El uso de nuevas tecnologías está adquiriendo cada vez más protagonismo en el sector de la alimentación. Una de ellas, la nanotecnología, podría revolucionar el control y la seguridad de los productos de consumo. A pesar de que la valoración científica asume que las aplicaciones microtecnológicas facilitan algunos procesos relacionados con los alimentos, expertos del Instituto de Ciencia y Tecnología de los Alimentos del Reino Unido piden cautela y una revisión de las regulaciones actuales para determinar si son apropiadas o no en la protección de los consumidores.
Mejorar las posibilidades de detección de pequeñas cantidades de sustancias nocivas, producir reflectores olfativos similares a los que poseen los mamíferos o crear sensores ópticos para las freidoras industriales para conseguir un control online de la producción son algunas de las aplicaciones de la nanotecnología en alimentación, la rama de la tecnología que se ocupa de la fabricación y el control de estructuras y máquinas de tamaño minúsculo, a escala nanométrica. Pero a pesar de los anunciados beneficios de esta tecnología, el Instituto de Ciencia y Tecnología de los Alimentos británico (IFST) reclama cautela y argumenta que se debe garantizar a los consumidores que cualquiera de estos avances es seguro.
«La mayor preocupación se centra en la posible ingestión de nanopartículas libres», admite el IFST, debido especialmente al pequeño tamaño de las partículas, que les permitiría llegar a regiones dentro de las células o tejidos habitualmente inalcanzables para las partículas macroscópicas de la misma exposición. Por este motivo, los expertos británicas aseguran que «es posible que las pruebas convencionales sobre toxicidad sean inadecuadas».
En esta misma línea se pronuncia la Agencia de Alimentos británica (FSA), que acaba de iniciar un trabajo en forma de proyecto para recopilar datos sobre el uso de la nanotecnología en alimentación. Uno de los temores de los expertos se refiere a la presencia potencial en alimentos de nanomateriales, «materiales que tienen por lo menos una dimensión menor de 100 nanómetros», definición de la Royal Society que incluye películas muy finas, tubos y estructuras, así como nanopartículas, inferiores a 100 nm (un nanómetro es la millonésima parte de un milímetro). Hasta el momento, la FSA reconoce que no existe, en forma de normas y leyes, información asociada a esta tecnología que proteja al consumidor. Uno de los puntos que más cojea se refiere al etiquetado, para el que aún no existen requisitos específicos de información de alimentos que contienen nanopartículas. El informe Nanociencia y nanotecnologías: oportunidades e incertidumbres reflejaba, en 2004, las ventajas y los puntos débiles de esta tecnología.
Aplicaciones miniaturizadas
En 2004 había más de 180 aplicaciones nanotecnológicas en la industria alimentaria en varias fases de desarrollo
A pesar de los desajustes existentes, la industria alimentaria sigue con interés los beneficios potenciales de las nanociencias, y las predicciones apuntan a que el uso de esta tecnología puede estar más o menos generalizado en un plazo de diez años. Uno de los campos que mayor interés ha despertado la nanotecnología es el del envasado de alimentos. En este sentido se trabaja en el desarrollo de nanomateriales con características realzadas que aseguren una mayor protección de los alimentos contra efectos externos mecánicos, termales, químicos o microbiológicos. En el Reino Unido, esta técnica se está aplicando en el sector de las bebidas con el desarrollo de un material con propiedades antibacterianas, acústicas y táctiles, más ligero que el cristal y con capacidad para fortalecer la frescura y el gusto del producto.
En EEUU, expertos de la Universidad de Rutgers, Nueva Jersey, han utilizado la técnica nanométrica para crear alimentos nutracéuticos y para desarrollar envases de alimentos que cambian de color cuando se produce algún deterioro, lo que permite alertar al productor durante el proceso de fabricación. Los alimentos nutracéuticos, lo que se conoce como «alimentos personalizados», tienen la capacidad de adaptarse al perfil nutricional y de salud de las personas y, según esta información, pueden liberar las moléculas apropiadas y retener otras.
Otras aplicaciones de la nanotecnología se refieren a la fabricación de pan de molde con omega-3 procedente de pescado, a la mejora de textura de productos lácteos, como el queso, y al control de los olores de los alimentos. Biosensores como nanochips, nariz y lengua electrónicas; análisis de composición, estimación de la vida útil y frescura, detección y neutralización de microorganismos alterantes y patógenos, aditivos, fármacos, toxinas, metales pesados, plaguicidas; detección de factores antinutricionales y alérgenos; nanoenvases, nanoetiquetado miniaturizado y desarrollo de nuevos alimentos son algunos de los términos asociados, actualmente, a la nanotecnología.
Pensar en gastronomía en términos científicos no es imposible. Expertos del Instituto de Nutrición y Tecnología de Alimentos de Colombia (INTA) ya han aportado algunas pistas sobre la relación entre cocina, arte y física. En este sentido, numerosos científicos hablan ya de preparación de comidas y fabricación de alimentos a partir de principios científicos. ¿Cómo lo hacen? Aplican aspectos de nanotecnología y cómo ésta podría afectar a la comida del futuro.
En un artículo publicado en The Washington Post, científicos estadounidenses presentan un proyecto que consiste en crear cápsulas comestibles que miden pocos nanómetros con la finalidad de «mejorar» ciertos alimentos y crear nuevos alimentos. Las nanopartículas «comestibles» se forman a partir de materiales como silicona o cerámica o materiales como polímeros que reaccionan en función de la temperatura o la química corporal. En este sentido, expertos de NanoTek Consortium trabajan en la creación de frecuencias de ultrasonido para crear nanopartículas con aromas, sabores o colorantes específicos.