Temas tan recurrentes como la acrilamida, Salmonella o contaminantes en alimentos han sido algunos de los protagonistas del año 2014. Aunque no los únicos. Grupos de investigadores, tanto nacionales como internacionales, así como autoridades sanitarias de todo el mundo, han aportado a este campo importantes iniciativas destinadas a mejorar un sector que se exige cada vez más. Como cada año, la actividad y las decisiones en seguridad alimentaria han sido prolíficas. Este artículo enumera algunas de las medidas y aportaciones más destacadas, con claras influencias en el consumidor, que se han aprobado durante el año 2014.
Los esfuerzos por reforzar la seguridad de los alimentos son desde hace unos años cada vez mayores. Gracias a ello, el consumidor goza de unos productos más seguros y más respetuosos y próximos a sus exigencias.
De la AESAN a la AECOSAN. A principios de año se anunciaba la creación de la Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición (AECOSAN), fruto de la fusión entre la Agencia Española de Seguridad Alimentaria (AESAN) y el Instituto Nacional de Consumo (INC) con la protección de la salud de los consumidores como claro objetivo. La creación de herramientas como esta responde a la toma de conciencia, por parte de todos los agentes implicados, en temas de seguridad alimentaria. La unión de los dos organismos ha querido reforzar la seguridad de los alimentos y la protección de la salud de los consumidores.
Yogur, adiós a la fecha de caducidad. En marzo de 2014, el yogur perdía su fecha de caducidad tras los cambios presentados por el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente (MAGRAMA). De fecha de caducidad a fecha de consumo preferente y, por tanto, el fin de los 28 días de caducidad anunciado hasta entonces. Con los cambios, el fabricante es el responsable de fijar, bajo estrictos protocolos de calidad y seguridad, la fecha de consumo preferente. Incluida en la campaña Más alimentos, menos desperdicio, la medida está destinada a reducir a la mitad la comida que se tira para 2025. Entre los acuerdos, destaca aquel que aboga por garantizar que el yogur, a los 35 días, mantiene la máxima calidad.
Recomendaciones para el consumo de pescado escolar. La AECOSAN publicaba a mediados de 2014 una serie de recomendaciones para consumir este pescado, ya que su ingesta está asociada a síntomas gastrointestinales. Este pescado tiene un alto contenido en grasa, la mayoría ésteres cerosos, un tipo de grasa que se acumula en los cuerpos de los peces. Según la AECOSAN, si se cocina de una determinada manera, se reducen los problemas. Así, recomendaba entonces eliminar la mayor cantidad de grasa, retirar la piel y la grasa visible, no utilizar este pescado en preparaciones crudas, cocinarlo a la brasa o a la plancha porque así se elimina el resto de grasa y, si es la primera vez que se consume, es preferible hacerlo en pequeñas cantidades.
Almacenamiento seguro de huevos. La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) advertía del riesgo de extender el tiempo de almacenamiento de los huevos, tanto en el ámbito doméstico como en las tiendas. Debe tenerse en cuenta, y respetar, que la fecha de consumo preferente es de 28 días desde la puesta. Según la EFSA, alargar esta fecha una semana, es decir, pasar de los 28 a los 35 días, aumenta el riesgo de infecciones causadas por la presencia de Salmonella de un 1,6% a un 1,7%. Si el tiempo llega a los 42 días, el riesgo aumenta en un 2,9%, sobre todo en preparaciones crudas. Para la EFSA, una de las maneras más eficaces de reducir el riesgo es el almacenamiento a temperaturas de refrigeración.
Bacterias alimentarias más resistentes. La Organización Mundial de la Salud (OMS) publicaba un informe donde ponía de manifiesto el problema de que las infecciones persisten porque los tratamientos resultan ineficaces. Citaba, entre las principales bacterias resistentes, E. coli y Salmonella. Uno de los principales retos en seguridad alimentaria para los próximos años es profundizar en el análisis sobre antimicrobianos y resistencia. Según el informe de la OMS, uno de los principales problemas detectados es la resistencia a las fluoroquinolonas en el tratamiento por infecciones por E. coli, una de las bacterias más frecuentes que se encuentran en el tubo digestivo de todas las personas.
Niveles seguros de aspartamo en alimentos. La EFSA concluía, tras una completa evaluación, que la ingesta diaria admisible (IDA) de 40 mg/kg de peso corporal/día era segura para el consumidor. Los expertos descartaban entonces posibles riesgos de esta sustancia: no daña el cerebro, ni el sistema nervioso, ni afecta al comportamiento o a la función cognitiva. Para que tuviera efectos negativos, su consumo tendría que ser muy alto durante toda la vida de una persona, de manera que excediera la IDA. Un adulto de unos 60 kilos tendría que llegar a beber hasta 12 latas de 33 ml de un refresco todos los días de su vida.
Acrilamida y alimentos. Otro de los temas recurrentes en seguridad alimentaria es el de la acrilamida, una sustancia química que se forma de manera natural en los alimentos ricos en almidón durante los procesos de cocción a altas temperaturas. Tras determinar que podía aumentar el riesgo de desarrollar cáncer, los expertos de la EFSA iniciaban una consulta pública para intensificar las evaluaciones sobre sus riesgos y las principales medidas de prevención. Esta decisión se tomaba tras considerar que los estudios preliminares sobre sus efectos en las personas son limitados y necesitan mayores evidencias científicas. Clasificada como «probable carcinógeno para los humanos» por la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IARC), falta determinar si los estudios son extrapolables o no a las personas.
Una de las iniciativas más significativas en el año 2014 ha sido la aplicación del Reglamento 1169/2011, destinado a mejorar la información alimentaria. Con esta medida, las autoridades sanitarias europeas buscan que el consumidor tenga acceso a una información cada vez más clara, exhaustiva y fácil de entender a través del etiquetado de los alimentos. Las novedades se refieren sobre todo al tamaño de la letra (más grande para que se lea mejor); la información nutricional (cómo y dónde debe colocarse); la lista de ingredientes (cuáles deben incorporarse y en qué orden); los alérgenos (cuya mención pasa a ser obligatoria también en restaurantes y bares); o el lugar de procedencia de la carne (se deberá especificar de dónde viene, el país de origen). La aplicación de estos nuevos cambios por parte de la industria alimentaria tiene como objetivo mejorar la información de los alimentos que adquiere el consumidor.