Antonio Luis Valero Santiago preside el comité de rinoconjuntivitis de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC). Como investigador centrado en las polinosis -alergia al polen-, trabaja en la unidad de alergia del Servicio de Neumología y Alergia Respiratoria del Hospital Clínic de Barcelona. Junto a Álvaro Cadahía García es, además, autor de un manual sobre polinosis y colabora con la Red Española de Aerobiología.
Se toman las medidas, aunque siempre queda por hacer. De entrada, todos los médicos de atención primaria están preparados para diagnosticar y tratar la sintomatología alérgica propia de la polinosis (alergia al polen). Si se requiere un diagnóstico etiológico habrá que recurrir, sin embargo, al alergólogo.
Peor. Podemos poner el caso de un municipio capital de provincia, como Girona, con 750.000 habitantes censados y sólo dos alergólogos en la red pública.
Vacunas y antibióticos dificultan la maduración del sistema inmune y nos exponen a mayores sensibilizaciones alérgicas
La Red sigue el ciclo estacional de polinización de nuestras especies vegetales. Los más madrugadores son los cipreses, que polinizan ya en invierno, y lo han hecho a niveles muy por encima de los registrados en años anteriores. Luego seguirán las gramíneas (muy extendidas por las dos Castillas cerealistas) y los olivos (en el sur). Las plantas almacenan mucha agua de las lluvias y esto augura una polinización abundante. La de 2009 será una primavera muy “rinoconjuntivante”.
Nos consta que las administraciones mueven ficha; reconocen la gravedad sociosanitaria de una polinosis superabundante, en grandes ciudades se procede a podar árboles muy polinizadores para paliar su efecto, se sustituyen árboles caídos o muertos de polinización elevada por otras especies menos polinizantes y se ponen en marcha tímidas campañas para sensibilizar a la población.
Airear las casas tras el mediodía, cuando la densidad de pólenes es menos elevada, evitar los paseos o el traslado a lugares atiborrados de las plantas o los árboles a los que somos alérgicos (también es más conveniente pasear por la tarde), aprender a identificar esas especies vegetales, sus características morfológicas y su ciclo reproductivo, emplear filtros antipolen en casas y vehículos, visitar al alergólogo a fin de identificar con regularidad el estado de la alergia y cumplir con el tratamiento prescrito.
A quien no debemos culpar es a los pólenes. Sin ellos, las plantas no se podrían reproducir y sería peor para todos. Sabemos de contaminantes, como los productos de la combustión de motores diesel, que favorecen la sensibilización a los alérgenos; de manera que en zonas cercanas a carreteras o barrios de tráfico muy denso hay siempre más casos de alergia a pólenes. La lluvia de otoño es perjudicial porque prepara a las plantas para una masiva polinización en primavera, pero la lluvia de primavera es buena, limpia el aire de pólenes.
Sin poner en duda su valor sanitario, cada vez se constata más que tales medidas higiénicas dificultan la maduración de nuestro sistema inmune y nos exponen a mayores sensibilizaciones alérgicas. No es una discusión científica nueva ni cerrada.
En efecto, se trata de inmunizaciones sistémicas que por vía sublingual o hipodérmica acostumbran nuestro organismo al contacto con los alérgenos y acaban, en un 80% de los casos (siempre y cuando se siga el tratamiento al pie de la letra), con la sintomatología tan molesta.
Falso. La maduración del sistema inmune no es paralela a la del resto del cuerpo. Además, sabemos que muchas alergias son fruto de dos o tres décadas de contacto reiterado con un alérgeno que, tras todo ese tiempo, empieza a dar sus primeros síntomas. Por eso haríamos bien en vigilar todos, sobre todo los alérgicos ya diagnosticados. Cuanto antes se aborde una alergia, mejor será su evolución y podremos evitar que las molestas lágrimas o la rinitis desarrollen síntomas bronquiales más graves (asma).
En 1991, gracias a una iniciativa conjunta de la Universidad de Córdoba y la Universidad Politécnica del Norte de Londres (Reino Unido), se planteó la creación de una red de monitorización aerobiológica en España, integrada en la European Aeroallergen Network (EAN), con sede en la Universidad de Viena (Austria). Surgió así la Red Española de Aerobiología (REA), empezando con tan sólo tres unidades de muestreo. También quedó establecido un centro coordinador nacional en la unidad de monitorización aerobiológica de la Universidad de Córdoba, destinado a recibir, almacenar y organizar los datos obtenidos en las diferentes localidades muestreadas, para difundir seguidamente información a los medios de comunicación y las administraciones acerca de los niveles de contenido polínico en la atmósfera española.
En la actualidad, la REA dispone de 47 unidades de monitorización aerobiológica homologadas, permitiendo que una información comparativa y rigurosa de la polinosis en todo el país. La REA se ha conformado, además, como una red académica, integrada por personal docente e investigador, con una elevada cualificación en temas relacionados con botánica, micología (estudio de los hongos), palinología (disciplina botánica dedicada al estudio del polen y las esporas) y dinámica atmosférica, materias indispensables en los estudios de aerobiología (estudio de partículas orgánicas, como bacterias, esporas, ácaros y polen, transportadas por el aire).
Desde la constitución de la Asociación Española de Aerobiología (AEA), en 1995, la REA figura como una red técnica a su servicio y presta a la Administración un Servicio Nacional de Prevención de Alergias Polínicas. Valero insta, no obstante, a las administraciones para que dicho servicio merezca “algo más que una palmadita a la espalda” por el arduo trabajo que lleva a cabo de forma ininterrumpida.