Los científicos saben desde hace años que la bacteria “Salmonella typhi” se acumula en la vesícula biliar. Pero hasta ahora desconocían el porqué, ya que el entorno no era el más apropiado para su crecimiento y desarrollo. La vesícula es una pequeña bolsa llena de un líquido con gran poder detergente, la bilis, que el cuerpo secreta para digerir las grasas. Ahora se ha demostrado que “S. typhi” logra sobrevivir y forma una biopelícula sobre las piedras biliares, una estrategia biológica que le permite no sólo mejorar su supervivencia y aumentar su adaptación y resistencia al entorno, sino que le ayuda a persistir en el individuo infectado y diseminar microorganismos de su colonia a través del intestino. Este hecho explica por qué la bacteria se propaga incluso sin tener un reservorio en el ambiente.
La «Salmonella typhi» es responsable de la fiebre tifoidea. Su principal inconveniente es que persiste en personas sin que éstas desarrollen síntomas de la enfermedad. Un estudio llevado a cabo por expertos de Méjico y Estados Unidos ha descubierto el motivo: la formación de comunidades de bacterias resistentes al sistema inmunológico y a los tratamientos médicos. Esta bacteria es capaz de colonizar la vesícula biliar, crear una biopelícula y persistir en el individuo infectado en un estado de portador asintomático crónico, al tiempo que libera salmonellas tifoideas al exterior. Las personas infectadas tienen, en su mayoría, cálculos biliares, pero el hecho de no saber que se ha enfermado implica que se puede infectar a otras personas con fiebre tifoidea activa a través de las bacterias secretadas por las heces.
La unión hace la fuerza
En principio, los investigadores responsables del estudio identificaron estas comunidades de bacterias entéricas en el 5% de los enfermos con cálculos biliares de un hospital de Ciudad de México, donde la enfermedad es muy común. Después lograron reproducir los cálculos biliares «in vivo» en ratones de laboratorio a través de una dieta rica en grasa y colesterol durante ocho semanas, para inducir la formación de microcolonias similares a la fiebre tifoidea humana y confirmar el papel de las biopelículas bacterianas.
En el experimento, cuyos resultados se han publicado en «Proceedings of the National Academy of Sciences» (PNAS), se confirmó la presencia de un alto número de bacterias en los cálculos de las vesículas biliares de los ratones, pero no se detectó ninguna bacteria en los roedores a quienes no se inoculó la infección, a pesar de tener cálculos biliares. Tres semanas después, los ratones infectados tenían recubierta cerca del 50% de la superficie de los cálculos.
La fiebre tifoidea se transmite a través del contacto fecal-oral, sobre todo en países con problemas de higiene en la preparación de alimentos
Según los responsables del estudio, hasta ahora se carecía de información suficiente para saber por qué ocurría esto. El hallazgo de las biopelículas podría representar una alternativa potencial para crear tratamientos en el futuro, que atacarían los polisacáridos utilizados por las bacterias para organizar sus colonias. Esto resultaría más económico si se compara con el procedimiento quirúrgico convencional, que consiste en extirpar la vesícula biliar afectada. Además, sus responsables explican que la cirugía como tratamiento de portadores asintomáticos es controvertida, mientras que los antibióticos fallan con frecuencia debido a la propia biopelícula que forma la bacteria. Es necesario descifrar los mecanismos patogénicos que usan para causar las infecciones y, de este modo, diseñar mejores métodos de prevención y tratamiento.
La enfermedad
La fiebre tifoidea afecta a millones de personas en países en vías de desarrollo, con graves deficiencias higiénico-sanitarias que propician la contaminación fecal-oral de la bacteria a través de los alimentos y el agua. Gran parte de los casos de propagación entre humanos, unos 17 millones de nuevos contagios cada año según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se deben a estos portadores crónicos. Mientras el acceso al agua potable y al saneamiento sean medidas de salud pública claves en el control de la enfermedad, atajar las infecciones crónicas podría reducir de forma significativa el sufrimiento causado por la fiebre tifoidea.
«Salmonella typhi» puede desarrollarse en verduras regadas con aguas con contaminación fecal, mariscos procedentes de aguas residuales y alimentos de origen animal, como carnes contaminadas. El microorganismo llega por vía digestiva hasta el intestino y, a los diez días, pasa a la sangre. De ahí se reparte por diversos órganos y causa fenómenos inflamatorios.
Más tarde, las bacterias se eliminan por las heces contaminadas y dispersan la infección. Para poder tratar la enfermedad, es fundamental detectarla pronto. El primer síntoma -cuando los hay- es la pérdida de apetito, dolor de cabeza y estreñimiento. Tres o cuatro días después, se puede llegar a tener hasta 40ºC de fiebre. Para su tratamiento, se utilizan antibióticos y vacunas. La fiebre tifoidea no debe confundirse con el tifus, un conjunto de enfermedades infecciosas causadas por varias especies del microorganismo «Rickettsia» y transmitidas por la picadura de diferentes artrópodos como piojos, pulgas, ácaros y garrapatas, que portan diferentes aves y mamíferos.
Los biofilms son formaciones de microorganismos, en ocasiones de diferentes especies, en finas películas. Éstas se crean sobre una superficie y con una elevada capacidad adherente originada por el desarrollo de microfilamentos. Este factor propicia su supervivencia y desarrollo, ya que aporta estabilidad y resistencia tanto a agentes químicos desinfectantes, como antibióticos y al sistema inmune. Los microorganismos segregan una sustancia blanda y pegajosa denominada matriz extracelular, que mantiene unidas las microcolonias, separadas por una red de canales a través de los cuales se distribuyen fluidos y nutrientes a la comunidad microbiana.
Los estudios demuestran cómo la formación en película, que ha pasado desapercibida durante mucho tiempo, protege a los individuos de la colonia frente a posibles agresiones externas. La estructura de un biofilm tratado con un agente antibacteriano provoca que éste sólo actúe en sus capas iniciales y permite que algunos individuos sobrevivan y se regeneren en poco tiempo. Como estrategia de crecimiento y supervivencia microbiana, las biopelículas están muy presentes en la naturaleza. Los biofilms, en principio inapreciables sobre una sustancia, se detectan en estadios posteriores debido a la aparición de manchas pegajosas o viscosas en las superficies y se convierten en una importante y peligrosa fuente de contaminación microbiológica.