Ronald van Ree, inmunopatólogo de la Universidad de Ámsterdam, es una autoridad mundial sobre alergias alimentarias. Es consultor de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en esta materia y, tanto en Holanda como en otros países de la Unión Europea, colabora activamente en estrategias para prevenir, identificar mejor y corregir las alergias motivadas por alergenos. Explica que uno de cada 70 habitantes en todo el mundo desarrolla una alergia a alimentos tan comunes como la leche, las nueces o las manzanas.
Alergólogos e inmunólogos trabajamos sobre datos recopilados durante mucho tiempo, patrones de sensibilización alérgica y un minucioso escrutinio tanto de la inmunología humana como de la biología molecular de los compuestos animales o vegetales de los que nos alimentamos… Sin embargo, hoy por hoy no disponemos ni de tratamientos capaces de curar la alergia ni de instrumentos de diagnóstico definitivos. Nuestras esperanzas se centran, de un lado, en la inmunoterapia específica (vacunas alérgicas) y, de otro, en marcadores biológicos que nos permitan identificar cuál es la alergia y qué gravedad comporta.
Sí. A partir de esta iniciativa esperamos dar pronto con nuevas intervenciones terapéuticas. Hasta hoy nos limitábamos a confirmar el origen alimentario de la alergia y a evitar la fuente desencadenante, pero pronto podremos hacer algo más, como desensibilizar al sistema inmune frente al alergeno desencadenante de la reacción.
La inmunoterapia específica funciona con alergenos de las vías respiratorias, intentamos conseguir una inmunización similar para las alergias relacionadas con los alimentos. La clave está en identificar la naturaleza bioquímica del alergeno y obtener extractos que, a dosis escaladas y por espacio de tres a cinco años, permitan al organismo no reaccionar con una inflamación local o sistémica a su sola presencia en la piel, en el torrente sanguíneo o en el tracto digestivo.
Los casos graves no son tan comunes como en estos casos, pero los especialistas estiman que las alergias alimentarias afectan en torno al 8% de la población infantil europea y al 3% de la adulta. Nuestra preocupación parte del hecho de que estas alergias han duplicado su prevalencia en los últimos diez años.
En el transcurso de cuatro años, 30.000 pacientes de más de 20 países han tomado parte en tres estudios epidemiológicos: uno sobre niños de hasta cuatro años, otro sobre escolares entre los siete y los diez años y un tercero con edades comprendidas entre 20 y 55 años.
“Ahora, el kiwi es la fruta que está produciendo más casos de alergia alimentaria en Europa”
Hemos descubierto que las alergias varían en función de la franja de edad estudiada y del área geográfica. Así, por ejemplo, en la población pediátrica son más frecuentes las alergias a la leche o el huevo, mientras que los adultos somos más proclives a las alergias al pescado o las verduras. Por territorios, en el sur de Europa es más habitual la alergia al melocotón o el melón; mientras que en países más septentrionales lo es la alergia a la manzana, el apio, la soja, la avellana o el cacahuete… Como en tantas otras cosas, la globalización introduce en nuestras casas alimentos que antes no había y, ahora mismo, el kiwi es la fruta que está produciendo más casos de alergia alimentaria en Europa.
Hay personas atópicas, caracterizadas por un exceso de una inmunoglobulina en particular, la IgE, que nacen con propensión a desarrollar una o varias alergias; sin embargo, pueden pasar años antes de que dicha alergia se manifieste y no siempre por razones fisiológicas.
Tuve una paciente que descubrió que era alérgica a los melocotones a partir de la adolescencia; sólo porque de pequeña su madre le pelaba y cortaba siempre la fruta y al empezar a contactar con la piel del melocotón y tener que mondar la fruta por su cuenta se produjo la sensibilización.
Sí, pero los tests para detectar la alergia alimentaria duran dos días y no todos los centros están preparados para realizarlos. Además, son costosos y sólo se llevan a cabo bajo una sospecha fundada. El proyecto EuroPrevall, precisamente, trata de dar con herramientas diagnósticas (marcadores) más simples e inmediatas.
Sin desmerecer la iniciativa ni la respuesta positiva que ha tenido por parte de la industria, la prevención no acaba aquí. Algunas etiquetas parecen casi fascículos enciclopédicos pero, por poner un ejemplo, una factoría de chocolate elabora sus chocolates negros en las mismas máquinas que los chocolates con leche o con nueces de cualquier tipo, y nadie puede asegurar que alergenos de un tipo de chocolate no pasen accidentalmente a otro tipo. De hecho, bastan cantidades ínfimas para desencadenar una reacción… No deseo transmitir un mensaje de fatalismo, pero sí de complejidad.
Otro ejemplo de complejidad: durante mucho tiempo pensábamos que a menor exposición tendríamos menos alergias, pero descubrimos que en países como Israel los niños toman muchos cacahuetes desde bien pequeños y tienen menos alergias. Pensamos ahora que tal vez sea cuestión de “sobreexponer” para inmunizar; pero es algo que debe hacerse con muchas precauciones para evitar casos de anafilaxis.
La mayor parte de los alergenos toman forma de proteína, pero en los anacardos también hemos identificado alergenicidad en un lípido, el ácido palmítico, y en otros alimentos el problema corre a cargo de hidratos de carbono.
Si el proyecto EuroPrevall incide en la investigación epidemiológica, diagnóstica y terapéutica, la industria farmacéutica (Siemens) y la del cómic (Disney) se han puesto de acuerdo para editar en varios idiomas un libro de dibujos que explica a los más jóvenes en qué consisten las alergias y cómo pueden prevenirse. El libro en cuestión se titula Mickey and the Giant Kachoo! (¡Mickey y el Gigante Kachú!) y abarca distintos estilos de vida, culturas, tipos de exposición alérgica y pruebas diagnósticas que pueden parecer menos engorrosas si se explican y se entienden.