Las escasas lluvias registradas en los meses de otoño e invierno han propiciado que los niveles de acumulación de polen sean muy bajos, lo que augura una primavera suave para los alérgicos. La Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC) prevé que las concentraciones de polen de gramíneas se sitúen en torno a los 2.600 gramos/m3 de aire, lo que se considera una primavera entre leve y moderada, señaló el doctor Francisco Feo, coordinador del Comité de Aerobiología de esta entidad.
No obstante, la poca pluviosidad hace que aumente la contaminación atmosférica, lo que supone un riesgo añadido para los alérgicos. Los contaminantes del aire se depositan en el suelo y afectan a las plantas, que se estresan y dan lugar a un polen más potente y alergénico. Antes, el umbral para las gramíneas estaba establecido en 50 gramos/m3 para la mayor parte de la población y ahora ha bajado a 35 gramos, lo que hace que con menos polen el efecto sea el mismo, a causa de la contaminación.
El doctor Feo explicó que la época de germinación de las gramíneas (responsables del 80% del total de las alergias al polen) es de octubre a marzo, por lo que si llueve en esos meses el polen alcanza unos niveles elevados. Por el contrario, a partir de abril, cuando se inicia la polinización de estas plantas, la lluvia es beneficiosa, ya que provoca un efecto de limpieza atmosférica, elimina los pólenes del ambiente, baja su concentración y mejoran los pacientes.
Se estima que entre el 15% y el 20% de la población española tiene alergia al polen, una cifra que en los adolescentes alcanza el 40%. La clásica alergia estacional se convierte en «casi perenne», debido a que los alérgicos cada vez lo son a más tipos de pólenes y, por ello, los efectos les duran más tiempo», apuntó el doctor Feo. Las molestias empiezan así en febrero por el polen de las arizónicas, continúan en marzo-abril por el del plátano de sombra, en mayo-junio por el de gramíneas y olivo y se prolongan durante los meses de verano por el de quenopodiáceas, una polinosis emergente asociada a la sequía y las elevadas temperaturas.
También cambia el perfil del paciente alérgico ya que cada vez afecta más a niños pequeños (a partir de dos años). Antes, el paciente tipo era el chaval que empieza en la universidad, indicó el presidente de la SEAIC, José María Olaguibel, quien precisó que ahora el inicio es cada vez más temprano. También actualmente es habitual que personas de 60-70 años debuten con alergia al polen, afirmó Arantza Vega, vocal de la Junta directiva de la SEAIC. «No solo aumenta la incidencia de la alergia, sino que también aumenta el abanico de alergias», subrayó esta doctora. La causa está, por un lado, en el cambio de nuestro sistema inmunológico debido a la higiene exhaustiva propia del modo de vida occidental, que hace que deje de luchar contra los agentes infecciosos habituales y se redirija hacia otros. A ello hay que sumar la mayor prevalencia de contaminantes ambientales.