Desde hace tiempo, las autoridades sanitarias de todo el mundo vienen alertando de la creciente tendencia de casos de obesidad entre la población infantil y adolescente. Establecer un entorno que permita un comportamiento y un estilo de vida saludables constituye la clave para promover hábitos de alimentación saludables y prevenir la enfermedad en este sector de la población. Esto es lo que prevé el proyecto europeo HELENA (Healthy Lifestyles in Europe by Nutrition in Adolescente), coordinado por expertos españoles y centrado en el estudio de adolescentes de 13 a 16 años.
¿Se alimentan bien los adolescentes? ¿Conocen cuáles son los alimentos que más beneficios les reportan? ¿Existe alguna relación entre la obesidad y el estilo de vida? Contestar a todas estas preguntas es uno de los objetivos del proyecto que coordina Luis Moreno, de la Universidad de Zaragoza, y que cuenta con la colaboración de 25 grupos de investigadores de diez países diferentes, pertenecientes a distintas universidades, instituciones y organizaciones. Tras 18 meses de preparación, el pasado mes de mayo se empezaron los trabajos de este proyecto, y durante tres años analizará la problemática a través de tres líneas básicas de trabajo.
El proyecto, que cuenta con la financiación de la Comisión Europea, tiene previsto estudiar a adolescentes de 13 a 16 años. Para ello, los expertos utilizarán la misma metodología en diez países distintos, lo que permitirá el desarrollo de un programa educativo sobre el estilo de vida. Estudios anteriores sobre la salud nutricional de los adolescentes han demostrado ya cuáles son las principales «faltas» que se cometen, como picar entre comidas y no desayunar, prácticas que suelen asociarse habitualmente con la obesidad.
El estudio parte de la base de que muchas enfermedades no transmisibles tienen su origen en la infancia o la adolescencia. Ahora, el proyecto pretende completar la información que existe sobre la relación entre estas enfermedades y el estilo de vida y comportamiento de los adolescentes, la fisiología, la genética y los factores medioambientales, algo que resulta complejo, aseguran los expertos. La importancia de estudiar los hábitos en este periodo de vida radica en el hecho de que es durante esta etapa cuando se establecen muchos hábitos duraderos, que pueden ser saludables o no.
Mejorar las costumbres
Un estudio multidisciplinario analizará, durante tres años, los factores relacionados con los hábitos alimenticios de los adolescentes europeosUna de las particularidades del proyecto HELENA reside en dotar el análisis desde varios puntos de vista. Varios estudios multicéntricos servirán para estudiar la amplia gama de factores interrelacionados, como el consumo alimentario, los conocimientos sobre la nutrición, las actitudes frente a la alimentación, la elección y preferencias de alimentos, la composición corporal, el nivel de lípidos en el plasma y perfil metabólico, estado vitamínico, función inmunitaria relacionada con el estado nutricional, actividad y forma física, y genotipo. Éste último punto permitirá conocer la predisposición genética de un individuo y el medio ambiente.
Los participantes en el ambicioso estudio deben evaluar parámetros como el estado nutricional, la calidad de la alimentación y la forma física de los adolescentes. En todos los casos, estas medidas deben coincidir para que los resultados del estudio sean del todo fiables, aportando así cuáles son los hábitos alimenticios entre los jóvenes de los países europeos. La recogida de datos será esencial en esta ardua tarea. Tras la recolección de información, los expertos estarán en condiciones de elaborar un programa educativo sobre el estilo de vida más sano. Pero quizás lo que más sorprende del proyecto es la intención de ofrecer asesoramiento personal e individualizado.
Población de mayor riesgo
El análisis global de los hábitos alimenticios de los jóvenes permitirá identificar los individuos con un riesgo mayor de sufrir trastornos alimentarios. Los expertos confían en que esta identificación temprana les permitirá abordar el problema en el momento de su detección, reduciendo así las manifestaciones clínicas que puedan aparecer más tarde. La industria alimentaria no escapa a este proyecto, y su participación en mejorar los hábitos alimenticios de los jóvenes se traduciría en desarrollar productos alimenticios que no sólo posean propiedades saludables sino que además sean atractivos por sus características organolépticas y su presentación.Para Luis Moreno, la base del proyecto está en la experiencia de todos los grupos que participan en él. En este sentido, destaca que los colaboradores proceden de «sectores académicos e industriales». La particularidad de todos los participantes es su carácter «multidisciplinario», destaca el experto.
Como si el problema hubiera surgido de repente, la obesidad preocupa de forma alarmante a los responsables sanitarios de todo el mundo. Esta preocupación se traduce en innumerables estudios y proyectos sobre esta enfermedad, cuya incidencia va en aumento. Según confirmaba hace unas semanas Journal of the American Medial Association, más de 110.000 personas mueren al año en Estados Unidos a consecuencia de esta enfermedad.
Hace poco, la lucha contra la obesidad centraba la atención de los responsables sanitarios comunitarios. Markos Kyprianou, comisario europeo de Sanidad y Protección de los Consumidores se comprometía a actuar en estrecha colaboración con la industria alimentaria y los grupos de consumidores, así como expertos sanitarios y líderes políticos para hacer frente a lo que muchos expertos no paran de calificar de «epidemia».
En consonancia con el proyecto europeo iniciado este año (HELENA), la Comisión Europea ha creado una Plataforma cuyo eje central es el de la «información a los consumidores y la educación». Los próximos meses de septiembre y octubre, el Grupo Europeo de Obesidad Infantil (ECOG, en sus siglas inglesas) reúne a expertos en Viena para debatir sobre las causas y consecuencias de la obesidad y las repercusiones en la salud de los adolescentes.