Guías para perfeccionar la seguridad alimentaria

El autocontrol en todo el proceso de producción que promueven estas publicaciones refuerza la seguridad de los alimentos que llegan al consumidor
Por Marta Chavarrías 3 de junio de 2009
Img aves corral
Imagen: ede

La gestión del control de la seguridad de los alimentos en la Unión Europea daba un vuelco en el año 2000, con la aparición de algunas de las principales crisis alimentarias, que pusieron al descubierto algunos fallos. A partir de entonces y hasta ahora, desde el ámbito comunitario se ha priorizado el control “micotoxinas o metales pesados; disponer de la información sobre el origen de los productos fitosanitarios utilizados y de herbicidas y contar con las herramientas necesarias para detectar enfermedades que pongan en entredicho la inocuidad del producto.

La necesidad del autocontrol

En todas y cada una de las guías de prácticas correctas de higiene se incluyen aspectos sobre alimentación animal, medidas sanitarias y de bienestar animal, gestión general en las explotaciones ganaderas, así como el control de la contaminación y las medidas de higiene personal. En España, entre los numerosos sectores que cuentan con esta herramienta o la del análisis de riesgos y control de puntos críticos (APPCC), se encuentran el de la fabricación de harinas, de platos preparados, vegetales congelados, conservas vegetales, helados, productos pesqueros congelados, queso fresco, el sector de la hostelería (cafeterías, bares y restaurantes), productos cárnicos, vinos, aguas de bebida envasadas o los autocontroles sanitarios en mataderos.

Si bien cada sector requiere unos puntos específicos, adecuados a cada una de las prácticas de producción, sí se establecen acciones de autocontrol más generalizadas, entre las que se incluyen:

  • Control del agua.
  • Plan de limpieza y desinfección.
  • Control de plagas.
  • Formación de las personas que manipularán los alimentos.
  • Plan de trazabilidad.
  • Control de la temperatura.

En todos estos casos debe haber un punto en común: que todos los puntos que describen cada una de las guías se ajustan a la normativa y que siguen los requisitos que establece el Codex Alimentarius. De esta manera, su implantación va unida siempre a una mayor seguridad de los alimentos que se producen. Los pasos que se han de seguir antes de su implantación van desde la elaboración, que recae en el sector al que harán referencia, la aprobación de la Administración, su difusión y, por último, la implantación en las empresas que así lo decidan.

Uno de los últimos sectores que puede aplicar guías de prácticas correctas de higiene es el de la acuicultura, que acaba de ver cómo el Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino (MARM) y la Asociación Española de Normalización y Certificación (AENOR) han presentado una guía para mejorar la producción de trucha a través de la acuicultura. Según sus responsables, esta guía pretende ayudar a implantar medidas de higiene correctas, lo que ayudará a actuar con «mayor rigor».

En el hogar también

Pero este autocontrol no empieza y acaba tan sólo en los productores y los demás implicados en la producción de un alimento. El consumidor también debe asumir parte de la responsabilidad, puesto que de su actitud depende en gran medida que la seguridad de los alimentos que vaya a consumir se mantenga hasta el final. De nada sirve que se sigan y se recomiende seguir a rajatabla ciertas condiciones de manipulación y conservación de los alimentos si después, en el último eslabón, el consumidor las obvia por no considerarlas necesarias. Según datos del Foro Interalimentario, un 80% de los españoles no sigue el proceso de descongelación de alimentos adecuado y el 50% no separa los alimentos crudos de los ya cocinados, lo que aumenta el riesgo de que se produzcan contaminaciones cruzadas.

Con el fin de concienciar sobre la importancia que tiene el consumidor en la seguridad alimentaria, y de que se trata de uno más en el eslabón de la cadena alimentaria, el Foro acaba de presentar el libro «Alimentos seguros. Guía básica de Seguridad alimentaria», que refuerza el papel del consumidor en tres puntos clave: limpieza y separación de alimentos. Estos conceptos incluyen aspectos como la manera más efectiva de organizar el frigorífico, cómo cocinarlos y cuáles son las necesidades específicas de cada uno de ellos o cómo manipular de forma eficaz frutas y verduras. El objetivo es dar al consumidor una base formativa para que todos los controles que se siguen a lo largo de toda la cadena alimentaria no caigan en saco roto cuando llegan a sus manos.

EL RASTRO DE LOS CARACOLES

ImgImagen: Fiona HendersonLa cría de caracol “profesionalizada” se llama helicicultura, un tipo de producción que ha vivido un importante auge en los últimos años. Es España, el consumo de caracoles ha estado relacionado sobre todo con manifestaciones gastronómicas y culturales que encabeza Cataluña, seguida de Madrid y Andalucía. A pesar de que no se cuenta con datos oficiales sobre el consumo de caracoles, las estimaciones del MARM apuntan a que en todo el mundo podría superar las 300.000 toneladas. En la UE, y según las mismas estimaciones, la demanda llegaría a las 150.000 toneladas, y la media española giraría en los 400 g por habitante y año. Del total de este consumo, sólo la décima parte corresponde a la cría controlada, el resto procedería de la recolección particular.

El caracol de granja, igual que los otros tipos de producción ganadera, debe contar con un todas las garantías de calidad. Para hacer más fácil este proceso, se acaban de publicar las “Guías de Buenas Prácticas de Higiene en Helicicultura”, que incluyen aspectos como las necesidades nutricionales del caracol, la situación parasitaria y cuáles son los principales retos que plantea este tipo de producción. La guía puede servir para simplificar la tarea en materia de sanidad animal a las 106 explotaciones helicícolas que hay actualmente registradas en España.

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