Los recursos genéticos agrícolas sufren desde hace años un importante declive que afecta al suministro de alimentos en todo el mundo. Un total de 12 cultivos, entre los que se encuentran el trigo, el arroz, el maíz y la patata, deben llegar al 80% de las calorías que se consumen actualmente en todo el mundo.
La agricultura proporciona actualmente un 15% más de calorías por persona que hace 30 años. Sin embargo, los recursos agrícolas se enfrentan al reto de alimentar a una población mundial que «ascenderá a 9.000 millones de personas en el año 2050», reconoce Jacques Diouf, director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). El panorama no es nada alentador, sobre todo si se tiene en cuenta que se está produciendo una drástica reducción de las especies que se cultivan.
Actualmente sólo un centenar constituyen la base de la alimentación, frente a las casi diez mil variedades que se han venido utilizando a lo largo de la historia. Esta disminución se explica básicamente por la introducción de un reducido número de variedades comerciales modernas y uniformes, según la organización internacional. La aparición de plagas y de nuevas enfermedades, así como los cambios en el clima y en la demanda de los consumidores son algunos de los numerosos desafíos a los que debe hacer frente la producción de alimentos.
Para contrarrestar estos efectos, la FAO emprendía en 2004, con la entrada en vigor del Tratado Internacional sobre los Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la Agricultura, un largo camino para garantizar y asegurar la diversidad agrícola. Considerado como «herramienta fundamental en los esfuerzos para poner fin al hambre y a la desnutrición», el Órgano Rector del Tratado acaba de reunirse en Madrid, del 12 al 16 de junio, con el fin de analizar los mecanismos necesarios que garanticen su cumplimiento en el ámbito nacional, bien a través de la elaboración de normas o a través de programas específicos. Los responsables aseguran que el objetivo de este Tratado es facilitar a los agricultores nuevas variedades resistentes al estrés ambiental y a las enfermedades y las plagas, y a los científicos y los centros nacionales e internacionales de investigación una mayor disponibilidad de acceso a la diversidad genética.
Desgaste genético
En los últimos cien años se han perdido unas tres cuartas partes de la diversidad genética de los cultivos agrícolasEl desgaste genético se materializa en varios cultivos. En algunos casos esta decadencia lleva años mermando la producción agrícola. Por ello, el Fondo Mundial para la Diversidad de Cultivos lucha desde hace dos años para salvaguardar algunas de las especies más amenazadas. Actualmente, centra parte importante de su atención en el trigo, un cultivo que en 1999 empezó a sufrir las consecuencias del hongo denominado Ug99, que llegó a reducir en un 55% la cosecha y que ya ha afectado a Uganda, Etiopía, Kenya, más tarde llegó a Pakistán y ahora los expertos temen que la plaga podría llegar a amenazar la cosecha de 21,6 millones de toneladas en la India. Para asegurar la cosecha de trigo, los expertos necesitan tener acceso a la diversidad genética de esta planta. Una tabla de salvamento pueden favorecerla los bancos genéticos que alberga el Instituto N.I. Vavilov de Rusia, con colecciones de semillas en peligro de extinción como las que se originaron en Caucasia y Asia Central.
En los últimos diez años la misma plaga afectaba seriamente los cultivos de patata en Irlanda y Alaska. Más recientemente, se ha atribuido a esta plaga la reducción del 50% de las cosechas del mismo cultivo en Bangladesh. Los expertos confían en poder utilizar los bancos genéticos de cultivos en América del Sur que están destinados a proteger diversas colecciones de muestras silvestres y cultivadas para desarrollar variedades resistentes a la plaga.
Los árboles frutales no escapan tampoco de estas amenazas. El manzano, uno de los más cultivados, se enfrenta a numerosas variedades de pestes. Según el Fondo, muchas de las variedades de manzana son especialmente susceptibles al fuego bacteriano, cada vez más resistente a los dos pesticidas utilizados hasta ahora para combatirlo. Tras seis años de ausencia, la enfermedad reapareció en Italia en 2005. El problema se acrecienta si se tiene en cuenta que incluso en Asia Central, donde apareció por primera vez este cultivo, se están perdiendo los recursos genéticos de la manzana necesarios para cultivar árboles más resistentes. Uno de los mayores riesgos para los cultivos que se mantienen actualmente es, según el informe británico Foresight, el cambio climático, que amenaza seriamente diez cultivos alimentarios en África Subsahariana. Según los expertos, las temperaturas cálidas del pasado invierno ayudaron a que se expandiera el tizón de la roya, una plaga capaz de destruir el 80% del cultivo.
Recursos fitogenéticos
Más de la tercera parte del aumento de la productividad de los cultivos en los últimos 30 años es resultado de la fitogenética. «Los recursos fitogenéticos constituyen la fuente primaria para que la agricultura pueda adaptarse a cambios imprevistos», reconoce la FAO. La organización admite además que el acceso a una mayor variedad de alimentos, fruto de una mayor diversidad genética, podría ayudar a mejorar la vida y la dieta de los consumidores. Según un estudio elaborado a partir de las diversas líneas genéticas utilizadas para mejorar el rendimiento de los cultivos de trigo, aproximadamente el 30-40% del material parental procedía de otro país. El análisis, centrado en la resistencia a enfermedades, propuso por ejemplo conseguir trigo resistente a la roya. Para ello, se utilizaron recursos procedentes de zonas de Sudamérica, México, Guatemala y Norteamérica, entre otras.La esencia del mejoramiento genético se basa en la mezcla de las combinaciones más favorables útiles para los agricultores. Pero los beneficios van más allá. Según la FAO, los recursos genéticos pueden utilizarse además para aumentar el valor nutritivo de los ya existentes y los agricultores pueden tener acceso a recursos genéticos con características nutritivas mejoradas.
Unos tres millones de muestras de semillas únicas se almacenarán en una especie de Arca de Noé en la isla ártica noruega Svalbard. El gobierno noruego y el Fondo Mundial para la Diversidad de Cultivos encabezan la gestión de este proyecto con el fin de establecer un «depósito de semillas de último recurso en el hielo ártico». En concreto, el Fondo trabaja para apoyar las colecciones que se encuentran actualmente en mayor peligro de desarparición, esparcidas actualmente en unos 1.400 bancos genéticos en cada continente (exceptuando la Antártida). Según los responsables de este proyecto, estas colecciones de cultivos son imprescindibles para garantizar el desarrollo de nuevas variedades.
La «bóveda del fin del mundo», tal y como denominan esta iniciativa, conservará las muestras de semillas en cajas negras y sólo podrán ser puestas en circulación en caso de que todas las otras fuentes de semillas hayan sido destruidas o agotadas. Según la investigación realizada para medir el grado de efectividad de esta iniciativa, las condiciones físicas del lugar (por debajo de los 3,5ºC negativos) aseguran una permanencia viable de las semillas de los principales cultivos alimentarios durante cientos de años. Las semillas que se introduzcan en esta bóveda serán réplicas de aquellas ya disponibles en bancos genéticos. Actualmente hay en todo el mundo se conservan en todo el mundo más de seis millones de muestras de semillas.