Los nuevos avances en investigación alimentaria cuentan con la nutrigenómica, un novedoso campo de explotación de las ciencias del alimento. Los expertos reconocen que se trata de una disciplina que aún debe superar importantes desafíos, aunque aseguran que los beneficios que puede generar son importantes a la hora de prevenir enfermedades como la diabetes, la obesidad y las cardiovasculares.
«Debemos explotar aún más la relación entre los alimentos y los genes», asegura Ben Van Omen, responsable de la Red Europea de Investigación de Excelencia sobre Nutrigenómica (NuGO). Para el experto, el avance en la nutrición personalizada abre la puerta para que en determinadas enfermedades la dieta pueda llegar a constituir un tratamiento complementario, o incluso sustitutivo, de la administración de fármacos. Recientes investigaciones han demostrado el potencial papel de la nutrigenómica en enfermedades como la obesidad, enfermedades cardíacas, cáncer, Alzheimer y diabetes.
En el caso de la obesidad, por ejemplo, expertos británicos acaban de iniciar una investigación sobre la relación de los genes y la predisponibilidad a desarrollar esta enfermedad. Para ello, han aislado y analizado un total de 430 genes, marcadores y regiones cromosómicas relacionadas con los fenotipos humanos de la obesidad. En concreto, se han centrado en los adipocitos, las células grasas del cuerpo, y ahora trabajan en el desarrollo de un extracto natural para inhibir seis de las siete expresiones del gen adiposo. Dentro del sistema de vigilancia del peso se encuentra el del control de los nutrientes entre los tejidos, elemento que condiciona el desarrollo de depósitos grasos y la expansión del tejido adiposo.
Dieta personalizada
La nutrigenómica podría mejorar no sólo la seguridad de los alimentos sino también su eficacia
A pesar de estas investigaciones, los expertos se muestran cautelosos a la hora de celebrar resultados ya que aseguran que hace falta intensificar y continuar la labor, teniendo en cuenta que la nutrigenómica se encuentra aún en fase bastante inicial. En concreto, se trata de una disciplina que combina la aplicación de tecnologías de la genómica funcional, la bioinformática y la biología molecular, junto con otras técnicas epidemiológicas, bioquímicas y nutricionales. Los expertos aseguran que podría ayudar a desarrollar nuevos alimentos funcionales que tuvieran en cuenta, por ejemplo, el impacto de determinados nutrientes sobre el sistema de control del peso corporal.
Investigadores de la Universidad de Munich insisten en resaltar las limitaciones de esta ciencia, aunque destacan los beneficios de «engranar» la investigación en alimentos con los metabolitos, esenciales para el crecimiento, el mantenimiento y la protección del organismo. «Se espera que la nutrigenómica progrese rápidamente no sólo para desarrollar alimentos nuevos sino también para entender cómo actúan sobre el cuerpo humano», han reconocido los expertos. Países como Nueva Zelanda y Países Bajos ya han iniciado programas nacionales que incluyen proyectos de nutrigenómica. En EEUU, varias universidades han establecido centros de referencia, como el que acoge la Universidad de California.
En la Unión Europea, expertos de la red NuGO reconocen, en un artículo publicado en British Journal of Nutrition, que la nutrigenómica abre las puertas para «realizar ajustes personalizados en el campo de la nutrición». Esta red está enfocada en la prevención de enfermedades crónicas a través de la interacción de los nutrientes en el organismo a nivel génico, proteómico y metabolómico. Para Ben van Ommen, «la investigación típica de nutrición profundiza muy poco en los detalles y crea una descripción muy superficial».
Historia alimentaria
El avance de los estudios en esta materia puede acabar divergiendo en dos corrientes: la que corresponde a la parte genética, y la que hace referencia a la biología de sistemas alimenticios. Una de las prioridades pues de estos estudios radica en encontrar una descripción que se válida para el impacto de ambos componentes. La complejidad de la disciplina obliga no sólo a unir nutrición y genética sino también a desarrollar sistemas de información y tecnología válidos. Por ejemplo, la ciencia podría ayudar a identificar compuestos sanos para el uso en productos de alimentación funcionales.Ahora, y con la excusa de la celebración de la conferencia internacional Vitafoods el pasado mes de mayo, un importante encuentro internacional sobre nutracéuticos, los expertos han pedido, igual que lo hacían hace dos años, intensificar la investigación en nutrigenómica, que empezaba a iniciarse en el año 2002. Desde entonces, los estudios en este campo se han centrado en intentar demostrar que la alimentación tiene un importante impacto en el desarrollo de enfermedades y que la dieta puede modificar la actividad de los genes.
Pero lo que más persigue la disciplina es diseñar dietas adaptadas a la carga genética de cada individuo. En este sentido, Meter Singer, director del Joint Center for Bioethics, de la Universidad de Toronto, reconoce que si las cosas se hacen bien, «en un futuro se podrá elegir un cereal de desayuno basado en el genoma».
A pesar de los avances hechos hasta el momento, la nutrigenómica, que recibirá una especial atención en el I Congreso Mundial de Salud Pública y Nutrición, que se celebrará del 28 al 30 de septiembre en Barcelona, debe plantearse con cierta precaución, debido especialmente a la «juventud» de la disciplina. A esta precaución debe sumársele el hecho de que especialistas en bioética piden la aprobación de normas claras tanto clínicas como éticas antes de que la genómica llegue a los consumidores. La tarea debe centrarse pues en acabar de definir con mayor precisión la influencia de los alimentos y sus componentes en el organismo de las personas.