Para proteger la salud y garantizar que los alimentos son seguros y de alta calidad, es necesario disponer de herramientas fiables y métodos que permitan realizar un control exhaustivo. Con este objetivo como prioridad, el proyecto europeo MoniQA (Vigilancia y control de calidad de la cadena de suministro de alimentos al completo), que reúne a 33 organizaciones de todo el mundo, pretende hacer frente a los retos planteados por la globalización de la alimentación. La línea de trabajo se centra en establecer métodos y estándares comunes para el análisis de alimentos. Una de las apuestas ha sido la elaboración de una base de datos común que recoge los incidentes relacionados con alimentos, una herramienta en constante evolución dada la necesidad de adaptarse a nuevos desafíos analíticos y al impacto de nuevos riesgos alimentarios.
Estándares comunes en materia de seguridad alimentaria, mayor control de las micotoxinas, análisis de nuevos alérgenos, contaminantes químicos y microbiológicos, aditivos alimentarios y las tecnologías emergentes fueron algunos de los temas tratados el pasado mes de junio en una conferencia internacional en el marco del proyecto MoniQA. Durante el encuentro, los expertos analizaron de forma profunda estas áreas temáticas por su mayor implicación en el ámbito de la seguridad alimentaria.
Con el lema «Riesgos alimentarios emergentes y persistentes: desafíos analíticos e impacto socio-económico», la segunda de las conferencias dio un enfoque interdisciplinar a temas de seguridad de los alimentos. Como ya hiciera durante el primero de los encuentros, celebrado en 2008, la red abordó el impacto de los contaminantes microbiológicos, químicos y el modo en que afecta la armonización de aspectos de control en seguridad alimentaria en el comercio internacional.
Razones para la armonización
La globalización económica ha significado un rápido aumento de los intercambios internacionales de alimentos y, en consecuencia, ha sido necesario garantizar que estos cambios se realicen de manera segura, sin poner el riesgo la salud de los consumidores. Para ello nacen programas como MoniQA, que integra pautas concretas de análisis y control de estos movimientos. Con la ayuda de organizaciones implicadas en este campo, el objetivo es que todas las partes de la cadena alimentaria (productores, agricultores, proveedores y consumidores) encuentren respuestas y soluciones a los posibles incidentes que puedan surgir.Con la investigación de la calidad y la seguridad europeas como eje central, uno de los objetivos del programa ha sido la creación de un laboratorio virtual que centralice todos los trabajos de investigación. Una de las mayores complicaciones está en la elevada cantidad de normas y procesos que velan por la seguridad de los alimentos. Armonizarlas, y evitar demasiadas versiones, es una prioridad para frenar interpretaciones erróneas y confusas. La Red de Excelencia, que es como se conoce el proyecto MoniQA, trabaja a partir de cuatro premisas:
- Evalúa las buenas prácticas, establece grupos y diseña bases de datos.
- Detalla los conceptos de los recursos compartidos.
- Implanta los recursos y pone en marcha las bases de datos.
- Armoniza los métodos y normas en materia de seguridad alimentaria.
La finalidad es acabar con la disparidad de las actividades en materia de seguridad alimentaria, con la puesta en marcha de herramientas comunes como directrices que armonicen los métodos y tecnologías de detección, prácticas de seguimiento de alimentos y bases de datos para evaluar los nuevos reglamentos que aprueba la Unión Europea.
La importancia de la lista
Contaminantes y productos que contienen contaminantes y, por tanto, que pueden suponer un riesgo en la cadena alimentaria, están incluidos en listas de la base de datos, que permite la interconexión entre ellas. Estas listas están en constante evaluación para identificar los contaminantes y disponer de informes donde se muestran las deficiencias en calidad y seguridad alimentarias. La clave de esta base es el Sistema de Alerta Rápido (RASFF), que permite buscar notificaciones por materia, contaminantes o país de origen.Además, el consumidor puede conocer qué sucede con los controles alimentarios sobre los productos. Las estrategias y listas comunes sirven para mejorar la evaluación del riesgo: más control se traduce en mayor seguridad. El comercio internacional de alimentos ha provocado una diversificación de los métodos analíticos y, en consecuencia, una mayor dificultad para realizar los controles. La estandarización apuesta además porque la comunicación entre distintos centros de investigación sea más fluida y directa. El consumidor recibe así alimentos más seguros y de calidad.
Cuando se detecta una alerta alimentaria, es decir, un problema químico, físico o microbiológico en un alimento que pone en riesgo la salud de las personas, las autoridades sanitarias se movilizan y ponen en marcha todas las herramientas de las que disponen para reducir los problemas. Uno de ellos es el Sistema Coordinado de Intercambio Rápido de Información (SCIRI), implantado en el ámbito nacional y que incluye información sobre la naturaleza del riesgo (gravedad, morbilidad y mortalidad) y las medidas que se han implantado. El objetivo es que no llegue ningún alimento contaminado al consumidor.