Crisis como la de las vacas locas o la fiebre aftosa han sido relacionadas con la globalización en el sector de la ganadería. Para muchos expertos, la globalización ha ayudado a que ciertas enfermedades animales se expandieran de forma rápida. La apertura a nuevos mercados ha ido ligada a la aparición de nuevos interrogantes que obligan establecer medidas proactivas en el ámbito de la seguridad alimentaria.
La complejidad de la cadena alimentaria y la globalización de los mercados hace que la disponibilidad de alimentos seguros constituya cada vez más una ardua tarea. En el ámbito internacional, tanto la Organización Mundial de la Salud (OMS) como la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO) se encargan de que esto sea posible, a través de la supervisión y el asesoramiento de los controles que se aplican en cada una de las etapas de producción. En EE.UU., el Codex de Productos Químicos Alimenticios (FCC, en sus siglas inglesas) fija más de mil estándares de identificación de la calidad y pureza de los alimentos, que está previsto que se actualicen en un plazo de dos años con nuevos datos científicos.
Efectos globales
El efecto de la globalización en los alimentos, en particular en su seguridad, ha obligado a las autoridades sanitarias de muchos países a adaptarse a los nuevos desafíos que surgen de nuevas prácticas de comercio y nuevos movimientos. Si bien muchos de los cambios que se producen llenan de «promesas a numerosos países, también implican riesgos que pueden afectar a la salud de las personas», admite en un estudio Andrew von Eschenbach, comisario de Alimentación y Fármacos de la Administración de de Alimentos y Medicamentos estadounidense (FDA, en sus siglas inglesas).Lejos de los sistemas de producción, distribución y comercialización de hace unos años, la agricultura se ha convertido en una agroindustria de dimensiones considerables que introduce nuevos aspectos que antes no existían. Patógenos, alergénicos, contaminantes ambientales o residuos de productos son algunos de los riesgos asociados a la complejidad e internacionalización del sistema alimentario. De las crisis pasadas, como la de las vacas locas en la UE, el síndrome respiratorio agudo severo (SRAS) o la gripe aviar, aún latente en algunos países, van dejando huella: aprobación de nuevas regulaciones, creación de nuevas organizaciones y agencias de control (la FDA estadounidense o la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria).
Contención de riesgos
La inocuidad de los alimentos y la higiene constituyen dos de los pilares fundamentales del sistema mundial de alerta y respuesta, según la Organización Mundial de la Salud. Y el Reglamento Sanitario Internacional, aprobado en mayo de 2005, sitúa el control de las «enfermedades en el contexto del siglo XXI». Esta herramienta parte de la premisa de que las enfermedades «no respetan las fronteras nacionales», lo que urge a limitar «las amenazas para la salud pública».Desde octubre de 2004 opera en todo el mundo la Red Global de Seguridad Alimentaria INFOSAN, una herramienta para la difusión de información sobre cuestiones globales que afectan a la seguridad alimentaria. El objetivo es proporcionar a las autoridades sanitarias de los países la información de posibles brotes internacionales de enfermedades de transmisión alimentaria. Contaminación natural, accidental o intencionada de los alimentos están presentes en esta red, que nació para dar respuesta global a las emergencias ocasionadas por el desarrollo del comercio internacional de alimentos y de los vuelos transoceánicos en las últimas décadas.
A la última mayor crisis alimentaria ocurrida en Europa, la de la Encefalopatía Espongiforme Bovina (EEB), pueden seguirle nuevas enfermedades. Así de concluyente fue, en el ciclo Diálogos con la Ciencia celebrado a finales del año pasado, Juan José Badiola, director del Laboratorio Nacional de Referencia de Encefalopatías Espongiformes de Zaragoza. De hecho, las empresas del sector alimentario tienen muy claro que las crisis alimentarias existen y existirán, y lo único que puede hacerse es adoptar políticas de prevención apropiadas.
Badiola asegura que en una sociedad globalizada existen multitud de vectores que hacen que los microorganismos se desplacen: turismo e inmigración (en España, la mayoría de infecciones llegan por avión y barco), condiciones climáticas o movimientos de productos, entre otros. Ante esta amenaza, los expertos están de acuerdo en que lo primordial es la vigilancia de todos los alimentos, con un adecuado sistema de control epidemiológico de patógenos, laboratorios para el diagnóstico y un control sanitario y veterinario correcto.