Los trastornos de las glándulas suprarrenales dan lugar a alteraciones en la síntesis, el almacenamiento y la secreción de hormonas que regulan la frecuencia cardíaca, la presión arterial o la sudoración y otras funciones bajo el control del sistema nervioso simpático, como dilatación de las pupilas, aumento de la fuerza, dilatación de los bronquios y disminución de las contracciones estomacales. Cuando las glándulas suprarrenales dejan de funcionar, no producen las cantidades necesarias de hormonas. Una producción deficiente o excesiva de cualquiera de ellas puede causar enfermedades graves.
Dos pequeños órganos, de no más de seis g de peso en adultos, están situados en la parte superior de cada uno de los riñones. Estas dos glándulas endocrinas bien diferenciadas sintetizan las hormonas esteroides -en la corteza suprarrenal-, y almacenan y secretan -en la médula- las catecolaminas. La enfermedad de Addison, por un lado, y el síndrome de Cushing, por otro, son diferentes caras de un desequilibrio hormonal.
Addison, la insuficiencia
La enfermedad de Addison, también llamada insuficiencia suprarrenal o hipoadrenalismo, aparece cuando hay un defecto en la producción de hormonas que segrega la corteza de las glándulas suprarrenales. Esta disminución se da por diferentes causas: una enfermedad inmunitaria, por infección (como tuberculosis, micosis o VIH), pérdida de sangre, tumores o tratamiento con fármacos anticoagulantes.
Estas hormonas son las que pertenecen al grupo de las glucocorticoides -como el cortisol- que mantienen el control de los niveles de glucosa en sangre, controlan la respuesta inflamatoria del sistema inmunitario y la reacción de su cuerpo ante el estrés; las mineralocorticoides, que regulan el equilibrio del sodio y potasio y la presión arterial, -como la aldosterona-; y las hormonas sexuales, los andrógenos en hombres y los estrógenos en las mujeres, que tienen que ver con el desarrollo sexual y la libido. Esta enfermedad es más frecuente en personas de entre 30 y 50 años de edad y afecta a ambos sexos por igual.
Ante una crisis suprerrenal, hay que administrar de forma urgente hidrocortisona y aplicar un tratamiento para solventar la hipotensión severa
Los síntomas que sufren los afectados varían en intensidad; algunos de ellos son muy molestos, como los cambios bruscos en la presión arterial (hipotensión) o en la frecuencia cardíaca, diarrea crónica, nauseas y vómitos con pérdida de peso, palidez cutánea con el oscurecimiento de la piel en algunas zonas, debilidad, fatiga extrema y movimientos lentos y pesados, y deseo impetuoso de consumo de sal.
El tratamiento se basa en reemplazar la falta de hormonas con corticosteroides. Así, la hormona adenocorticotrópica, ACTH, o cortisol, se suplementa con un glucocorticoide sintético como la hidrocortisona, la prednisona o la cortisona. La aldosterona se reemplaza con un mineralocorticoide llamado fludrocortisona. A menudo será necesario tomarlos durante toda la vida para tener bajo control los síntomas de esta enfermedad.
Si el diagnóstico es de crisis suprarrenal, una forma extrema de insuficiencia de las glándulas suprarrenales y potencialmente mortal que se da por carestía de cortisol,hay que administrar hidrocortisona y tratamiento con líquidos endovenosos para solventar la hipotensión severa (presión arterial baja). Por el contrario, se pueden dar situaciones de shock, convulsiones y coma. Algunos pacientes son adiestrados para poder aplicarse ellos mismos las inyecciones de hidrocortisona de emergencia ante situaciones de estrés. Los expertos, además, aconsejan a los afectados que siempre lleven consigo una etiqueta de identificación médica, con el tipo de medicamento y las dosis adecuadas que precisan ante tales estados.
Cushing, la producción excesiva
El síndrome de Cushing es una enfermedad con una prevalencia muy baja: se dan menos de 40 casos por millón de habitantes en todo el mundo. También conocida con el nombre de hipercortisolismo, está provocada por un exceso de producción de hormona cortisol que, en un 70% de los casos, está causada por una adenoma (tumor no canceroso) en la hipófisis, una glándula endocrina situada tan lejos como en la base del cráneo y que controla, mediante un seguido de hormonas, las funciones fisiológicas del organismo.
Tomar dosis altas de corticoides para controlar el asma o la artritis reumatoide puede provocar síndrome de Cushing
Otras causas son los efectos adversos de la toma de esteroides antiinflamatoridos (corticoides) para el asma o la artritis reumatoide. Igual que en la enfermedad de Addison, el síndrome de Cushing afecta por igual a ambos sexos y reviste gravedad sin tratamiento.
Los síntomas característicos de esta hiperproducción son variados: obesidad en el abdomen con extremidades delgadas, cara redonda y roja (de luna llena), estrías de color violáceo en abdomen, muslos y mamas, cefalea, acné, exceso de vello, amenorrea (ausencia de menstruación), impotencia y falta de libido, sed excesiva y aumento de la micción, joroba o giba de búfalo (grasa acumulada en los hombros), aumento involuntario de peso e irritabilidad. Y síntomas secundarios como hipertensión arterial por la retención de sodio que provocan los corticoides, diabetes y depresión, ansiedad y psicosis.
El tratamiento depende de la causa que lo ha provocado. Así, si se debe a un fármaco, hay que disminuir, si es posible, las dosis muy lentamente, siempre bajo prescripción médica. Si fuera por tumor hipofisario u otro tumor suprarrenal que provoque un aumento de liberación de cortisol, la cirugía es el tratamiento de elección, seguida de radiación en algunos casos, y terapia sustitutiva con hidrocortisona a pequeñas dosis.
Si no es posible realizar la extracción del tumor, hay una opción de administrar fármacos que frenen la liberación de la hormona en cuestión. Aun cuando la intervención quirúrgica lleva a una recuperación total, no es imposible que reaparezca.
El cortisol segregado por las glándulas suprarrenales está considerado como la hormona del estrés. En las situaciones vividas como de peligro, ayuda a nuestro organismo a enfrentarse a los problemas. Cuando esta situación es puntual, una vez superada, se normalizan sus niveles. Sin embargo, cuando este estrés se alarga en el tiempo provoca efectos perjudiciales en el sistema inmunitario, favoreciendo que enfermemos más fácilmente. Algunos de ellos son el cansancio, alteraciones en el sistema musculoesquelético, pérdida de memoria o, incluso, depresión.