Atención a las futuras sorderas a causa de los dispositivos musicales móviles

Aumenta el número de afectados que rondan los 40 años con sordera precoz por el mal uso de dispositivos musicales móviles
Por Núria Llavina Rubio 31 de octubre de 2011
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Un 15% de la población europea entre 19 y 34 años sufre alguna lesión neurosensorial por una exposición continuada y excesiva al ruido, mientras que un 90% ha sufrido pitidos en el oído al menos una vez tras escuchar música en volúmenes excesivos. En paralelo, en los últimos años, las ventas de reproductores MP3 se han disparado. En la Unión Europea, entre 50 y 100 millones de personas utilizan a diario estos pequeños aparatos portátiles. Sin embargo, varios estudios -ninguno de ellos realizado a largo plazo- señalan que su mal uso se ha convertido en una seria amenaza para la audición.

El uso inadecuado de los reproductores musicales móviles dispara los casos de pérdidas auditivas precoces entre personas de unos 50 años e, incluso, más jóvenes. Los expertos vaticinan que este fenómeno aumentará cuando la generación que nació con el originario «walkman» llegue a la madurez (los nacidos en las décadas de los 70 y los 80). Pero no solo achacan al aparato la responsabilidad de estos casos precoces de sordera; también el sonido atronador de algunos cines, discotecas o videojuegos con «dolby surround» casero pueden llegar a provocar lesiones irreparables, aunque en estos casos el tiempo de exposición al sonido es a menudo menor.

Los dispositivos MP3 actuales dañan mucho más que los anteriores aparatos («walkman» y «Discman») ya que, al tener baterías más duraderas y almacenar miles de canciones, los usuarios se han acostumbrado a llevarlos conectados durante horas y a un nivel de decibelios (dB) alto (hasta 120, similar al ruido de un avión al despegar). Así han proliferado lesiones neurosensoriales por exposición excesiva al ruido, que se detectan primero como problemas para percibir frecuencias agudas y luego las conversaciones. En ocasiones, cuando se detecta el problema, ya es demasiado tarde para solucionarlo.

¡Oído a las primeras señales!

El tipo más común de alteración auditiva por los dispositivos musicales es la pérdida de audición, es decir, la incapacidad para escuchar sonidos por debajo de determinados umbrales. Por otro lado, destacan los acúfenos, la percepción de un sonido sin fuente sonora externa que lo origine. Estos pueden afectar a un oído, a los dos o referirse a la cabeza y apreciarse como un tono puro y sencillo o, como es más habitual, como ruidos complejos (como un grillo o timbre, entre otros).

Pueden ser temporales o permanentes y son relativamente comunes: hay un millón y medio de españoles afectados. Las primeras señales de que el oído interno comienza a fallar se detectan cuando cuesta oír bien conversaciones en un ambiente ruidoso, escuchar el propio móvil o se oyen acúfenos. En general, estos primeros indicios de presbiacusia se daban a partir de los 60 años por degeneración debida al propio proceso de envejecimiento.

Utilizar mecanismos portátiles cada día durante una hora o más y a una intensidad inadecuada puede provocar pérdida auditiva

Los mecanismos portátiles actuales no solo se utilizan para escuchar música o programas de radio, sino también para ver vídeos y fotos o almacenar archivos. Se generan gran cantidad de actividades en un solo aparato y los usuarios pueden pasar horas y horas con la música siempre de fondo. Además, con los formatos digitales de audio disponibles en la actualidad, es posible alcanzar altos niveles de volumen sin perder calidad, por lo que el límite máximo se sobrepasa a menudo.

El tipo de auricular usado en la actualidad puede determinar también una mayor afectación. Aunque vuelven a estar de moda los auriculares grandes, aún son habituales los de botón (que se introducen dentro del oído), cuya exposición al sonido es mayor que con otros tipos de auriculares. El sonido máximo en algunos aparatos puede alcanzar hasta casi 120 dB, el equivalente al ruido de un avión que despega cerca.

Música con recomendaciones para evitar sorderas

Escuchar música a 80 dB o menos se considera seguro. Un estudio de 2004 recomienda limitar el tiempo de escucha a una hora al día y ajustar la intensidad del sonido a un nivel inferior al 60% del máximo posible cuando se utilicen auriculares que se colocan sobre los oídos y a un nivel aún menor, si son los de botón. Otro estudio sugiere restringir el volumen máximo de los reproductores portátiles a 90 dB.

La campaña «Don’t lose the music» (No pierdas la música), de la centenaria entidad británica para la lucha contra la sordera Action Hearing Loss, recomienda varios aspectos para el buen uso de los dispositivos musicales: usar auriculares de buena calidad que aíslen el sonido de fondo, ya que, por lo general, los de serie tienen fugas de sonido o sonido de fondo, un aspecto que obliga a subir la intensidad; descansar al menos cinco minutos cada hora; y activar el «limitador de volumen» si está disponible, para ser consciente cada vez que se sobrepasa el límite.

Necesidad de legislación

Un informe del Comité Científico de Riesgos Sanitarios Emergentes de la Salud indicaba en 2008 que utilizar estos mecanismos cada día durante una hora o más y a un volumen inadecuado puede provocar una pérdida irreversible en el nervio auditivo. Un estudio de 2008 llevado a cabo por la Royal National Institute for Deaf (Reino Unido) detectó que el 39% de los jóvenes entre 18 y 24 años utilizaba estos dispositivos al menos durante una hora al día y el 42% admitió que lo hacía a una intensidad excesiva.

Incluso con estos datos en la mano, no hay una legislación europea que límite la exposición a este ruido, como sí está disponible para el generado en el ámbito laboral, por lo que en la mayoría de casos se utiliza sin tener en cuenta los riesgos que conlleva. Hacerlo a más de 70 dB de forma continuada (todas las semanas y en menos de cinco años) sería similar a trabajar en un ámbito industrial ruidoso. Para la Comisión Europea, los reproductores deberían estar predeterminados a 85 dB. Sin embargo, los usuarios acostumbran a sobrepasar estos límites, aunque se les alerte con mensajes de seguridad que emite el propio mecanismo.

ACÚFENOS: UN RUIDO MOLESTO

En el reciente XXIV Congreso de la Sociedad Andaluza de Otorrinolaringología y Patología Cérvico-facial, celebrado en Granada, los especialistas M. Ángel López y Francisco Esteban presentaron una nueva guía, bajo el nombre de “Acúfenos como señal de malestar”. En ella se recogen los avances de esta dolencia que, según ellos, no se ha valorado como se merece hasta ahora. En los últimos años, los acúfenos han cobrado interés por el aumento de afectados, ya que el 35% de la población los ha experimentado alguna vez y el 10% los sufre de forma permanente.

Para estos últimos, supone una dificultad en las actividades laborales o sociales. En la elaboración de esta extensa guía han participado 77 autores. Abarca definición, diagnóstico o tratamiento e incluye aspectos novedosos, como la psicootorrinolaringología que, con una historia de seis décadas, aporta herramientas para la práctica diaria de los otorrinolaringólogos, para que tengan en cuenta los aspectos psicosomáticos de los acúfenos. Los factores psicosociales que pueden provocar o agravar este molesto síntoma se han subestimado hasta hoy, pero se ha constatado que el estrés, las emociones negativas, la ansiedad, la depresión, los trastornos obsesivo-compulsivos o de la personalidad y la psicosis pueden interaccionar en doble dirección con la patología otorrinolaringológica.

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