Con motivo de la celebración del Día Mundial del Medio Ambiente, celebrado el pasado 5 de junio, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) ha pretendido lanzar una alerta mundial sobre el medio ambiente. Bajo el lema «Ciudades Verdes», los responsables de la iniciativa intentan dar una cara humana a los temas ambientales, activando así el papel de las personas en el desarrollo sostenible y equitativo. La agricultura urbana constituye una de las principales actividades a tener en cuenta.
El continuo crecimiento de las ciudades y de las zonas urbanas implica que muchas de las cuestiones ambientales sean protagonistas de intensos debates. Uno de ellos, planteado ahora por expertos de todo el mundo, ha sido la necesidad de impulsar una práctica agrícola, si no novedosa, sí al menos peculiar. Se trata de la agricultura urbana, una actividad que ya se lleva a cabo en numerosas ciudades de todo el mundo, especialmente de América del Sur.
Este tipo de producción incluye tanto los productos de las actividades agropecuarias, pesqueras y forestales, así como los servicios ecológicos que proporcionan. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), diversos estudios revelan que dos tercios de las zonas urbanas y periurbanas participan activamente en la agricultura.
Para algunos expertos, hablar de agricultura urbana implica aún tener que hablar de un cambio de mentalidad, tanto desde el punto de vista tecnológico como metodológico. La novedad de esta práctica reside en que, lejos de constituir una práctica informal de supervivencia, constituye más un reto de complementariedad a otros modos de producción, especialmente de la convencional, la que se entiende en parcelas destinadas de forma concreta a este fin.
Desde hace algunos años han sido ya numerosos estudios e investigaciones en este campo, tanto en el ámbito nacional como internacional. Esta tendencia se explica por la creciente presencia de personas interesadas en gestionar programas relacionados no sólo con la práctica de la agricultura sino con sus problemas metropolitanos. Según la organización ecologista Fundación Terra, los beneficios de la agricultura urbana son numerosos, ya que se pueden adecuar los productos que se cultivan a los gustos familiares. Así, la oferta de las «huertos urbanos» puede ir desde el cultivo de hortalizas, a tubérculos e incluso de plantas aromáticas.
Terrazas y balcones verdes
Numerosas ciudades de todo el mundo han iniciado campañas para promocionar la agricultura urbanaEn América del Sur, la Red Latinoamericana de Investigaciones en Agricultura Urbana (AGUILA) opera en distintos países (Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Cuba, Chile, Ecuador, El Salvador, Haití, México, Paraguay, Perú, República Dominicana, Trinidad, Uruguay y Venezuela, así como Estados Unidos, Canadá, Europa y Asia). La actividad de esta red se centra en fomentar la agricultura urbana a través de acciones de investigación, comunicación, capacitación, gestión, promoción, intercambio y cooperación.
En una revista publicada por esta red, los expertos alertaban que la urbanización podía constituir un serio problema de abastecimiento de alimentos. En este sentido, se preveía, para el año 2015, que unas 26 ciudades de todo el mundo tendrán 10 millones de habitantes, e incluso más. Ciudades como Tokio, Sao Paulo o Ciudad de México, que ya han superado este umbral, necesitan importar al menos 6.000 toneladas de comida al día, según datos del informe FAO-SOFIA, de 1998.
En Nueva York, la Fundación Herat Pledge ha propuesto teñir de verde los tejados de la ciudad. Bajo la propuesta ‘Tejados Verdes’, los habitantes neoyorquinos pueden gozar de una importante combinación de productos, desde tomillo, a lechugas, tomates, berenjenas y pimientos. Barcelona y Madrid han apostado también por esta práctica. En Barcelona, la Concejalía de Medio Ambiente y la Fundación Terra impulsaban, en el año 2003, una campaña para animar a los ciudadanos a plantar verduras y hortalizas en sus terrazas.
Responsables de la fundación aseguraban entonces estos balcones proveen de «alimentos sanos y de confianza para el consumo familiar». La iniciativa arrancaba con la idea de producir, de forma ecológica, pequeñas cantidades de verduras, sin el uso de abonos químicos ni de insecticidas. Los restos orgánicos que se producen en los hogares, restos de verduras, frutas y café, entre otros, permiten la elaboración de compost para conseguir un suelo fértil. Dependiendo del espacio disponible, la producción varía considerablemente. Cuanto mayor es el espacio, mayores son los rendimientos.
En febrero de 2004 se recogían los primeros frutos de esta iniciativa en Barcelona. Entonces, un grupo de cultivadores obtenían la primera cosecha de calçots, una variedad de cebolla cuyo consumo se ha convertido en Cataluña en una fiesta gastronómica (la calçotada). Durante una jornada, se reunieron en Barcelona horticultores con algún espacio natural o creado para hacer la función de huerto. La iniciativa sirvió además para animar a nuevos cultivadores urbanos a sacar rendimiento a la tierra.
Uno de los motivos que explican la importancia de la agricultura urbana reside en su capacidad de alimentar a sectores de la población con dificultades para obtener alimentos, especialmente frescos. En este sentido, es importante destacar que una gran parte de los productos de la agricultura urbana se destinan al consumo propio.
Para la FAO, la agricultura urbana puede contribuir de forma clara a la seguridad alimentaria de distintas maneras. No sólo se trata de una actividad que aumenta la cantidad de alimentos disponibles para los pobres de las zonas urbanas y aumenta el grado de frescura de los alimentos sino que incrementa además la variedad de los productos y su valor nutritivo.
Actualmente, la agricultura en áreas urbanas proporciona alimentos a unas 700 millones de personas que residen en ciudades. Para el año 2030 se calcula que el crecimiento de la población en el planeta se concentrará en las áreas urbanas de los países en vías de desarrollo. El 60% de la población de estos países vivirá, según la FAO, en ciudades. La capacidad de adaptabilidad de la agricultura urbana a pequeñas superficies (solares, parques, balcones o terrazas) permite la existencia de micro-huertos.
Las posibilidades de la actividad agrícola urbana con respecto a mejorar el acceso alimentos son numerosas. Hace sólo unos días la FAO reconocía que producir alimentos en casa reduce el gasto para las familias pobres, pone más alimentos a su alcance y reduce la escasez estacional de productos frescos. Además, aumenta la calidad y diversidad de los alimentos consumidos, ayudando así a mejorar la calidad de la dieta de las personas. Un ejemplo de estos beneficios lo refleja la iniciativa puesta en marcha por la FAO en Dakar, Senegal. En esta ciudad, los huertos de tomates de un metro cuadrado instalados en las terrazas producen entre 18 y 30 kilogramos de tomates al año.
A pesar de los avances conseguidos hasta ahora, quedan aún algunos temas por resolver. Destacan las repercusiones de la agricultura urbana en la salud y la sanidad, la dinámica del uso de las tierras debido a la invasión de zonas urbanas en zonas agrícolas y la dependencia entre la agricultura rural y la urbana, informa la FAO.