En los últimos años el azúcar se ha convertido en el enemigo público número uno. Su mala fama, debida a las implicaciones negativas sobre la salud que puede tener un consumo excesivo o habitual, ha llevado a muchas personas a cambiar los alimentos azucarados convencionales, como refrescos, galletas o yogures por otras alternativas que no contengan ese ingrediente.
En algunos casos, la sustitución es aparentemente sencilla; por ejemplo, podríamos pasar de los yogures azucarados a los yogures naturales sin azúcar. Pero, a la hora de la verdad, no siempre resulta tan fácil porque nos cuesta mucho aceptar el sabor ácido de estos últimos yogures debido a que nuestro paladar está habituado a sabores intensamente dulces.
Por eso muchos fabricantes optan por mantener este sabor, sustituyendo el azúcar por edulcorantes como aspartamo, acesulfamo K, ciclamato, sucralosa, etc. Esta estrategia es habitual en productos que se consumen sobre todo por su dulzor, como galletas, caramelos o refrescos.
La mala fama de los edulcorantes
Si el azúcar tiene mala fama, los edulcorantes no se quedan atrás. De hecho, se encuentran entre los aditivos alimentarios que más recelos despiertan. Esto se debe en gran medida a la abundancia de mitos y bulos que los relacionan con efectos nocivos para la salud, entre los que destacan enfermedades como el cáncer.
Por lo general, esos rumores, que circulan con especial profusión a través de las redes sociales, no tienen fundamento. Pero es cierto que existen estudios científicos que establecen posibles relaciones entre el consumo de edulcorantes y el desarrollo de diferentes tipos de cáncer. El más reciente fue publicado hace tan solo unas semanas por un equipo de investigadores franceses y ha causado cierto revuelo, entre otras cosas porque ha tenido una notable repercusión mediática.
¿Qué dice el nuevo estudio sobre edulcorantes y cáncer?
Para entender lo que dice el estudio, primero conviene conocer cómo se realizó. Los investigadores analizaron datos de 102.865 adultos franceses, inscritos voluntariamente en el estudio NutriNet-Santé. Estos informan de datos personales, como su historial médico o datos demográficos, dietéticos, de estilo de vida y de salud, a través de una web, iniciada en el año 2009.
Así los investigadores recopilaron datos de consumo de edulcorantes, a partir de registros dietéticos de 24 horas. También recogieron datos de diagnóstico de cáncer registrados por los participantes durante el tiempo de seguimiento.
Con esos elementos, los investigadores realizaron análisis estadísticos para tratar de conocer la relación entre ambos elementos, es decir, entre el consumo de edulcorantes y el desarrollo de cáncer.
De este modo observaron que el consumo de algunos edulcorantes, especialmente aspartamo y acesulfamo K, se relaciona con el desarrollo de ciertos tipos de cáncer, sobre todo de mama y de otros relacionados con la obesidad.
📋 ¿Cómo debemos interpretar esas conclusiones?
Antes de llevar a cabo un estudio científico, los investigadores deben decidir de qué forma lo realizarán, es decir, deben hacer un diseño experimental y definir la metodología que seguirán.
Por ejemplo, si se quiere estudiar el efecto de un suplemento alimenticio, se puede optar por administrárselo a un determinado grupo de personas, en condiciones controladas, para conocer el efecto que tendrá, en comparación con un grupo de control al que no se les administra ese compuesto. Esto es lo que se llama un estudio de intervención, porque como su nombre indica, se lleva a cabo una intervención sobre los individuos que son objeto de estudio.
Otra opción diferente consiste en tomar una muestra de población y registrar sus datos para analizarlos estadísticamente y tratar de conocer si existen relaciones entre ellos. Es lo que ocurre en el estudio que protagoniza este artículo, donde se estudia la posible relación entre el consumo de edulcorantes y el desarrollo de cáncer. Esto es lo que se conoce como estudio observacional, porque no hay una intervención sobre los individuos, sino que los investigadores se limitan a observar y analizar las variables que se quieren estudiar.
📋 Limitaciones del estudio
Realizar un estudio observacional tiene ciertas limitaciones:
📍 Factores de confusión
Una de las limitaciones más importantes es que puede haber elementos que lleven a extraer conclusiones erróneas. Si no los tenemos en cuenta, podríamos llegar, por ejemplo, a la conclusión errónea de que las personas que toman café tienen más probabilidad de desarrollar cáncer que las que no lo hacen, cuando lo que puede ocurrir en realidad es que muchas de las primeras fuman y muchas de las segundas no lo hacen. Es decir, el responsable del desarrollo de cáncer sería el tabaquismo y no el café.
