técnicas, capaces de identificar muy bien el tipo de lesión y el tejido reparable con diversas medidas.
Vamos a celebrar una jornada de puertas abiertas. Quien quiera podrá acudir a más de 40 centros hospitalarios de toda España, donde se le informará de los factores de riesgo que tiene, se le medirá la presión, la glucemia y otros parámetros y se le explicará las medidas de prevención que se pueden adoptar. Tanto en los hospitales como en la web se dispondrá de información.
El ictus es una enfermedad que puede afectar a una de cada seis personas a lo largo de su vida y, por lo tanto, es muy frecuente en la población. Las probabilidades de sufrir un episodio aumentan a medida que se envejece. Su incidencia (número de nuevos casos al año) es de 180 por 100.000 habitantes. Aunque esta se mantiene, “como disponemos de mejores y más medidas para prevenir y tratamientos más eficaces para la fase aguda, la mortalidad debida al ictus, que puede ser precoz o tardía, disminuye”, explica Jaime Gállego.
Tradicionalmente, los datos que barajaban los expertos respecto a las consecuencias del ictus apuntan que un tercio de los casos se recuperaba, otro tercio quedaba con secuelas y discapacidad de distintos grados y un tercio fallecía. No obstante, con las herramientas de que se dispone ahora, “no solo podemos mejorar estas cifras, sino que debemos hacerlo”, puntualiza Gállego.