1. Oro
Puede parecer extraño, pero el oro se puede comer. De hecho, está catalogado como aditivo alimentario, con el código E 175. Se utiliza para aportar a los alimentos un toque de lujo y exclusividad, así que se emplea sobre todo en productos gourmet, como bombones, chocolates o champán.
Eso sí, no vale cualquier tipo de oro, sino que debe reunir unas condiciones concretas para poder ser empleado en alimentación. Por ejemplo, los lubricantes de la maquinaria que se utiliza para laminarlo deben ser aptos para uso alimentario. Además, el resultado debe tener un espesor extremadamente fino, para que no nos resulte molesto al comerlo.
Desde el punto de vista de la salud, ingerir oro apto para uso alimentario no supone un problema porque, al tratarse de un metal inerte, no interacciona con nuestro organismo y no es metabolizado ni absorbido. Es decir, lo expulsamos del mismo modo que lo ingerimos.
2. Carbón vegetal
Al igual que el oro, el carbón vegetal está catalogado como aditivo alimentario, en este caso con el código E 153. Además, también se utiliza para modificar el aspecto de los alimentos, en concreto para aportar color negro; por ejemplo, en chucherías como las que tienen sabor a regaliz, en productos de confitería o en sucedáneos de caviar.
Como su nombre indica, el carbón vegetal se obtiene a partir de la combustión de materias vegetales, que se someten a un proceso de activación con vapor para lograr que sea poroso. Su uso en alimentos es seguro. Pero eso no significa que sea buena idea llenar nuestra dieta de alimentos de color negro, como los que se pusieron de moda hace unos años, cuando este aditivo comenzó a utilizarse en pan para hamburguesas, helados, pizzas, batidos, etc. Y es que, consumido en grandes cantidades, puede interferir en la absorción de nutrientes.
3. Tinta de calamar
El negro es también el color característico de algunos platos tradicionales de nuestra gastronomía, como el arroz negro o los calamares en su tinta. Para conseguirlo a veces se utilizan sucedáneos de tinta de calamar, que contienen precisamente carbón vegetal para lograr ese color negro tan característico.
Sin embargo, en otros casos se emplea realmente tinta de calamar; es decir, la secreción que produce ese cefalópodo y que le sirve como medio de defensa frente a sus depredadores, ya que así crea una nube oscura en el agua que les dificulta la visión.
El color negro de la tinta de calamar se debe a que contiene melanina de forma natural, un pigmento negro que podemos encontrar también en el cabello de las personas morenas o en la piel de quienes se exponen al sol.
La melanina es también la sustancia que aporta ese color oscuro a las frutas cortadas que pasan mucho tiempo expuestas al aire o en los plátanos muy maduros. Lo curioso es que en esos casos nos causa rechazo porque lo interpretamos como una señal de que la fruta no está en buenas condiciones, mientras que, en un plato de arroz negro, el color que aporta la melanina nos resulta atractivo.
4. Ceras
Otra secreción procedente de animales que también comemos y que puede resultar peculiar es la cera de abejas. Estos insectos la producen a partir de unas glándulas ubicadas en su abdomen y la utilizan para construir panales y sellar las celdas donde almacenan miel y se desarrollan sus crías.
La cera de abejas se usa como agente de recubrimiento en diferentes alimentos, como gominolas o grageas de chocolate, para evitar que resulten pegajosas o que se derritan en la mano. También en diferentes frutas, para prolongar su vida útil y aportar brillo, haciendo que su aspecto resulte más atractivo; por ejemplo, en manzanas, naranjas o aguacates.
No es la única cera que se emplea con estos fines. También se utilizan otras ceras obtenidas, por ejemplo, a partir de plantas como la candelilla (Euphorbia antisyphilitica) o la carnaúba (Copernicia prunifera).
No solo se utilizan ceras como agente de recubrimiento. También se emplean por ejemplo lacas y resinas, como la goma laca, que se obtiene a partir de la secreción de un pequeño insecto llamado cochinilla laca (Kerria lacca). Esta se utiliza, por ejemplo, en frutas como melones, piñas o granadas, y en otros alimentos, como granos de café o huevos cocidos listos para consumir, con el fin de proteger el producto frente a agentes externos, como el oxígeno o los microorganismos patógenos, y aumentar así su vida útil.
5. Cáscara de huevo
Los huevos en sí mismos ya son un alimento peculiar. Si nos paramos a pensarlo, desde el punto de vista fisiológico se trata del gameto femenino de las gallinas, es decir, de los óvulos. En cualquier caso, esto no es ninguna novedad, dado que se trata de un alimento bien conocido que se come desde siempre.
Lo que sí que puede causar más sorpresa es el hecho de saber que la cáscara de los huevos se puede comer. Eso sí, hay que tratarla previamente para asegurar su inocuidad (por ejemplo, después de cocer los huevos durante un tiempo suficiente). También es importante triturarla para evitar que cause daños físicos en la boca o el tracto intestinal. Podemos emplearla para mezclar con pan rallado y rebozar alimentos como croquetas, con lo que conseguiremos que queden más crujientes.
Como está compuesta por carbonato cálcico, es una buena fuente de este mineral, del mismo modo que ocurre con las espinas de algunos pescados, como las sardinillas, que están compuestas principalmente por fosfato cálcico y también se pueden comer.
6. Piedras
También podríamos decir que hay piedras que se pueden comer. Sin ir más lejos, la piedra caliza está constituida básicamente por carbonato de calcio, es decir, el mismo compuesto que forma parte de la cáscara del huevo. Este se utiliza en la industria alimentaria para diferentes fines: como colorante blanco en productos de confitería; estabilizante en productos de panadería; fuente de calcio en productos enriquecidos; o antiapelmazante en la sal.
Precisamente la sal es otra de las sustancias que podríamos incluir dentro de las piedras que comemos. La que se extrae a partir de minas de sal de roca es un mineral llamado halita, formado a partir de la evaporación de antiguas masas de agua salada.
7. Flores
Ya hemos visto que podemos comer cera de abejas. Pero también comemos muchos otros productos elaborados por estos insectos, como miel, jalea real o polen. Aunque para ser más concisos, el polen es producido en origen por las flores, que también se pueden incluir entre la lista de alimentos peculiares porque algunas son comestibles.
No es de extrañar. Si de las plantas comemos los frutos (como las manzanas), las hojas (como la lechuga), las raíces (como las zanahorias), las cortezas (como la canela), las semillas (como las almendras) o los brotes (como los de soja), ¿por qué no íbamos a comer las flores?
En algunos casos lo tenemos tan normalizado que ni siquiera reparamos en ello. Así ocurre con la manzanilla, con la que hacemos infusiones; el azafrán, constituido por los estigmas de la flor del azafrán (Crocus sativus); o las alcachofas, que en realidad son los capullos de lo que serían unas futuras flores, si dejáramos que se desarrollaran.
Pero cuando hablamos de comer flores, por lo general pensamos en las de plantas ornamentales o que tienen pétalos coloridos y vistosos. También en este grupo podemos encontrar algunas flores comestibles, como el pensamiento silvestre (Viola tricolor), la flor del calabacín rosa (Cucurbita pepo, var. Oblonga), la clavelina (Dianthus chinensis) o la rosa silvestre (Rosa canina) por citar algunos ejemplos.