El té (Camellia sinensis) es una planta que se cultiva sobre todo en Asia, aunque también en zonas de África y América del Sur, en lugares con clima tropical, si bien también puede sembrarse en otros climas más fríos. La producción de esta bebida, una de las más consumidas en todo el mundo, debe enfrentarse a riesgos como hongos, bacterias e insectos, que se combaten mediante el uso de plaguicidas. Este empleo debe hacerse bajo condiciones de seguridad estrictas para evitar riesgos. Con este fin, en 2002 se impulsó un acuerdo para armonizar las normas en materia de plaguicidas y aumentar así la seguridad para el consumidor. El artículo explica por qué unificar las normas redunda en un mayor control y cómo se vigilan los plaguicidas en la UE.
El té es una bebida caliente que se obtiene de la unión de agua hirviendo y las hojas secas de la planta Camellia sinensis. Su calidad depende, en gran medida, de factores como el suelo, la altitud y el clima, así como de la manera en que se manipulan las hojas (cultivo, fermentado, tostado y mezclado). A pesar de que hay multitud de variedades de té, las más comunes son el blanco, el verde y el negro. Todas ellas proceden de la misma planta pero se procesan de forma distinta.
En muchos países productores de té, esta planta se cultiva en pequeñas explotaciones. Este aumento de la producción a pequeña escala responde sobre todo a la fuerte demanda que, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), «crece a un ritmo de hasta el 5% anual». Al mismo tiempo que se ha incrementado la producción, las exportaciones y el consumo, también lo han hecho los riesgos. Uno de ellos, según la FAO, es el uso de productos químicos que se utilizan en los cultivos para hacer frente a plagas u otras amenazas.
Unificar normas para mayor control
La falta de armonización sobre el uso de plaguicidas en plantaciones de té dificulta la aplicación de niveles seguros de estas sustancias
El Grupo Intergubernamental sobre el Té lleva años trabajando para asegurar un correcto uso de plaguicidas. Su objetivo primordial ha sido, desde hace años, unificar y «armonizar los límites para residuos de los plaguicidas» en aquellos países donde las importaciones de té son elevadas. En 2012, estos expertos advertían que el problema de los residuos de pesticidas lo continuaba siendo en el consumo y comercio de té en todo el mundo, a pesar de que los límites máximos para residuos (LMR) son diez veces inferiores que los detectados hace 20 años, según un informe presentado en 2012. Debe tenerse en cuenta que los LMR hacen referencia a los niveles superiores legales de una concentración de residuos de plaguicidas en alimentos, que vienen determinados en función de unas buenas prácticas agrícolas para una menor exposición del consumidor sin que se vea afectada la protección del cultivo.
En el caso del té, son los países importadores los que han fijado cuáles deben ser estos límites, en muchos de los casos «muy por debajo de lo necesario», según la FAO, para garantizar la inocuidad. La complejidad de este sistema implica, por un lado, la dificultad que cumplir con las distintas obligaciones, en función del país, y por otro lado, se ve alterada la inocuidad porque no existen métodos armonizados. Por lo tanto, los trabajos del Grupo Intergubernamental sobre el Té, en coordinación con la Comisión del Codex Alimentarius, se han centrado en armonizar las normas de los distintos países productores de té.
Plaguicidas en la Unión Europea
En septiembre de 2008 hubo en la Unión Europea una variación importante en el control de los plaguicidas con la aprobación de nuevas normas sobre residuos de estas sustancias en los alimentos. Los cambios respondían a la necesidad de simplificar las condiciones anteriores, complejas, diversas y difusas, ya que algunos plaguicidas no tenían fijados LMR, o la UE determinaba unos LMR mientras que los países, con sus normas, establecían límites más altos. Con las nuevas condiciones, quedaban regulados todos los plaguicidas, tanto si se usaban dentro de la UE como fuera (unos 1.100, según la Dirección General de Sanidad y de los Consumidores de la Comisión Europea). En el caso de que un plaguicida no se cite de forma específica, se aplica un LMR de 0,01 mg/kg.
Según la Comisión Europea, el término plaguicidas incluye insecticidas, acaricidas, herbicidas, fungicidas, biocidas y medicamentos veterinarios. Son compuestos químicos que se emplean para:
- Matar plagas para proteger los cultivos antes y después de la cosecha.
- Influir en el crecimiento de los vegetales.
- Destruir malas hierbas o prevenir su crecimiento.
- Conservar los vegetales.
Todos estos usos, y de acuerdo con la política europea sobre seguridad en la utilización de este tipo de sustancias, el empleo de cualquier de ellas no debe poner en riesgo la salud de las personas; no debe tener efectos adversos en el medio ambiente; y debe ser eficaz contra las plagas.