Dos bacterias del género «Streptomyces», un tipo de bacterias filamentosas que habitan en el suelo, sirven a un grupo de científicos del Instituto de Biotecnología de León (Inbiotec) para realizar un estudio sobre los mecanismos de producción de sustancias antifúngicas. Estas dos bacterias son la «Streptomyces natalensis», la mayor productora de pimaricina, conservante muy utilizado en la industria alimentaria y con aplicaciones médicas, y la «Streptomyces avermitilis», cuyo genoma está secuenciado.
Los investigadores pretenden comprobar cómo influyen en la producción de sustancias bioactivas con múltiples actividades (anticancerígena, antibiótica, etc.) otros genes no directamente relacionados con la biosíntesis, así como los mecanismos que regulan la transcripción de los mismos, explicaron desde Inbiotec.
Los principales productores de macrólidos poliénicos, tal como se denominan estas sustancias, son las bacterias del género «Streptomyces», señaló Jesús Aparicio, coordinador del área de Genética de Inbiotec y responsable del estudio. «La ventaja de trabajar con «Streptomyces avermitilis» respecto a «Streptomyces natalensis» es que su genoma está totalmente secuenciado, por lo que podemos estudiar qué procesos ajenos a los genes productores de macrólidos poliénicos afectan también a la producción», apuntó Aparicio.
Los genes implicados directamente en la producción de estos compuestos son conocidos por los investigadores, pero «se conoce poco la influencia de otros genes», aseguró el científico. Los resultados preliminares del trabajo muestran que «otros genes también afectan a la producción de macrólidos». Obtener organismos productores de estas sustancias es el objetivo final de la investigación.
Asimismo, los investigadores quieren observar si los reguladores (proteínas que activan la transcripción de genes) son intercambiables entre microorganismos para inducir cambios en la producción de sustancias bioactivas. «Algunos de los reguladores que hemos detectado en ‘Streptomyces natalensis’ aparecen también en rutas biosintéticas de otros compuestos bioactivos como inmunosupresores, anticancerígenos y antibióticos», indicó Aparicio. Al colocar uno de estos reguladores en otros organismos (o modificarlo en la misma bacteria) se estimularía la transcripción de genes, incrementando así la producción de proteínas responsables de la producción de ese tipo de compuestos, según el científico.