Seguridad alimentaria en Europa
Se suele decir que la confianza es difícil de ganar y muy fácil de perder. Esto se puede apreciar con claridad en el terreno de la alimentación, sobre todo si hablamos de seguridad alimentaria. Lograr que los consumidores confiemos en que los alimentos que comemos son seguros requiere mucho tiempo, esfuerzo y dinero.
No solo se trata de desarrollar normas, establecer controles y aplicar otras medidas para conseguir que los alimentos sean inocuos. También es necesario transmitir esa información para que se conozca y para que se tome conciencia de que los alimentos que encontramos hoy en el mercado son seguros y no suponen un riesgo para la salud en ese aspecto. Y tiempo para comprobar en primera persona que, en efecto, es así.
Sin embargo, todo ese esfuerzo puede irse al traste en un instante, como ocurre cuando se produce una crisis alimentaria importante. Podemos pensar, por ejemplo, en lo que sucedió con las vacas locas a comienzos de los años 2000 o, más recientemente, con el brote de listeriosis causado por el consumo de carne mechada contaminada.
Bulos alimentarios
En la actualidad, no vivimos en el contexto de una crisis derivada de una alerta alimentaria o de un brote causado por el consumo de alimentos contaminados. Pero sí estamos inmersos en una situación tensa, con dificultades en la producción y la distribución (crisis climática, escasez de recursos, conflictos armados, etc.), precios elevados y protestas en el sector primario.
En este ambiente de nerviosismo, corren como la pólvora los bulos y las informaciones sin contrastar en torno a la presunta contaminación de ciertos alimentos. Está ocurriendo sobre todo con algunos vegetales importados de terceros países (frutas, hortalizas, etc.), sobre los que se lanzan mensajes que ponen en duda su inocuidad, atribuyendo esos presuntos riesgos a su origen.
Presunta contaminación de alimentos vegetales
En las últimas semanas, dos casos relacionados con la presunta contaminación de vegetales importados han sacudido las redes sociales. Nos sirven como ejemplo para mostrar cómo se transmite a veces este tipo de información y lo que podemos hacer para interpretarla adecuadamente.
🔦 Judías verdes con residuos
El primer ejemplo es un vídeo en el que se muestran unas judías verdes supuestamente contaminadas con residuos de fitosanitarios. La persona que graba apunta hacia ellas con una linterna de luz ultravioleta que permite apreciar una sustancia sobre la superficie. A continuación, esa persona da a entender que se trata de un producto fitosanitario y que eso pone en riesgo la salud.
Lo cierto es que existen muchas sustancias que son visibles bajo la luz UV. Entre ellas podemos encontrar por ejemplo algunas inocuas, como los catabolitos que derivan de la degradación de la clorofila, que está naturalmente presente en estos vegetales.
En cualquier caso, la mera observación bajo una luz UV no permite identificar de qué sustancia se trata ni saber si puede suponer un riesgo para la salud o no. Para identificar y cuantificar esas sustancias es necesario realizar análisis de laboratorio.
🍓 Fresas y hepatitis A
El segundo ejemplo está relacionado con una alerta alimentaria que advertía sobre la contaminación de fresas con el virus de la hepatitis A. Esta información se difundió a través de redes sociales y de algunos medios de comunicación, causando una notable preocupación.
En este caso la alerta era cierta, pero no estaba destinada al consumidor final, sino que había sido recogida en el sistema RASFF, que se utiliza en la Unión Europea para el intercambio de información entre las autoridades alimentarias.
Este tipo de alertas son habituales con todo tipo de alimentos, independientemente de su origen, pero muchas veces no tenemos conocimiento de ellas porque se toman medidas antes de que lleguen a suponer un riesgo para el consumidor. Fue precisamente lo que ocurrió en este caso: las fresas se retiraron antes de que llegaran al mercado, así que los consumidores no estuvieron expuestos al riesgo.
La seguridad de los alimentos importados de terceros países
En los casos comentados las informaciones se referían a alimentos importados de terceros países, en concreto de Marruecos, poniendo en duda su seguridad.
Hay que aclarar que los alimentos que se comercializan en la Unión Europea deben cumplir la legislación europea, incluso aunque procedan de países no comunitarios. Eso significa que los vegetales no pueden contener residuos de productos fitosanitarios por encima de los límites máximos establecidos en la legislación.
En cualquier caso, hay países no pertenecientes a la Unión Europea donde las exigencias son más laxas en diferentes aspectos (medio ambiente, derechos laborales, seguridad alimentaria, etc.). Esto, sumado a otras implicaciones asociadas a la importación de alimentos (impacto ambiental, impacto socioeconómico en nuestro entorno, etc.), ha provocado un creciente interés por el origen de los alimentos.
Ahora bien, si queremos conocer esta información, es necesario tener presentes algunas cuestiones importantes que nos pueden despistar.
