Una de cada cuatro personas padecerá un trastorno de ansiedad a lo largo de su vida. Es un problema frecuente en el que se confunden síntomas de la esfera psíquica, como el nerviosismo, con otros físicos, como las palpitaciones. Esta imbricación entre el cuerpo y la mente parece que tiene lugar en ambas direcciones. Así lo demuestra un estudio que pone de manifiesto la asociación entre hiperlaxitud articular y trastorno de ansiedad.
La hiperlaxitud articular (HLA) está asociada de manera muy estrecha con el riesgo de sufrir un trastorno de ansiedad o un ataque de pánico: los afectados tienen 23 veces más posibilidades de sufrirlos que la población libre de este desorden. Así concluye un estudio llevado a cabo por especialistas del Hospital del Mar, de Barcelona. La hiperlaxitud articular es un desorden no patológico que afecta al aparato locomotor (huesos, ligamentos, músculos y articulaciones) y que provoca un aumento de la flexibilidad del tejido conectivo corporal, motivado por una alteración en las fibras de colágeno. Es un problema común que afecta a cerca del 12% de la población, sobre todo mujeres, y que tiene un fuerte carácter hereditario.
La hiperlaxitud y la ansiedad están relacionadas porque tienen en común trastornos en el sistema nervioso autónomo
El estudio quería buscar alguna relación entre las dos variables (hiperlaxitud y ansiedad) y se realizó con 158 personas, elegidas al azar, entre 16 y 20 años. Se excluyó del estudio a quienes se había diagnosticado algún desorden psicológico. Después se evaluó la presencia de HLA mediante los criterios de Beighton, que consisten en una serie de ítems para determinar el grado de movilidad articular (como ser capaz de tocar el suelo con la palma de las manos al agacharse sin doblar las rodillas, entre otros).
Por último, se efectuó un seguimiento de 15 años para determinar el desarrollo de ansiedad y ataques de pánico, tanto en el grupo con articulaciones hiperlaxas como en el grupo control. Según Antoni Bulbena, uno de los autores del estudio y director del Instituto de Neuropsiquiatría y Adicciones (INAD) del Hospital del Mar y catedrático de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), la HLA y la ansiedad están relacionadas porque tienen en común trastornos en el sistema nervioso autónomo o vegetativo, conocidos como disautonomía.
El sistema nervioso vegetativo es el responsable de regular muchas de las funciones autónomas del cuerpo, como la respiración, la temperatura, la presión arterial y el pulso. Síntomas relacionados con un estado de angustia, como palpitaciones, náuseas, respiración entrecortada, hiperventilación, temblores o molestias en el pecho son más frecuentes en afectados de hiperlaxitud. En la misma línea de investigación, se analizan otras asociaciones, ya que además de la predisposición a este estado de inquietud, también se registran más cefaleas, problemas de tiroides y colon irritable.
El trastorno de ansiedad generalizada es un patrón común caracterizado por una preocupación y tensión constantes, a menudo sin un motivo claro. Puede sentirse en cualquier edad y sexo, aunque tiende a ser más frecuente en mujeres. Las causas no están bien determinadas, pero se sabe que los genes pueden influir y que el estrés es un factor que predispone. Las personas afectadas están sometidas a un estado de constante preocupación, con independencia de cuál sea la causa.
A menudo, el origen primero de intranquilidad se transforma con el tiempo y pasa, entre otros, de un problema familiar a otro laboral o de salud. La persona se siente ansiosa y en tensión constante, aunque los problemas se resuelvan y sea consciente de que no hay motivo alguno de desasosiego. Además es habitual que se acompañe de fatiga e irritabilidad, así como de problemas de concentración y dificultad para conciliar el sueño. Las molestias físicas, como cefaleas, náuseas, palpitaciones y temblores, pueden formar parte del cortejo sintomático.
Los ataques de pánico son otra de las formas en que puede manifestarse un trastorno de ansiedad. Durante la crisis se origina una sensación repentina de terror sin un motivo aparente, acompañado de mareos, dificultad al respirar, dolor en el pecho y taquicardia. Estos ataques, que pueden darse en cualquier momento y situación, provocan a menudo un temor que empeora la situación y que condiciona la vida diaria. El abordaje terapéutico de estas dolencias pasa por los fármacos (ansiolíticos y antidepresivos) y por terapias psicológicas, como las técnicas de relajación y las terapias cognitivas.