El bienestar animal cobra cada vez más importancia para el consumidor europeo, que a la hora de valorar la calidad de un alimento se fija no sólo en aspectos como la información del etiquetado sino también en el grado de bienestar de los animales de los cuales procede. Esto es así desde que se ha empezado a integrar el bienestar animal en la cadena de calidad alimentaria, lo que ha supuesto que el interés de los consumidores hacia este punto de la producción alimentaria sea cada vez más creciente. A pesar de que la tendencia general es que esta valoración aumente, no lo hace de la misma manera en todos los países.
Desde 2004 y hasta 2009 está vigente en la UE el proyecto Welfare Quality, cuyo objetivo es «conciliar las demandas del mercado y desarrollar estrategias específicas para mejorar el bienestar animal». La última de las iniciativas de este proyecto ha sido la realización de una encuesta entre 10.5000 consumidores en el ámbito comunitario sobre la valoración que hacen los consumidores del bienestar animal. ¿Qué es lo que dicen? Fundamentalmente la mayoría de los países dan mucha importancia al bienestar de los animales de granja. Así, según los resultados, Noruega e Italia son los países con las valoraciones más altas (un 84% y un 87%, respectivamente), seguidos de Hungría y Suecia (83%), Francia (75%) y Reino Unido (73%). El interés es especialmente significativo en cuestiones relacionadas con la producción de aves y también para la producción porcina.
Las ventajas percibidas sobre el bienestar animal se centran sobre todo en aspectos como la seguridad y la calidad de los alimentos. Del total de países encuestados (a los que se les une a los ya citados los Países Bajos) muestran que, pese a que la tendencia general es a que el interés aumente, éste difiere entre zonas. Franceses e italianos, por ejemplo, son los más preocupados por las condiciones de bienestar animal en sus propios países. En cambio, para los húngaros el bienestar animal recibe menor relevancia a la hora de comprar. Los holandeses, por su parte, son los que menos interés muestran hacia el bienestar, aunque sí valoran este aspecto en productos como huevos y carne de vacuno. Algo similar pasa con los británicos, según la encuesta publicado por Cardiff University, del Reino Unido. Pese a que los expertos hacen una lectura positiva de los resultados, también se muestran críticos por la baja proporción de personas que modifican sus hábitos de compra en comparación con los que muestran preocupación por el tema. Todo ello se explicaría porque muchos consumidores no ven la necesidad de actuar.
Necesidades específicas
La proporción de consumidores preocupados por el bienestar animal es mayor que la diponibilidad en el mercado de alimentos producidos de acuerdo con normas de bienestar
El transporte, las condiciones de la granja y el sacrificio de los animales son los tres aspectos que más valor reciben de los consumidores. Pero una de las cuestiones que se plantean es cómo puede influir el consumidor para que se sigan unas adecuadas formas de producción. Todo ello atendiendo al hecho de que numerosos estudios llevan relacionando desde hace tiempo el trato que reciben los animales antes de ser sacrificados con la calidad de los productos que se obtienen de ellos. Si bien una gran mayoría de consumidores piensa que las condiciones de los animales han mejorado, especialmente en los últimos 10 años, aunque uno de cada cinco piensa que la situación ha empeorado.
Pero si una cosa tienen claro los responsables del estudio, en el que han participado expertos del National Institute for Consumer Research (Oslo) y siete instituciones europeas de investigación, entre ellas la Université de Toulose le Mirail (Francia), es que el consumidor tiene un papel activo a la hora de contribuir a este bienestar. El compromiso debe reflejarse en los hábitos de consumo diario, y para ello es necesario dotar al consumidor de herramientas que le permitan hacer la elección más próxima. Una de ellas es la información, que debe servir sobre todo para distinguir entre alimentos cuya producción ha seguido patrones concretos de bienestar y alimentos que no. En este sentido, la UE inició en 2006, y hasta 2010, el Plan de Acción Comunitaria para la Protección y el Bienestar Animal, que prevé el establecimiento de indicadores estandardizados en el etiquetado.
Los españoles menos
Otra encuesta realizada en el ámbito comunitario y presentada por la Comisión Europea sobre «actitudes de los ciudadanos de la UE hacia el bienestar animal» refleja que los españoles son los europeos para quienes son menos importantes las condiciones de bienestar animal. Pero no todo acaba aquí, ya que son además los que menos información tienen al respecto, según los resultados del Eurobarómetro. Si bien la media europea se sitúa en el 7,8 en una escala del 1 al 10, las respuestas españolas llegan al 6,9. Los consumidores españoles son los que menos preocupados están por las condiciones de los animales, ya que sólo el 18% de los encuestados ha reconocido que «nunca buscarían información» sobre el bienestar animal.
Desde principios de año la UE cuenta con normas específicas de bienestar animal durante el transporte. Esta acción responde a lo establecido por el Plan Estratégico de la Organización Internacional de Epizootias (OIE) para el periodo 2001-2005, para el que el bienestar animal ha quedado identificado como una de sus prioridades. Y lo ha hecho sobre todo en aspectos como el transporte de animales por vía marítima y terrestre, el sacrificio de animales destinados al consumo humano y el que tiene fines de control sanitario. Las nuevas condiciones actualizan muchos aspectos relativos a los transportistas, especialmente para viajes de más de ocho horas.
A partir del 5 de enero de 2008, los transportistas deberán tener formación en materia de bienestar animal y poseer una certificación. El denominado «plan de viaje», que se aplicaba hasta ahora para los desplazamientos de más de ocho horas y que incluían cruzar una frontera, ha pasado a llamarse «cuaderno de a bordo» u «hoja de ruta». Dentro de estas especificidades está la de realizar las paradas obligatorias, cuando se rebase la cantidad de horas, en lugares autorizados por las autoridades competentes, que ya no se denominan «puntos de parada» sino «puestos de control».
Algunas condiciones particulares sobre la calidad de los vehículos de transporte incluyen una regulación de la temperatura (ventilación mecánica, registro de la temperatura y sistema de alerta en la cabina de conducción) y la posibilidad de contar con un sistema permanente de suministro de agua. Se prohíbe el transporte de determinados animales como los muy jóvenes (terneros de menos de 10 días, los cerdos de menos de tres semanas y los corderos de menos de una semana), excepto cuando el trayecto sea inferior a 100 kilómetros.