La fresa se deteriora con rapidez por la acción de los hongos Botrytis cinerea y Rhyzopus stolonifer, lo que provoca que esta fruta deje de ser comestible en muy poco tiempo. Además, respira muy deprisa, lo que hace que dentro de las tarrinas donde se presenta se acumule gas carbónico y la fresa cambie de sabor y este no sea agradable. De ahí que los envases en los que se comercializan estas frutas tengan unos pequeños agujeros que permiten que salga el exceso de gas carbónico. El artículo explica cuáles son los tres pasos para conservar mejor las fresas y cómo evitar que las frutas se echen a perder antes de tiempo.
Las fresas y los fresones figuran entre las frutas más apreciadas de primavera y tienen importantes beneficiosos nutricionales. Son ricas en vitamina C, fibra, ácido fólico y potasio. Su maduración se produce entre el mes de marzo y julio. En su punto óptimo de consumo, las fresas desprenden un aroma inconfundible que se ve alterado por el calor, el transporte y la humedad, sus tres enemigos principales. Además, la fresa se deteriora con facilidad debido a su estructura delicada, tierna y poco consistente, además de por su alto contenido en agua (el 90% de su peso es agua). Al ser un alimento muy sensible y perecedero, al comprarlo hay que fijarse en que sean piezas brillantes y de apariencia fresca. Uno de los principales problemas de las fresas son los daños producidos por patógenos y por mohos.
Los tres pasos clave para conservar las fresas
La conservación de las fresas dependerá no solo de cómo se almacenen en casa, sino también de cómo se adquieran. A la hora de la compra, se deben seleccionar las que tengan un color rojo brillante, aroma fresco y tallos verdes. Es recomendable, además, hacerse con las que se tenga la intención de consumir en pocos días para evitar que sobren y se echen a perder. Y es que las fresas dañadas se descomponen con mucha rapidez. Por el contrario, deben evitarse las que tengan un color pálido o alguna parte verde o blanca, estén dañadas o tengan los tallos secos.
Una vez en casa, no hay que olvidar que se trata de una fruta muy suave que se puede estropear con facilidad si no se cuida como es debido. Para conseguir la mejor vida útil de las fresas es aconsejable seguir estos tres pasos:
1. Evitar la humedad. Solo deben lavarse antes de consumir; si se hace antes y luego se almacenan, absorberán la humedad y aumentará el riesgo de que se estropeen con moho.
2. Dejar los tallos. Es recomendable mantener los tallos durante el máximo tiempo posible, y solo quitarlos antes de comer las fresas. Hacerlo mejora su conservación.
3. Eliminar las fresas estropeadas. Si en la bandeja hay una pieza estropeada, se debe eliminar para que no se dañen las más próximas.
Además de estas tres premisas, debe tenerse en cuenta que las fresas son muy sensibles, por lo que cuanto menos se manipulen, mucho mejor. Tampoco es recomendable exponerlas en exceso al calor pues se acelera su deterioro.
Sobre si es mejor ponerlas en el frigorífico o no, depende. Si se adquieren el mismo día en que se comerán, no es necesario almacenarlas en la nevera; basta con buscar un lugar fresco, oscuro y ventilado. Y es que lo conveniente es servirlas a temperatura ambiente. En cambio, si no se tomarán hasta el día siguiente a la compra, el mejor lugar para guardarlas es el cajón del frigorífico, donde se mantiene la humedad y se evita que se sequen. Pueden dejarse en su envase original, que en la mayoría de los casos ya viene con agujeros para impedir que aparezca moho. En estas condiciones pueden llegar a durar de cuatro a cinco días.
Las fresas también pueden congelarse en el caso de que no se quieran consumir en ese plazo. Para hacerlo, una de las formas más fáciles es lavarlas, escurrirlas bien y secarlas con papel absorbente. Se deben poner en un envase en una sola capa, es decir, no amontonarlas para guardar, y taparlas con bolsas de congelación. Pueden congelarse enteras, cortadas o trituradas, aunque conservarán un nivel más alto de vitamina C si se guardan enteras.
Cómo evitar que la fruta se eche a perder
Los factores que intervienen en la conservación de la fruta son varios. Uno de ellos es la temperatura, que influye en la velocidad a la que respiran las plantas (cuanto más alta, más se acelera el proceso de maduración). El dióxido de carbono hace más lenta la respiración y, por tanto, más lenta la maduración. Tanto las manzanas como las peras se mantienen bien a temperatura ambiente; los plátanos fuera de la nevera maduran con rapidez. Las partes que estén dañadas o magulladas deben cortarse o desecharse.
También debe considerarse el tiempo que se conservan en buenas condiciones, que puede oscilar entre los dos y los siete días, en función de la fruta. Las fresas y cerezas, por ejemplo, pueden estar de dos a tres días; los plátanos, melocotones o peras, hasta cinco días; y el melón o las naranjas pueden llegar a la semana.
Es importante mantener alejados los plátanos de las manzanas. La razón es que estas maduran con rapidez cuando se dejan a temperatura ambiente y emiten etileno, una hormona natural que la planta libera en forma de gas y que está relacionada con la maduración. Cuando una fruta sensible al etileno se coloca al lado de otra que produce etileno, pueden ocurrir varias cosas: aparecen manchas en las hojas de lechuga; las judías verdes pierden color; las zanahorias pueden llegar a ser amargas; y el brócoli, la col o las coles de Bruselas pueden tener un color amarillo.