La coexistencia entre cultivos modificados genéticamente y los cultivos convencionales, una de las máximas preocupaciones de los expertos comunitarios, requiere que se definan pequeños cambios a las prácticas actuales para evitar la contaminación de semillas. La probabilidad de mezcla accidental, que varía en función del cultivo, marca la dirección de estos cambios, que van desde aumentar la separación entre parcelas a la aplicación de barreras de polen.
La coexistencia entre cultivos modificados genéticamente y cultivos convencionales es posible, aunque la afirmación admite ciertos matices. Según un estudio realizado por el Centro de Investigación conjunta de la Comisión Europea y presentado por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, en sus siglas inglesas), hacen falta «incrementar las medidas» para lograr que la presencia accidental de transgénicos en semillas sea inferior al 0,1%. El informe, basado en la producción de semillas y de grano comercial de maíz, remolacha azucarera y algodón en la UE, afirma que es factible asegurar el actual umbral del 0,9% de «presencia accidental» de OMG en productos que no lo son, y que no sean etiquetados como tales, siempre y cuando las semillas no sobrepasen el 0,5% de restos de transgénicos.
Pero para que la reducción sea posible, y para que los restos de OMG no voluntarios en semillas sea inferior al 0,3%, hacen falta medidas complementarias, teniendo en cuenta situaciones específicas definidas por el clima, el paisaje y parámetros agronómicos. Disponer las parcelas según la dirección de los vientos, levantar setos entre los campos de transgénicos y los tradicionales, utilizar variedades de OMG con periodos de floración distintos de los tradicionales o introducir distancias más grandes entre los cultivos (de los 100-200 metros a los 400-600 metros) son algunas de estas medidas. Según la investigación, garantizar menos del 0,1% de restos de OMG en las semillas de maíz «no es posible si las medidas se limitan a actuaciones particulares».
Polinización cruzada
La producción ecológica es la más susceptible a la contaminación transgénicaEl cruzamiento lejano, o lo que los expertos denominan outcrossing para referirse a la «contaminación» entre cultivos, es uno de los puntos que más controversia genera entre los defensores de los cultivos transgénicos y sus detractores. Por este motivo, evitar que se produzcan «impurificaciones» es uno de los principales retos de la práctica agrícola biotecnológica. De hecho, es una de las prioridades de la actual presidencia del Consejo de Agricultura de la UE, que anunciaba hace escasamente un mes la necesidad de «determinar las condiciones» que garanticen la compatibilidad entre los OMG y los cultivos convencionales.
Para Joseph Proll, presidente del Consejo de Agricultura de la UE, es necesario desarrollar un «marco adecuado sobre coexistencia» para que la producción biotecnológica sea segura y no tenga consecuencias negativas sobre otras prácticas, como la ecológica, una de las más sensibles a la «contaminación» y la menos tolerante ante la presencia accidental. Según el estudio presentado, este tipo de productos pueden contener productos químicos o sustancias no permitidas sin que el problema se atribuya a un caso de «contaminación química».
La lucha legal comunitaria sobre transgénicos partía en julio de 2003 con nuevas líneas directrices destinadas a los Estados miembros. Con el fin de elaborar estrategias de coexistencia eficaces, varios Estados miembros ya han presentado a Bruselas medidas legislativas concretas, cuyas conclusiones el Ejecutivo comunitario tiene previsto presentar entre los días 4 y 6 de abril en Viena, durante una conferencia sobre la coexistencia entre transgénicos y otros cultivos y la situación de los OMG en la UE.
Distintas organizaciones ecologistas constatan que la contaminación por polinización es real, debido sobre todo a la mezcla de cosechas. Lo corroboran los datos de un estudio presentado recientemente, según el cual el 40% de las muestras de maíz ecológico en España están contaminadas. El estudio, presentado por Greenpeace y el Consejo Aragonés de Agricultura Ecológica (CAAE), constata que las muestras están contaminadas con porcentajes que van del 0,23% al 1,9%. La conclusión de los responsables de este estudio es clara: «la coexistencia no es posible».
Si las previsiones se cumplen, la superficie mundial dedicada a los cultivos biotecnológicos para el periodo 2006-2015 podría ser igual o superior a la descrita durante el año 2005, con 90 millones de hectáreas cultivadas. Un total de 21 países en todo el mundo han adoptado cultivos transgénicos, cinco de los cuales son europeos: España, Alemania, Portugal, Francia y la República Checa. En la UE se aprobaron, durante el año 2005, 14 tipos de maíz modificado resistente a un insecto, el taladro. Con esta nueva autorización se elevaba a 25 las variedades de maíz Bt autorizadas en la UE.
El informe, elaborado por el Servicio Internacional para las Adquisiciones de Aplicaciones Agro-Biotecnológicas (ISAAA, en sus siglas inglesas) reconoce que uno de los puntos más débiles asociados al cultivo de transgénicos ha sido su convivencia con los cultivos convencionales, factor al que debe prestarse especial atención. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el desplazamiento de genes de vegetales modificados genéticamente a cultivos convencionales o especies silvestres relacionadas, así como la combinación de cultivos procedentes de semillas convencionales con los desarrollados usando cultivos transgénicos, puede tener un «efecto indirecto» sobre la inocuidad y la seguridad de los alimentos.