Conservar y almacenar los alimentos en casa de forma correcta alarga su vida útil e impide que los microorganismos patógenos se multipliquen. El primer paso para conseguirlo es conocer las necesidades de conservación de cada uno de los alimentos, ya que no todos precisan de las mismas temperaturas para mantenerse en buenas condiciones. Además de la nevera, otra de las zonas fundamentales es la despensa, un espacio que debe permanecer ordenado, bien organizado y limpio. Este artículo explica cómo almacenar los alimentos en la despensa y detalla algunas precauciones con las latas de conserva.
La despensa es una de las zonas más importantes de una cocina. En ella se guardan la mayoría de los alimentos que se utilizan para la elaboración de muchas comidas y no necesitan refrigeración, pero sí un lugar fresco, seco y ventilado. Por lo general, suelen ser productos envasados.
Pero una despensa mal organizada puede ser una fuente de peligros, de acumulación de residuos e incluso de formación de plagas. Por eso es importante que sea un lugar práctico, en el que no abunden rincones donde puedan «desaparecer» los alimentos.
Aunque sean pequeñas, dispongan o no de cajones u otros compartimentos, los aspectos fundamentales que deben regir una despensa son una buena organización e higiene. Así que estudiar cómo aprovechar al máximo el espacio es un factor primordial, así como dividirlo en zonas, poner los alimentos de manera que pueda verse la etiqueta, mantener los que más se usan en un lugar de fácil acceso y reorganizarlo cada cierto tiempo, aproximadamente una vez al mes.
Cómo almacenar los alimentos en la despensa
Los alimentos que pueden guardarse en la despensa son envases de leche (sin abrir), aceites, pan y productos de bollería, productos secos como arroz o pasta y frutos secos, alimentos deshidratados o tubérculos. Antes de introducirlos en la despensa, debemos asegurarnos de que el lugar destinado a ello es el apropiado. Para ello, comprobaremos que se trata de un espacio fresco y sin humedad, que debe lavarse con frecuencia, y que tiene la capacidad suficiente para almacenar los productos que necesitamos. Debe prestarse entonces la siguiente atención:
- Consultar las etiquetas para asegurarnos de que el alimento no necesita frío.
- Al ser productos que no necesitan refrigeración, pueden situarse al final de todo el proceso de colocación de la compra.
- Rechazar latas o envases rotos o con abolladuras. Si el envase está dañado, no se puede garantizar ni la calidad ni la seguridad del contenido.
- Poner en primer lugar los alimentos que ya estaban en la despensa y colocar los nuevos detrás (se sigue el principio FIFO, un método de inventario según el cual «el que primero entra, es el primero que sale»). Deben revisarse las fechas de caducidad para consumir los que caducan antes.
- Organizar la despensa en función del producto. Es importante agrupar los alimentos: pueden ponerse en la zona de más fácil acceso aquellos que más se usan (café, condimentos o salsas); otro grupo podría ser la pasta, la harina y el arroz, que se guardan en un lugar fresco y seco; los productos enlatados también pueden almacenarse juntos; envases cerrados de leche esterilizada, nata, leche concentrada, etc. necesitan un lugar sin luz; los aceites también deben resguardarse de la luz en su propio envase; y patatas y otros tubérculos se almacenan en un lugar bien ventilado y oscuro.
- Como pasa con la nevera, debe lavarse de forma periódica, revisando los alimentos que hayan podido estropearse.
- Los que van en bolsitas, como especias o sopas instantáneas, pueden ponerse en un mismo envase.
- Los alimentos, una vez abiertos, pueden guardarse en el mismo envase bien tapado o pueden ponerse en un bote con cierre hermético.
- No deben almacenarse los alimentos junto a los productos de limpieza.
- Debe tenerse en cuenta que muchos alimentos, una vez se ha abierto el envase (como en el caso de la leche), tienen que conservarse en la nevera.
Latas de conserva
Muchos de los alimentos que se almacenan en la despensa están en latas. Estos envases metálicos son muy utilizados en la conservación y posterior consumo humano. Espárragos, aceitunas, atún o anchoas son algunos de los alimentos que más se conservan de esta manera. Pero las bebidas son las que encabezan la lista.
En este tipo de envase es importante fijarse en posibles golpes o abolladuras. La aparición de un pequeño poro en la estructura puede suponer un riesgo, ya que pueden entrar microorganismos en el interior. Según el Centro de Información de la Conserva Enlatada (CICE), «la comida estará en perfecto estado si el golpe no ha dañado la superficie de la lata hasta el punto que este gotee». Advierte, además, de que «nunca debe consumirse el contenido de una lata que se haya abombado hacia fuera».