Después de la amputación de una extremidad, el paciente puede “sentir” la parte amputada del miembro como si fuera real. A veces esta sensación fantasma no es dolorosa y se percibe en forma de hormigueo, frío o calor. Sin embargo, en muchos casos puede ocasionar un dolor tanto intenso como constante en forma de quemazón, picor extremo o compresión, parecido al que puede advertir un miembro sano. A pesar de que este dolor suele disminuir en el transcurso de los dos años siguientes a la amputación, no hay ningún tratamiento que sea válido para todos los afectados.
Imagen: Army.mil
En ocasiones, cuando se amputa una extremidad, la persona continúa «sintiendo» el miembro perdido e, incluso, percibe un dolor real. Hasta el 85% de los pacientes amputados experimenta algún tipo de sensación de extremidad fantasma; la percepción de que el miembro ausente sigue estando presente, ya sea en su totalidad o sólo la parte más distal, los dedos. Asimismo, también pueden llegar a creer que mueven la extremidad o apreciar lo que se conoce como telescopia: cuando, con el tiempo, los dedos fantasma «suben» hasta insertarse el muñón.
Las dolencias fantasmas pueden aparecer inmediatamente después de la amputación o muchos años después. Su aparición no está relacionada con factores psicológicos, ni edad, sexo, lugar de la amputación o causa de la amputación. Es indiferente, por ejemplo, que haya sido traumática o provocada por una enfermedad.
El porqué del síndrome
No existe relación entre el dolor del miembro fantasma y algún trastorno psicológico clínico
Hasta hace unos años, los miembros de la comunidad científica creían que cuando se amputaba una extremidad las células cerebrales afectadas morían e inculpaban de las sensaciones de dolor en la zona a la irritación de los nervios localizados cerca del muñón, o, incluso, a la imaginación del afectado. Sin embargo, y a diferencia de lo que se pensaba hasta hace bien poco, el cerebro genera nuevas conexiones neuronales de forma continuada como respuesta a los distintos estímulos que recibe, y después de la amputación las células se reconectan y redistribuyen los circuitos cerebrales. Se conoce a esta habilidad cerebral como plasticidad.
Recientemente, gracias a las nuevas técnicas de obtención de imágenes como la tomografía con emisión de positrones, PET, que mide la actividad metabólica de las células de los tejidos corporales y permite evaluar tanto el funcionamiento (fisiología) como la estructura (anatomía) del órgano o tejido, y las imágenes por resonancia magnética se ha podido entender qué es lo que sucede en estas situaciones. Hoy, los expertos ya pueden visualizar la actividad que tiene lugar en la corteza cerebral cuando un paciente mueve el muñón de un miembro amputado, y las neuronas cerebrales permanecen dinámicas y excitables. De manera extraordinaria, las células cerebrales pueden ser estimuladas por otras partes del cuerpo, sobre todo aquéllas ubicadas cerca del miembro ausente.
El dolor en el miembro fantasma puede desencadenarse algunas veces por la micción, la defecación o el orgasmo, o cuando se toca una parte detonante en el cuerpo del paciente, que puede ser la extremidad contralateral, y que puede hacer que el afectado note dolor en la zona correspondiente al miembro fantasma.
Tratamientos que ayudan
Un amplio abanico de terapias ayudan a aliviar estas sensaciones dolorosas. Su efectividad depende del paciente. Entre los tratamientos disponibles, en muchos casos coadyuvantes, se encuentran fármacos analgésicos (poco eficaces), anestésicos locales, anticonvulsivos y antidepresivos; el bloqueo nervioso de la zona afectada; la estimulación eléctrica (TENS) que, mediante un impulso eléctrico transcutáneo bloquea la transmisión de los impulsos dolorosos; el asesoramiento psicológico; la biorretroalimentación o biorretroacción; la hipnosis; la acupuntura; y, en muy pocas ocasiones, la cirugía.
Antes de la intervención quirúrgica, si la hay, es importante determinar si el afectado es una persona de riesgo, según las guías de práctica clínica. Y es que el dolor fantasma se hace más patente en personas con antecedentes de dolor importante en la extremidad ahora ausente, con problemas de cicatrización de heridas, así como con factores psicosociales como bajo apoyo social y familiar, y ser una persona introvertida e insegura. Además, es imprescindible avisar al paciente que puede experimentar tal sensación después de la operación y que debe hablar de ello. Muchos afectados dudan si referirlo o no a su equipo de salud por lo extraño que parece.
Los últimos datos disponibles apuntan a que la biorretroacción electromiográfica puede ser un tratamiento efectivo para las dolencias del miembro fantasma. Los expertos señalan que hay que intentar este tipo de terapia antes de empezar con la farmacológica y sus consecuentes efectos secundarios. Lo que hace la biorretroacción es suministrar información a la persona en un esfuerzo por instruirla para que sea capaz de ganar elementos de control voluntario sobre las funciones corporales que, por lo común, funcionan de manera inconsciente.
Esta técnica se basa en el concepto de que las respuestas autonómicas pueden controlarse por procesos de condicionamiento. Por ejemplo, las manifestaciones fisiológicas de ansiedad -como sudoración, taquicardia y dolor- se pueden reducir enseñando al paciente a ser conciente de las señales del organismo de un estado de tensión a uno de relajación. Este aprendizaje o entrenamiento implica retroalimentación -feedback- a través de registros luminosos o acústicos del funcionamiento del cuerpo durante la ansiedad o la relajación.
En el caso de los pacientes amputados con sensaciones dolorosas, el objetivo es enseñarles a considerar, de forma habitual, que su miembro “fantasma” está, por ejemplo, tan caliente como su miembro intacto, y en el caso de sufrir calambres la prioridad es adiestrarlos a que, con aumento de tensión o “estiramiento” de la extremidad ausente, puedan evitarlos. La biorretroacción se aplica no sólo en la rehabilitación neuromuscular después de este tipo de lesiones, sino también en algunos tipos de incontinencia fecal y urinaria, cistitis intersticial, síndrome de Raynaud e, incluso, en cefaleas por tensión.