Estos elementos se llaman factores de confusión. En el estudio que nos ocupa se consideraron variables como la edad, el sexo, la educación, la actividad física, el tabaquismo, el índice de masa corporal, la altura, el aumento de peso durante el seguimiento del estudio, la diabetes, los antecedentes familiares de cáncer y las ingestas de energía, alcohol, sodio, grasas saturadas, fibra, azúcar, alimentos integrales y productos lácteos. Todo ello para tratar de obtener resultados más refinados.
📍 Sesgo de selección
Existen otras limitaciones en este estudio; por ejemplo, el sesgo de selección: los individuos que participan en la investigación no se eligieron de manera aleatoria entre la población, sino que se inscribieron de forma voluntaria en un programa de salud. Por eso es más probable que tengan ciertas características en común, como un mayor nivel de estudios o una mayor preocupación por la salud, que quienes quedaron fuera del mismo, tal y como reconocen los propios investigadores.
📍 Causalidad inversa
Otra limitación importante es la causalidad inversa, es decir, que en lugar de ser el consumo de edulcorantes el que cause cáncer, sea el diagnóstico de cáncer el que lleve a las personas afectadas a sustituir el azúcar por edulcorantes para tratar de mejorar su salud.
En cualquier caso, además de tener en cuenta todas estas limitaciones y otras, en este tipo de estudios es fundamental tener siempre presente que correlación no implica causalidad. Es decir, el hecho de que haya una relación entre el consumo de edulcorantes y el desarrollo de cáncer no implica que los primeros sean la causa de este último.
En Internet hay cientos de ejemplos en tono de humor para tratar de explicar este punto. Por ejemplo, si tomamos datos de Estados Unidos, veremos que existe una correlación entre el consumo de margarina por persona y la tasa de divorcio en Maine (Estados Unidos), pero obviamente eso no significa que comer margarina cause divorcios. Se trata simplemente de una relación espuria.
Como es lógico, en un estudio como el que nos ocupa, se refina la metodología para tratar de evitar este punto, pero es un riesgo que siempre existe.
📋 ¿Deberíamos aplicar el principio de precaución?
Cada vez que se publica un estudio con este tipo de conclusiones, muchas personas se hacen la misma pregunta: si existen dudas sobre la seguridad de un aditivo, como los edulcorantes en este caso, ¿por qué no se aplica el principio de precaución y se prohíbe su uso?
La cuestión es que el principio de precaución no es el principio del “por si acaso”. Es decir, las decisiones que llevan a limitar o prohibir el uso de aditivos deben tener suficiente fundamento, ya sea porque hay evidencias que muestran su peligrosidad o porque hay ausencia de evidencias que muestren su seguridad.
A pesar de lo que algunas personas creen, este principio se aplica a menudo. Pasó en 2021 cuando la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) dejó de considerar seguro el dióxido de titanio (E 171), y ya ha llevado a la prohibición de algunos aditivos, como ocurrió por ejemplo con el sorbato cálcico (E 203), un conservante prohibido en el año 2018 por la ausencia de datos que respaldaran su seguridad.
También puede suceder el caso contrario. Por ejemplo, la sacarina estuvo prohibida en países como Canadá, debido a que existían estudios de intervención que la relacionaban con cáncer de vejiga en roedores. Otros estudios más avanzados y recientes llegaron a la conclusión de que tan solo ocurría en roedores debido a una serie de particularidades, como el pH de su orina o la alta concentración de fosfato cálcico y proteína. Es decir, no suponía un riesgo para la salud humana, así que Canadá legalizó su uso en el año 2014.
📋 ¿Qué ocurre con los edulcorantes de este estudio?
Los edulcorantes se encuentran entre los aditivos que se han sometido a más evaluaciones de seguridad, en especial en el caso del aspartamo, debido precisamente a las suspicacias que suscitan por la publicación de estudios que advierten sobre posibles efectos adversos para la salud.
Cuando se publican ese tipo de estudios, los organismos relacionados con la seguridad alimentaria, como la EFSA europea o la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA), hacen una evaluación de las investigaciones más recientes y con más nivel de evidencia científica, tanto si advierten sobre su posible riesgo, como si confirman su seguridad. Las conclusiones obtenidas a partir de ello se hacen públicas y pueden llevar a modificar el uso de estas sustancias (restringiendo o prohibiendo su uso), o bien, a no tomar medidas si no es necesario.
Por lo que hoy sabemos, los edulcorantes que están permitidos son seguros para la salud en las dosis permitidas de empleo, que se establecen considerando el conjunto de la dieta y a lo largo del tiempo, con un amplio margen de seguridad.
Todo esto no significa que el estudio que protagoniza este artículo sea papel mojado, ni mucho menos. Lo que significa es que hay que interpretarlo con cautela, porque no se pueden extraer conclusiones determinantes a partir de este único estudio, que además es observacional. Pero obviamente sí debe ser tenido en cuenta, junto a otros estudios, para volver a reevaluar la seguridad de los edulcorantes.