La tuberculosis bovina forma parte de un tipo de tuberculosis que pueden compartir animales salvajes, domésticos y personas. Causada por “Mycobacterium bovis”, muy parecido al agente que origina la tuberculosis en humanos, este tipo de zoonosis suele transmitirse del ganado a los humanos a través del consumo de leche cruda (sin pasteurizar). Este tipo de transmisión, sin embargo, rara vez ocurre ya que la leche que se consume actualmente se somete a un proceso de pasteurización, que elimina de la bacteria. Mantener un adecuado saneamiento del ganado y unos rigurosos controles en el sacrificio de los animales es clave para la prevención de esta enfermedad, aunque el hecho de que los jabalíes la compartan y constituyan uno de los principales reservorios silvestres dificulta esta tarea.
Riesgo para la salud pública, problemas en el comercio internacional de productos o un descenso de la producción son algunos de los principales problemas asociados a la tuberculosis bovina. Esta enfermedad, presente sobre todo en los primeros años del siglo XX, cuando el consumo de leche sin pasteurizar aún era muy generalizado, debe hacer frente a un problema que ganaderos y productores consideran fundamental para formular soluciones.
Y es que animales domésticos (bovinos y ovinos) comparten con los salvajes, los considerados ungulados (jabalíes y ciervos), la capacidad de actuar como hospederos de esta microbacteria, o reservorios, y agentes de dispersión. A la complejidad de garantizar la sanidad de los animales domésticos se le une el contagio a través de los animales salvajes, para los que no existen los mismos protocolos de control. Pueden reintroducir la enfermedad en la cabaña ganadera que esté sana y ésta, a su vez, transmitirla a los humanos.
El papel del jabalí
Jabalíes y ciervos son los principales reservorios salvajes de «M. bovis»
Según un estudio realizado en 2008 por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), cuyo objetivo era determinar la relación entre la tuberculosis de especies salvajes y la prevalencia en el ganado vacuno, el 52% de los jabalíes y el 27% de los ciervos del Parque Nacional de Doñana dieron positivo en las pruebas de detección del «M. bovis». Estas cifras pusieron sobre la mesa entonces, según los responsables de la investigación, la importancia que juegan estas especies en la transmisión y el mantenimiento de la tuberculosis, especialmente teniendo en cuenta que se trata de una población, la de los jabalíes, con un censo muy elevado. Estos datos demuestran además la compatibilidad de estos animales con la microbacteria causante de la enfermedad.
Según la Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores (ASAJA), para frenar el riesgo de transmisión de la enfermedad entre especies se han adoptado medidas como la restricción del movimiento de los animales hasta que los resultados den negativo. Los datos obtenidos hasta el momento reflejan que, en los países donde se ha diagnosticado la enfermedad por «M. bovis» en animales salvajes, los jabalíes y los ciervos son los principales reservorios. De nada sirve actuar sobre los animales domésticos si no se aplican también medidas de vigilancia sanitaria a estas especies, que además tienen un especial interés cinegético, lo que aumenta también la posibilidad de transmisión a las personas.
Conscientes de la dificultad de este control, expertos de Neiker-Tecnalia iniciaron en 2007 un proyecto, que finaliza este año, para posibilitar la inmunización del principal reservorio silvestre de la tuberculosis bovina en España, el jabalí, «como forma de control de la enfermedad en animales silvestres que comparten entorno con especies ganaderas». Algunos de los pasos de este proyecto han ido enfocados a conocer la respuesta inmune del jabalí a la vacuna.
Evolución epidemiológica
La tuberculosis bovina pertenece al grupo de enfermedades infecciosas reconocidas por la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE) por suponer un riesgo tanto para la ganadería como para la salud pública. «M. bovis» tiene la capacidad de enfermar al 90% de los bovinos y puede afectar además a porcinos y ovinos. En 2006 el Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino (MARM) hacía públicos los datos del informe «Tuberculosis bovina en 2006» según los cuales la prevalencia de la enfermedad fue del 0,42% frente al 0,31% del año anterior, lo que significaba un aumento de la enfermedad tras 20 años de descenso continuado.Los expertos atribuyeron este aumento, más que a un repunte de la enfermedad, a un incremento del diagnóstico. En 2007, esta zoonosis entraba a formar parte de una de las prioridades de la Comisión Europea en materia de enfermedades animales objeto de erradicación, control y vigilancia, aunque con menos «impacto zoonótico» que otras enfermedades endémicas.
Control en mataderos
El control de la tuberculosis bovina en las explotaciones es muy importante ya que se trata de una enfermedad que puede llegar a causar la muerte del animal y producir pérdidas económicas importantes tanto a ganaderos como a industria alimentaria. En el matadero, este control también es fundamental:- Inspección «antemortem»: se examinan los animales antes del sacrificio para detectar si existen señales provocadas por la enfermedad.
- Inspección «postmortem»: se evalúan los animales después del sacrificio. Para ello, se presentan en dos partes cortadas longitudinalmente a lo largo de la columna vertebral (canal). Se realiza una observación visual, incisión y palpación de los órganos y ganglios linfáticos. En el caso de la tuberculosis es muy importante la inspección de los pulmones y los ganglios linfáticos.
- Resultados de la inspección: si se detecta una lesión tuberculosa de los ganglios de un solo órgano, en un solo órgano o en una parte de la canal, esta parte será declarada como no apta para el consumo humano. Si se detectan múltiples lesiones será declarada no apta la canal entera.
La tuberculosis es una zoonosis, es decir, se puede transmitir de animales a personas y viceversa. Las causantes de la enfermedad son unas bacterias pertenecientes a “Mycobacterium”: “tuberculosis”, “bovis” y “avium”. Hay distintas formas de transmisión, aunque las más habituales son la respiratoria, que representa el 80-90% de los casos, y la digestiva, que significa el 10-20% de los casos, y que se produce a través de la leche de vacas tuberculosas o de leche no pasteurizada.
Los síntomas externos en los animales son muy débiles. Los más habituales son tos crónica y mastitis (que puede provocar descenso de la producción lechera en los casos más críticos). El agente responsable de la tuberculosis bovina puede llegar a sobrevivir de 18 a 31 días, con temperaturas que pueden ir de los 24º C a los 43º C si se expone al sol. Son especialmente vulnerables los terneros que se alimentan de la leche cruda procedente de vacas enfermas.