Las fiestas navideñas llegan con sus regalos, las reuniones familiares, el ambiente festivo que inunda las calles… Sin embargo, nunca es Navidad a gusto de todos y la realidad es que son muchas las personas que no sienten especial interés por esta celebración. A algunas, incluso, no les gusta nada. Pero, ¿qué puede hacer una persona a quien no le apetece pasar estas fiestas al estilo tradicional? Este artículo describe una manera diferente de vivir las Navidades y no sentirse culpable por ello.
La publicidad se encarga de recordar, desde varias semanas antes del 25 de diciembre, que se acercan las fiestas navideñas. Y, con ellas, las comidas y cenas familiares, Papá Noel y los Reyes Magos, comprar regalos, los turrones y los polvorones… Un plan que es el paraíso para algunos y una angustia para otros. Pero, ¿por qué a algunas personas no les gusta la Navidad?
El espíritu de la Navidad
Como explica María del Mar Martín, psicóloga de Barcelona, «uno de los principales motivos de que haya personas a las que no les gusta la Navidad son las reuniones familiares. En muchas familias hay rencores, problemas, conflictos, primos, hermanos o cuñados con los que solo se coincide una vez año porque la relación es muy complicada«. Así que la perspectiva de tener que soportar una cena tensa o de que pueda surgir una agria discusión amarga las Navidades a muchas personas. Además, en esta época del año es cuando más se echa de menos a las personas que ya no están. En opinión de Anabel López, también psicóloga, «la silla vacía que deja el abuelo fallecido o la pareja tras una separación son una importante fuente de tristeza para muchas personas».
La Navidad se ha transformado en una época en la que parecen primar las compras, frente a otra en la que primaba el espíritu familiar
Por otro lado, hay personas a quienes no les gusta el ánimo de consumismo que impera durante estas fechas. La Navidad, poco a poco, ha pasado de ser una época en la que primaba el espíritu familiar, a otra en la que parecen primar las compras. Se estima que este año cada español gastará una media de 50 euros en lotería, que el 65% de la población de nuestro país hará regalos por Navidad y que el 35% comprará obsequios prácticos y útiles.
Encontrar el equilibrio necesario no siempre es fácil, más todavía en un contexto de crisis en el que hay que ajustar el presupuesto al máximo. «Así que, para muchas personas, el gasto que implican los regalos o la comida son una importante fuente de estrés y de discusiones familiares», comenta López. Añade que, «asimismo, la publicidad no solo anima a comprar. También muestra un modelo familiar en el que todos son felices, lo que contrasta con la realidad de muchos. Y ese contraste puede dejar un sabor amargo a algunas personas».
No hay que olvidar, además, que la Navidad es el cierre del año. A pesar de que la Nochevieja es una de las más festivas, también implica una revisión de los deseos cumplidos durante el año. «Y de las decepciones«, apunta López. «Para muchas personas que no han alcanzado sus metas, puede ser una época de tristeza ver que ha pasado todo un año y no han logrado sus anhelos», asegura esta experta.
Celebrar unas Navidades diferentes sin remordimientos
Es algo muy común sentir presión para hacer las cosas como «se deben hacer» y no darse cuenta de que lo único que «hay que hacer» es ser responsables, coherentes y felices. «Lo demás es inventado. No hay que creer que hay una única forma de vivir las Navidades, así como tampoco hay que creerse que hay una única forma de ser felices, somos distintos y en esta diferencia está nuestra belleza, que no es más que estar de acuerdo con nuestra naturaleza y respetar nuestra individualidad al margen de las comparaciones con los demás», asevera Amaya Terrón, psicóloga clínica. «No hay que ser mejor que nadie, hay que ser la mejor versión de nosotros mismos», insiste, «si nacemos como seres únicos, ¿por qué vivir como copias?»
La mejor manera de evitar los remordimientos de no tener unas Navidades «típicas» es ser feliz con uno mismo
Esta especialista cuenta que es importante conocerse uno mismo, ser leal a los propios valores y ser felices. Las personas felices no sienten envidia, no tienen prejuicios, no se comparan y son capaces de alegrarse por la felicidad de otros. Así, la mejor manera de evitar los remordimientos de no tener unas Navidades «típicas» es ser feliz con uno mismo. En esta época de festejos, algunas personas no se sienten con el ánimo de fiesta, y se ven afectadas por unas expectativas que no son propias, sino adquiridas por la sociedad. Es tanto lo que se deberían estar divirtiendo, que miran su realidad y se sienten dolidas. «Y, en realidad, si se marcasen expectativas más acordes con su situación, más realistas, disfrutarían más», apunta Terrón.
«Estas fiestas son para disfrutar y cada uno lo hace a su manera. Si solo tenemos en cuenta los prejuicios sobre lo que debería ser, jamás tendremos una Navidad propia, será siempre una celebración ajena, y esto es difícil de disfrutar. Sin embargo, si nos planteamos qué es lo que nos gusta hacer y lo hacemos justo en esta época del año, es más difícil sentirse frustrado cuando se acercan estas fechas», aconseja esta especialista.
No hay que apegarse a costumbres que uno no ha elegido y que hacen de las Navidades algo ajeno. Hay que crear la propia Navidad para disfrutarla, no para sufrir la que han decidido otros. Amaya Terrón pone un ejemplo muy claro: «Es como si el día de Nochebuena, desde siempre y para siempre, toca comer un plato que no nos gusta. Por muy bonita que sea la celebración y muy felices que nos sintamos, el pavo va a seguir sin gustar. Sin embargo, si se cambia la tradición de comer pavo por otra, se acogerá el día con más ganas».
Pero, ¿y si no se desea participar de las celebraciones familiares? “Hay personas que piensan que si no van a una cena navideña, los anfitriones -madre, suegros- se disgustarán mucho. Pero hay que darse el derecho de poder elegir”, señala Anabel López. Hay que tener fortaleza para ser asertivo y decir que no. No obstante, “si una persona se ve capaz de pasar las Navidades en familia aunque no le apetezca, perfecto. El problema es si se fuerza demasiado, por la presión social o familiar. Esto puede ser una fuente de conflictos”, añade María del Mar Martín.
Si al final uno decide celebrar la Navidad como todo el mundo aunque no le apetezca, hay que intentar disfrutar de lo que se pueda, como de algunas compañías o de la comida. Pero si en realidad la persona no estará a gusto haciendo lo que los demás hacen, es mejor buscarse un plan alternativo, como un viaje. De hecho, de los tres grandes periodos vacacionales del año, Navidad es en el que menos viajan los españoles (solo el 14,2%), si se compara con la época estival (55,6%) y Semana Santa (24,1%).