Materiales en contacto con alimentos

Bruselas acaba de estrenar un nuevo laboratorio europeo destinado a asegurar que los materiales de los envases alimentarios no alteran la calidad de los productos
Por Marta Chavarrías 18 de enero de 2007

Varios factores son los que influyen en la seguridad de los alimentos. Los materiales que entran en contacto con ellos constituyen un elemento fundamental a la hora de no comprometer su calidad y seguridad. En el ámbito europeo, y con el fin de evaluar la verdadera interacción entre el alimento y el envase, la legislación procura que todos los materiales cumplan con unos mínimos estándares de seguridad. Ahora, y para facilitar la aplicación de los requisitos normativos, se acaba de poner en marcha el Laboratorio de Referencia Comunitario (LRC) para Materiales en Contacto con Alimentos que, a través de una red de laboratorios naciones, desarrollará métodos para garantizar la seguridad de los materiales utilizados en alimentación.

Los materiales que entran en contacto con los alimentos son esenciales en todo el proceso de elaboración de un producto, desde la obtención hasta el transporte y el almacenamiento. Todo buen material debe no sólo evitar que el alimento se deteriore, sino que debe evitar que se produzcan migraciones de cualquiera de las sustancias que forman parte de él al alimento. Papel, plástico, metal y cristal son algunos de los materiales más utilizados para el empaquetado de alimentos. A ellos el Laboratorio de Referencia Comunitario (LRC) para Materiales en Contacto con Alimentos dedicará toda la atención con el fin de desarrollar técnicas analíticas que permitan controlar la transferencia potencial de todas y cada una de las sustancias.

El centro, ubicado en Italia y con más de diez años de experiencia en el análisis de materiales en contacto con alimentos, ha establecido ya una base de datos con la caracterización química y física de más de 400 sustancias usadas en la producción de estos materiales, así como 35 métodos para su análisis. Todos estos análisis incluyen también las latas, que desde su introducción en el mercado obligaron a hacer un cambio en la legislación. Una de las finalidades es crear una «lista negra» de productos químicos que evaluará la Autoridades Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, en sus siglas inglesas).

Materiales

La legislación cubre materiales como plástico, papel, cristal, metal, tintas, textiles y madera, entre otros

El pasado mes de diciembre la Comisión Europea aprobaba el Reglamento (CE) 2023/2006 sobre buenas prácticas de fabricación de materiales y objetos destinados a entrar en contacto con alimentos. Según la norma, todos los materiales que entran en contacto con alimentos deben seguir con las directrices de unas «buenas prácticas de fabricación» (GMP), algo que según reconoce la Food Standards Agency británica (FSA) «no cumplen todas las industrias». Según la misma agencia, «la mayoría de los Estados miembros no han publicado pautas de GMP». Uno de los requerimientos de estas prácticas insta a modificar los métodos de producción para prevenir la posibilidad de que determinadas sustancias utilizadas en el envase se transfieran al alimento.

Y es que en algunos casos el material seleccionado para el envase puede afectar a la calidad nutricional del producto. La Comisión Europea presentaba en 2006 cambios en la regulación para plásticos en contacto con alimentos, cuya principal finalidad es garantizar que la migración de material, en este caso plástico, que puede pasar a los alimentos al estar en contacto con éstos no suponga un peligro para la salud humana y no modifique la composición de los alimentos.

Una de las condiciones normativas establece que, teniendo en cuenta que hay algunos materiales y objetos destinados a entrar en contacto con productos alimenticios que pueden transferir cloruro de vinilo, la cantidad migrada no puede ser superior a un miligramo por kilo de producto terminado y no deben ceder a los productos alimenticios más de 0,01 mg/kg de cloruro de vinilo monómero.

SUSTANCIA ITX

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Uno de los riesgos asociados al contacto de determinadas sustancias con los alimentos es lo que se conoce con el nombre de migración o transferencia, como la contaminación que se produjo en leche infantil con isopropil tioxantona (ITX). Un estudio elaborado por la Real Comisión sobre Contaminación Ambiental del Reino Unido ya alertaba, en 2003, de las posibles consecuencias sobre la salud humana y el medio ambiente del uso de 30.000 productos químicos utilizados en Europa. A finales de noviembre del año pasado, la retirada de leches líquidas para alimentación infantil en Italia, Francia, Portugal y España desataba alarma entre la población. Las autoridades sanitarias italianas detectaban trazas de la sustancia ITX (isopropil tioxantona) en leches líquidas infantiles comercializadas por la empresa Nestlé, aunque no se hizo público hasta dos meses más tarde. Sin embargo, a pesar de la alarma, los expertos de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria, EFSA, minimizaron los riesgos de toxicidad del ITX aunque consideraban que su presencia en los alimentos no era deseable.

La Comisión Europea admitía también que la contaminación no es peligrosa para la salud porque sólo se encontraron trazas, lo que significa que se trata de cantidades tan pequeñas que no tiene porqué suscitar ningún tipo de alarma. Y de momento, la Organización Mundial de la Salud (OMS) no ha incluido el ITX en la lista de sustancias nocivas. Las superficies del sistema patentado por Tetra Pack están recubiertas con finas películas plásticas, por lo que la migración podría ser considerada más que despreciable. Lo que sucede es que el ITX es de naturaleza liposoluble, lo que facilita su disolución en el plástico y el paso hacia la fracción grasa del alimento. Según el informe de la EFSA, la composición de los alimentos depende de la cantidad de transferencia. Así, los alimentos ricos en materias grasas tienen niveles más altos de este componente que los alimentos producidos a base de agua. Por este motivo, los índices más elevados se han hallado en alimentos producidos con leche, seguidos de productos como zumos por la presencia de la pulpa (aunque los análisis confirman que el ITX no es perceptible en zumos como el de manzana). Parece ser que el tamaño del envase también es un factor determinante; los niveles encontrados en los más pequeños eran relativamente más elevados que en envases mayores.

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