Un total de 1.500 mapas, 100 cultivos y 640 enfermedades y plagas están representados en un nuevo agroatlas diseñado por expertos rusos y estadounidenses, que se convierte en una de las fuentes internacionales más completas sobre la distribución geográfica de los cultivos del norte de Europa y sus principales amenazas. Esta nueva herramienta permite determinar qué cultivos crecen mejor en lugares concretos y cuáles son las enfermedades o plagas que más les afectan. También es posible evaluar cuáles son los parámetros ambientales más adecuados para la producción agrícola, un aspecto que favorece la adaptación de los cultivos al cambio climático. El objetivo, según sus responsables, es promover la seguridad alimentaria desde el inicio de la cadena.
En 2003, un grupo de expertos rusos y estadounidenses se plantearon un reto: reunir en un único formato una gran cantidad de información agrícola a la que pudieran acceder científicos y agricultores. Con el fin de promover la seguridad alimentaria, y tras siete años de intensa labor, el nuevo agroatlas pretende ser una potente herramienta de información sobre la genes agrícolas que se inscriben en el Tratado Internacional sobre los Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la Agricultura. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el Tratado permite a los países que lo inscriben disponer de información sobre el «material genético de 64 de los cultivos más importantes para la seguridad alimentaria, que representan más del 80% de los alimentos de origen vegetal». Los cultivos con una mayor producción son el trigo, el arroz o las patatas. La diversidad de cultivos es uno de los recursos más importantes en alimentación humana, de ahí que sea fundamental protegerla. La agricultura depende de unos 150 tipos de cultivos en todo el mundo, aunque cada uno tiene una extensa gama de variedades distintas en función de sus respuestas al frío, al calor o a las sequías, o según su capacidad para tolerar determinadas plagas.
La diversidad de cultivos es uno de los recursos más importantes en alimentación humana
Un cultivo tiene genes específicos, que confieren unas propiedades concretas. A través de la generación de estos genes con rasgos distintos, los agricultores son capaces de desarrollar nuevas variedades de cultivos adaptadas a ciertos requisitos y demandas. Se puede crear una variedad que sea más resistente a enfermedades y que tenga una vida útil más larga que la de su forma original. La diversidad de cultivos se convierte en la base biológica de toda la agricultura y su uso se remonta a los inicios de la práctica agrícola, cuando se recurría a esta fuente de alimentación como principal recurso.
Según el Tratado Internacional sobre los Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la Agricultura, algunos de los cultivos más importantes en todo el mundo son la avena, la remolacha, el arroz, el maíz, el trigo, la yuca, la patata, la cebada, las lentejas o el centeno, junto con más de 80 especies forrajeras de 30 géneros distintos.
Hacer frente a retos ambientales
Uno de los problemas a los que debe hacer frente la producción agrícola es la erosión genética de especies de cultivos en todo el mundo. Las variedades tradicionales se reemplazan por otras más modernas y la tierra agrícola disminuye a causa de la urbanización y la desertificación. Los avances tecnológicos, sin embargo, posibilitan la transferencia de genes entre distintas especies para su supervivencia. Disponer de los recursos fitogenéticos es esencial para que se pueda hacer frente a los posibles cambios ambientales, motivados sobre todo por el cambio climático. Se prevé que temperaturas y precipitaciones sean dos de las condiciones que más modifiquen la productividad y contribuyan al desarrollo de plagas y enfermedades.
Para conseguirlo, según el informe «Agricultura ‘climáticamente inteligente’. Políticas, prácticas y financiación para la seguridad alimentaria, adaptación y mitigación» de la FAO, las investigaciones en el campo de la agricultura deben encaminarse a reforzar los sistemas de producción para que puedan adaptarse a los posibles «cambios bruscos». Tierra, agua, nutrientes del suelo y recursos genéticos son algunos de los factores que más transformaciones pueden experimentar, así como la distribución de plagas y enfermedades. El mismo informe indica que estas dos amenazas también pueden alterarse, tanto en su distribución como intensidad, y los patógenos pueden acabar por adaptarse a estos nuevos cambios.
La protección frente a amenazas como plagas y enfermedades de plantas es el objetivo del Sistema de emergencia de prevención de enfermedades y plagas transfronterizas de plantas y animales (EMPRES). Mediante alertas tempranas, se fija en las plagas y enfermedades más graves que amenazan la inocuidad de los alimentos. En este mismo campo, la Convención Internacional de Protección Fitosanitaria (CIPF), un acuerdo internacional de sanidad vegetal, pretende proteger las plantas, tanto las cultivadas como las silvestres, de la amenaza de las plagas, un riesgo aumentado a causa del ascenso de los viajes y el comercio internacional.