La búsqueda de alimentos seguros que contengan cada vez menos conservantes o antioxidantes sintéticos continúa creciendo. Durante el tiempo invertido por encontrar opciones naturales para luchar contra patógenos, han surgido numerosas alternativas antimicrobianas naturales. Además de la capacidad de inhibición bacteriana de alimentos como el arándano, la canela, el ajo o la cebolla, la cáscara de las naranjas también posee una importante capacidad antimicrobiana contra patógenos como E. coli y Listeria, según un estudio de la Universidad de Extremadura (UEx) y el Centro de Investigaciones Científicas y Tecnológicas de Extremadura (CICYTEX). El artículo explica cómo es el papel conservador de la cáscara de las naranjas y qué aportan los antimicrobianos naturales en el campo de la seguridad alimentaria.
Naranjas conservadoras y antimicrobianas
Los antimicrobianos naturales son compuestos con capacidad para inhibir el crecimiento de microorganismos que constituyen cada vez más una nueva forma de garantizar alimentos seguros, manteniendo inalterable la calidad. Las investigaciones realizadas han permitido concluir que los extractos de ciertas plantas, gracias a su contenido en compuestos bioactivos, sobre todo fenólicos y polifenólicos, tienen un futuro prometedor en este campo gracias a su actividad antimicrobiana y antioxidante.
La cáscara de las naranjas tiene capacidad antimicrobiana contra patógenos como E. coli y Listeria
A pesar de que son numerosos los que podrían convertirse en un futuro en conservantes naturales de los alimentos, hay un largo camino por recorrer antes de que se puedan eliminar los sintéticos por completo. Pero, de momento, se van dando pasos. Uno de ellos es el que dieron expertos de la Universidad de Extremadura (UEx) y el Centro de Investigaciones Científicas y Tecnológicas de Extremadura (CICYTEX), quienes presentaron en 2014 las conclusiones de un estudio llevado a cabo en sus laboratorios según las que los extractos de piel de naranja tienen altas propiedades bioactivas.
Los extractos de la cáscara de las naranjas poseen un alto contenido de compuestos fenólicos, destacado poder antioxidante y considerable actividad antimicrobiana contra patógenos como Escherichia coli y Listeria. El beneficio es doble, ya que, por una parte, se consigue una importante actividad bactericida contra estos dos patógenos y, por otra parte, se reducen los desechos.
Uno de los experimentos llevados a cabo ha consistido en agregar los extractos de cáscara de la naranja al zumo de manzana, con el fin de que ejerza un papel de aditivo natural. Según explican los responsables de la investigación en una nota de la Universidad de Extremadura, se ha «reducido la oxidación y el oscurecimiento» y la «carga bacteriana» del zumo de manzana.
Antimicrobianos naturales de plantas en seguridad alimentaria
En los últimos años se han identificado sustancias naturales con acción antimicrobiana a partir de una amplia gama de fuentes, entre las que se incluyen hierbas y otras plantas comestibles. La mayoría de las investigaciones se han centrado en los extractos de hierbas como el orégano o el tomillo, es decir, de los aceites esenciales que proceden de estas plantas, que son los que les confieren la mayor parte de su actividad antimicrobiana. Los componentes antimicrobianos incluyen fenólicos, terpenos e isoflavonoides, pero sobre todo se habla de carvacrol y timol. En la mayoría de los casos, los aceites esenciales son más activos contra bacterias Gram-positivas, como Bacillus, o contra E. coli y Salmonella (de manera especial el orégano y la canela).
Otras plantas como el ajo (Allum) o la cebolla contienen distintos compuestos químicos como enzimas que también generan un efecto antimicrobiano. La mostaza o el rábano utilizan un mecanismo similar para producir isitiocianatos, uno de los cuales, el isotiocianato de alilo, actúa como un potente antimicrobiano y antifúngico con actividad antibacteriana. Las investigaciones también han permitido detectar en los extractos de té verde catequinas con capacidad para luchar contra una amplia gama de bacterias patógenas.
Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que los extractos de plantas utilizados con conservantes de alimentos pueden tener un efecto adverso sobre las propiedades organolépticas de los alimentos. Además, en algunos casos se trabaja en un cultivo líquido en el laboratorio y, por tanto, el efecto antimicrobiano puede verse reducido de forma considerable en un producto alimenticio real.
Menos estudiados, pero no por ello menos interesantes, son los antimicrobianos derivados de los animales. Ellos también podrían ejercer un papel importante en la conservación de alimentos. La clara de huevo, por ejemplo, contiene lisozima; los caparazones de los crustáceos, quitosano; y la leche, lactoperoxidasa. En los últimos años también se ha descubierto que los péptidos antimicrobianos se han generalizado en el reino animal y pueden encontrarse en insectos, peces, anfibios y mamíferos.
La lisozima de la clara de huevo es eficaz contra los clostridios que afectan al queso y ayuda a prevenir el deterioro del vino por los lactobacilos. Además, ha demostrado capacidad para inhibir el crecimiento de organismos y agentes patógenos como Listeria y Bacillus cereus.