La menopausia se asocia a un incremento de peso. A pesar de que los cambios propios de esta etapa tienden a la ganancia de kilos y a un cambio en la distribución de la grasa corporal, en realidad un aumento importante de peso está más relacionado con ingerir más energía de la que se gasta. A continuación se describe por qué la prevalencia de obesidad es más elevada en la menopausia y cuáles son los riesgos asociados al exceso de peso. También se dan varias pautas sobre la dieta recomendada para este tiempo.
La menopausia se asocia a un incremento de la grasa corporal. Según datos de la Asociación Española para el Estudio de la Menopausia, AEEM, la proporción de grasa corporal, que a los 20 años es del 26%, sube al 33% a los 40 años y al 42% a los 50 años. A pesar de que en algunas mujeres se da un ligero cambio de la figura por el cambio en la distribución del tejido adiposo, en otras se produce un importante aumento de peso. Sin embargo, este estaría más relacionado con una mayor ingesta y una disminución del gasto energético, lo que favorece la ganancia de peso o el agravamiento de la obesidad.
Por otro lado, según datos del estudio «Obesidad y menopausia», realizado por el servicio de Endocrinología del Hospital Universitario de Getafe (Madrid), algunas causas del incremento de peso durante la menopausia no tienen vínculo directo con la menopausia en sí, sino con la edad, y otras dependen de la disminución de los estrógenos endógenos.
Riesgos de la obesidad en la menopausia
En la menopausia la prevalencia de obesidad es más elevada. De hecho, el sobrepeso es un factor reconocido de riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares (la mayor causa de fallecimiento entre las mujeres menopáusicas es la enfermedad isquémica), la diabetes mellitus tipo 2 (por insulinorresistencia), trastornos del aparato locomotor (como osteoartritis) y algunos cánceres (de endometrio, mama y colon). Además, el peligro de contraer estas enfermedades incrementa de forma proporcional al aumento del Índice de Masa Corporal.
La obesidad predispone a que los sofocos y sudoraciones nocturnas surjan con mayor frecuencia e intensidadSegún la «Guía de Práctica Clínica sobre la Menopausia y Postmenopausia», de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia, la Asociación Española para el Estudio de la Menopausia, la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria y el Centro Cochrane Iberoamericano, el aumento de peso y la obesidad predisponen a que los sofocos y sudoraciones nocturnas surjan con mayor frecuencia e intensidad. Pero, según los autores, se desconoce si el perder peso puede disminuir el riesgo de padecerlos.
También se describe que el aumento de riesgo cardiovascular está asociado, sobre todo, al incremento de factores de riesgo que afloran con la edad. El envejecimiento, la hipertensión arterial, la dislipemia, la diabetes, el hábito tabáquico, el sedentarismo, la obesidad y los antecedentes familiares son los factores más importantes, y, hay que tener en cuenta, que se potencian entre sí.
Menopausia, obesidad y cáncer de mama
Según datos de la Asociación Española contra el Cáncer, AECC, el cáncer de mama es el segundo en frecuencia en todo el mundo después del cáncer de pulmón. En nuestro país, se diagnostican unos 22.000 casos al año; esta cifra encarna casi el 30% de todos los cánceres en mujeres españolas. La mayoría se diagnostican entre los 35 y los 80 años, con un despunte entre los 45 y los 65.
Uno de los factores de riesgo asociados al cáncer de mama es la obesidad en la menopausia. Ante obesidad o sobrepeso, el exceso de tejido adiposo (en la menopausia, la mayor parte de los estrógenos proviene del tejido graso) puede aumentar la posibilidad de sufrir cáncer de mama. Además, las mujeres obesas tienen niveles de glucemia (azúcar en sangre) más elevados, que también se relacionan con el desarrollo de distintos cánceres, como el de mama.
Los estudios disponibles barajan distintas posibilidades: primero, parece que el riesgo de sufrir cáncer se incrementa en quienes suben de peso en la adultez y parece que no sigue el mismo patrón en quienes han tenido exceso de kilos desde la infancia; y, por otro lado, que un exceso de grasa abdominal -además de ser un factor de riesgo cardiovascular, aumentar los niveles de colesterol y la tensión arterial- sería más peligrosa que la misma cantidad de tejido adiposo en muslos y caderas.
Según un reciente estudio, publicado en ‘Cancer Research’, las mujeres obesas podrían reducir el riesgo de padecer cáncer de mama después de la menopausia si, antes de entrar en esta etapa vital, evitaran un aumento de peso. Los autores señalan, además, que las mujeres obesas en la posmenopausia tienen mayor riesgo de sufrir cáncer de mama y de sufrir peores resultados clínicos ante la enfermedad que quienes, en la posmenopausia también, están delgadas.
A pesar de que los cambios hormonales y metabólicos propios de la menopausia tienden a un aumento de peso y a un cambio en la distribución de la grasa corporal, ante todo, hay que desterrar creencias como que este incremento y la menopausia van siempre de la mano o como que los kilos de más no se pueden perder o, como proclaman algunos mitos, incluso puede ser perjudicial hacerlo. En líneas generales, la dieta para las mujeres en la menopausia no dista demasiado de las recomendaciones que debería tener en cuenta el resto de la población.
- Asegurar el aporte de calcio, vitamina K y magnesio. Para ello, es idóneo consumir lácteos desnatados, pescado azul y verduras (sobre todo de hojas verdes).
- Incrementar los niveles de vitamina D, que se encuentra en alimentos como la leche y los huevos. Asegurar una exposición solar diaria de 15 a 30 minutos, al menos, en cara y brazos.
- Reducir la ingesta de sal.
- Aumentar el consumo de alimentos de origen vegetal por su contribución en fitoestrógenos, como las isoflavonas de la soja.
- Elevar la ingesta de frutas, verduras y hortalizas, legumbres, cereales integrales y frutos secos y disminuir el consumo de alimentos grasos.
Además de estos consejos dietéticos, los especialistas insisten en la importancia de seguir un estilo de vida saludable, abandonando hábitos tóxicos, como tabaco y alcohol, e incrementar la actividad física, que ayudará a mantener a raya los factores de riesgo cardiovascular y a mejorar el estado anímico de la mujer, además de favorecer el mantenimiento de su masa ósea y muscular para prevenir las fracturas y disminuir el ritmo del proceso de envejecimiento.