⚠️ Pistas falsas: lo que no es fiable para conocer el origen de los alimentos
❌ Código de barras
En Internet y las redes sociales podemos ver infinidad de mensajes donde se asegura que la forma de conocer el origen de un alimento es consultar el código de barras, de modo que “si comienza por 84, estaremos ante un producto español”. Sin embargo, esto no es necesariamente así.
El código de barras que se utiliza en España está basado en el sistema EAN-13, que permite la identificación de cada producto mediante un código de trece dígitos. Los primeros números se asocian al país, de modo que los códigos que comienzan por 84 (es decir, desde el 840 hasta el 849) corresponden a España. Pero eso no significa que los productos que tienen esos códigos se hayan producido en nuestro país.
Ese número indica que el producto es comercializado por una empresa en España, aunque puede haber sido importado de otro país. Además, puede tratarse de una compañía que no sea española, dado que una empresa de otro país puede solicitar un código de barras que comience por 84. En definitiva, el código de barras no permite conocer el origen del producto ni la nacionalidad de la empresa.
❌ Número de registro sanitario
El Registro General Sanitario de Empresas Alimentarias y Alimentos (RGSEAA) es una base de datos de carácter informativo que incluye el censo de empresas alimentarias que operan en España y requieren registro sanitario nacional. Esto debe mostrarse de manera obligatoria en el etiquetado de los productos de origen animal (es lo que se conoce como “óvalo sanitario”), tanto si han sido transformados (por ejemplo, leche UHT, queso o atún en conserva), como si no (carne picada, filetes de pescado, etc.). Pero en muchos otros alimentos no es obligatorio indicarlo:
- Algunos alimentos de origen animal, como la miel o los huevos.
- Alimentos que contengan una mezcla de productos de origen vegetal y productos de origen animal transformados (por ejemplo, una pizza con queso, anchoas y atún).
- Alimentos que no sean de origen animal (por ejemplo, judías verdes o tomates).
En definitiva, el número de registro sanitario es una información valiosa para el consumidor porque permite saber quién es el operador económico que ha realizado la última operación sobre el producto (y es de consulta pública). Pero no es útil para conocer el origen del producto ni de la empresa.
❌ Marca comercial
En algunos productos se utilizan marcas comerciales relacionadas con lugares geográficos que pueden llegar a despistarnos, al hacernos pensar que se trata del origen cuando en realidad no es así. Por ejemplo, hay melones procedentes de Brasil donde podemos encontrar pegatinas con las palabras “Selección Villaconejos”, que no son indicadoras de su origen, sino que se trata de un reclamo comercial.
❌ Variedad de vegetal
Existen variedades vegetales que tienen nombres geográficos, como las naranjas Valencia, los pimientos Padrón o las manzanas Fuji. Esto nos puede despistar, así que es importante tenerlo en cuenta al consultar el etiquetado para no confundirlo con el origen, que puede ser otro muy diferente. Por ejemplo, podemos ver naranjas de la variedad Valencia procedentes de Sudáfrica o pimientos de la variedad Padrón procedentes de Marruecos.
❌ “Envasado en”
En los comercios podemos encontrar muchos vegetales procesados en cuyo envase se destaca algún lugar geográfico de nuestro entorno (por ejemplo, “pimientos elaborados en Navarra”). Pero eso no significa necesariamente que la materia prima proceda de ese lugar. Para conocerlo debemos consultar la etiqueta con detenimiento. Por ejemplo, en algunos podemos leer “elaborado en Navarra”, “origen: Argentina”.
Cómo consultar el origen de un alimento
En definitiva, el origen de un alimento no siempre es lo que podemos ver a primera vista. Es decir, no debemos confundirlo con los reclamos publicitarios ni las marcas comerciales. Tampoco el código de barras, el número de registro sanitario o el domicilio de la empresa son pistas indicadoras del origen de los alimentos.
Para consultarlo, simplemente debemos fijarnos en la indicación “origen”. Si hablamos de frutas y vegetales, debe mostrarse obligatoriamente, tanto si se comercializan envasados, como si se venden a granel.
👉 Para tratar de cubrir la demanda. Aquí podríamos hacer distinción entre diferentes alimentos, según la importancia que ocupan en nuestra dieta. Por ejemplo, las legumbres, que se hallan entre los alimentos básicos de la dieta, tenemos que importarlas de terceros países porque la producción nacional no es suficiente para cubrir la demanda.
Esto es menos necesario si hablamos de otros alimentos cerezas o naranjas, cuyas temporadas de producción en nuestro territorio se restringen a unos meses concretos del año. Si queremos comer cerezas en diciembre o naranjas en agosto, hay que traerlas de otros países, como Argentina, Perú o Sudáfrica.
👉 Por los precios. Aunque parezca contraintuitivo, a veces es más barato traer frutas y hortalizas de países lejanos que comprarlos a productores nacionales. Esto se explica sobre todo por los menores niveles de exigencia que existen en aquellos territorios, en lo que respecta a aspectos como condiciones laborales, medidas medioambientales, restricciones en torno a la producción y el uso de fitosanitarios, etc.