Todo alimento tiene unas propiedades específicas. Actividad del agua, grado de acidez o composición química son aspectos que difieren entre ellos y, en función de cada uno, además de los procesos de cocción a los que se someten, los alimentos pueden considerarse de alto o bajo riesgo. Carne, huevos, leche, pasta o pescado tienen particularidades específicas que requieren pautas de manipulación concretas. El factor denominador común de todos es el riesgo de que porten virus, bacterias, patógenos o parásitos, junto con la sensibilidad a procesos de cocción. Saber cuáles son los riesgos de cada alimento es clave para minimizar posibles intoxicaciones alimentarias.
Para sobrevivir y proliferar, las bacterias necesitan unas condiciones ambientales concretas de temperatura, humedad, acidez o agua. Si se aplica esta premisa en el campo de la alimentación, los patógenos prefieren alimentos con un alto contenido de humedad y proteico, como cáscara limpia. Deben conservarse refrigerados y cocinarse bien para eliminar la bacteria.
Mariscos. Son uno de los alimentos más perecederos y con un grado de deterioro más rápido. Como la carne cruda, pueden contener bacterias que sólo se destruyen con la cocción. Tienen el riesgo añadido de las IV gama se comercializan ya listos para consumir, sin necesidad de aplicar ningún proceso previo, como lavar o cortar. En estos casos, es imprescindible que se mantengan siempre refrigerados y respetar la fecha de caducidad. Con una elevada actividad de agua, estos alimentos tienen un riesgo microbiológico alto, sobre todo, respecto al desarrollo de Listeria monocytogenes.
Las medidas de prevención para estos alimentos se deben intensificar durante la compra, manipulación, preparación y conservación. Mantener estas condiciones adecuadas es garantía de seguridad, en especial, en aspectos como la limpieza, la separación entre alimentos crudos y cocinados y la refrigeración a una temperatura adecuada.
Menor riesgo, igual prevención
Los alimentos considerados de bajo riesgo tienen más resistencia a los microorganismos patógenos porque son más estables a temperatura ambiente. Su riesgo tiene una relación mayor con malas prácticas de manipulación, que con las propias características del alimento, con un bajo contenido en agua, ácidos y, en general, azúcar y sal añadidos. Pan, galletas, cereales, pasta, miel, dulces, bebidas no alcohólicas, sal o azúcar tienen un riesgo bajo de sufrir alteraciones o deterioro, aunque no deben menospreciarse posibles incidencias. Productos como lentejas o arroz, cuyas condiciones no permiten un buen desarrollo de microorganismos, se pueden convertir sin embargo en alimentos de alto riesgo si no se cocinan y se conservan de forma inadecuada.Las bacterias necesitan cuatro condiciones básicas para reproducirse: temperatura, acidez, actividad de agua y tiempo.